Vivimos en Murcia tiempos difíciles. Y no hablo por la pertinaz sequía, ni por la proliferación de restaurantes turcos, ni por el advenimiento de la III República. Hablo del Entierro de la Sardina, el desfile más cutre y más morconero de nuestra tierra.
Desconozco sus orígenes, pero conozco el resultado: un híbrido entre los carnavales de Cádiz y el festival de la OTI que tiene lugar el sábado de la Octava de Pascua. Existen varios factores que me causan arcadas de diverso grado y consideración:
- La introducción. Porque el entierro no empieza el sábado, ¡qué va! El entierro comienza el jueves con desfiles diversos y actos que rivalizan entre sí en ordinariez y horterismo. Pachangas protagonizadas por hordas de empresarios y políticos, que son los únicos que pueden pagar el dineral que cuesta salir. Los acompañan bandas de música que interpretan piezas carnavalescas con el mayor tino que les permite su frecuente estado de coma etílico.
- El nudo. El desfile es demostración de putrefacción humana y síntoma de la necesidad de regulación de la eugenesia obligatoria por Ley Orgánica. Carrozas cutres en las que los empresarios y políticos beodos anteriormente mencionados reparten juguetes de los años ochenta entre un público que se aporrea para conseguir una espada de plástico, en singular ejercicio de gilipollismo colectivo. Como atenuante atenuada, previamente una carroza rellena de brasileñas carnosas y mollares ataviadas con un pudoroso tanguita han despertado la líbido durmiente de señores entrados ya en la sesentena, que aparecen al día siguiente en prensa mordiéndoles los pezones con fruición.
- El desenlace. Toneladas de basura que dan de comer a cientos de empleados de plantas de reciclaje y al concejal de festejos, en sentido figurado y literal, respectivamente.
Está la cosa muy mala.
11 comentarios:
¡Que bueno!
¡Gracias, anónimo!
Qué mala es la envidia, y qué funesto el resentimiento. Se nota que eres uno de esos que no sienten su murcianía y están ciegos por naturaleza para ver en las de los dioses del olimpo la más pura y singular prueba de que murcia es una tierra de héroes. héroes que luchan a pito y espada... [perdón... que me se me ha ido la pinza]
eso, que, como decías un día, en lugar de la sardina, deberían quemar a los sardineros. al menos iba a ser divertido. a la hogera por paganos. y por gilipollas.
¿Lo de paganos es por que pagan religiosamente?
Esto con la República no pasaba. Ni pasaría...
Pero reconoce que lo que te pasa es que nunca consigues coger uno de esos juguetes tan chulos. De ahí todo este resentimiento.
¡Pura envidia!
Es lo que tiene el folclore, siempre habrá partidarios y contrarios de ese tipo de celebraciones. Puestos a elegir lo prefiero al Bando, al menos salen esas brasileñas que alegran la vista a un intervalo de edad que va desde los 12 hasta los setenta y tantos....
Durante varios años he ido a ver el entierro de la sardina "por amor"...vamos, por acompañar a mi pareja, a la que le hace ilusión. Pero el año pasado me liberé y éste he hecho lo mismo, y ha ido sólo...con sus tropecientos amigos. Esa liberación me ha llevado a estar tirada en el sofá viendo una película y ahora me encuentro aquí sola leyendo tu blog...Ahora que lo pienso, ¿habría sido mejor el Entierro de la Sardina?
A mí tampoco me gusta, pero no le tengo tanta manía. En estos casos, vive y deja vivir.
Me parece que ya es tarde. Me he convertido en un anciano cascarrabias, de abundantes barbas y bigotes, incapaz de aguantarse las ganas de denunciar todo lo que de pútrido hay en este desértico valle de lágrimas por el que, a saber la razón, siento tanto apego.
Quizá el amor que siento hacia las cosas sea el que provoque mi afán por mejorarlas. La pasividad es consecuencia directa de la confianza en el inexistente progreso natural a mejor de las cosas.
En cualquier caso, la hipérbole es el recurso de los sureños; y además, no creo que leer mi blog haya sido una experiencia tan nefasta.
¡Saludos!
...el amor que siento hacia las cosas...
... ¿qué?
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