sábado, 24 de febrero de 2007

Coffee break

Como aún no me he recuperado del todo de la semana de intensísima actividad emocional que llevo ni quiero que a partir de ahora este blog se convierta en la bitácora de mi paro, o en el plañiblog, me estoy dando un poco de tiempo antes de escribir más entradas.

Para todos aquellos que se interesan por mi estado de ánimo, hay marejadillas esporádicas, pero la tendencia general es a la calma que procede de la tormenta y precede a la normalidad. Nada por lo que preocuparse y mucho que hacer. O sea, bien.

Creo que hasta ahora nunca había recibido tantas y tales demostraciones de cariño. A veces me siento raro, como si me estuvieran hablando en sueños, a alguien que no termino de ser yo. Os lo agradezco mucho.

Y será mejor que no siga. Como sabéis, los únicos testimonios que soporto son los de "La hora chanante".

Gracias :-)

miércoles, 21 de febrero de 2007

El triunfo de la miseria

Ayer fui despedido de la UCAM, donde he trabajado desde el curso 2003-2004, o lo que es lo mismo, desde los veinticinco años recién cumplidos.

En la carta de despido la empresa reconoce que mi despido es improcedente y que por tanto me indemniza como me corresponde, o sea, con cuarenta y cinco días de salario por año trabajado, según el art. 56 del Estatuto de los Trabajadores. Me la entregaron como contrapartida, quizá, al parte de alta médica que les envié la tarde antes, tras una situación de baja laboral que arrastraba desde el 6 de octubre. Ayer me reincorporé y ayer me expulsaron.

Cuando estas cosas ocurren, o al menos cuando a mí me ocurren, pido explicaciones. Puedo estar de acuerdo con que, al reconocer la Universidad la propia improcedencia del despido, no tiene obligación de justificarse, o lo que es lo mismo, que cualquier excusa les vale, pero es que eso es precisamente lo que pasa: a mí también me hubiera servido cualquier excusa. No recibí ninguna motivación sobre la decisión. Ni verídica, ni falsa. Nada. Ni siquiera la calumnia, moneda de curso legal en la institución desde hace poco más de un año.

La sensación ahora, con un día de escasa perspectiva, no es de impotencia. Es de injusticia y de perplejidad. No sé qué he hecho para que, de un plumazo y de la noche a la mañana, un profesor que ha procurado dejarse la piel con gusto para dar lustre y prestigio a una institución que, vaya, pues resulta que no se lo merecía, pase a ser un indeseado que merece el despido improcedente. De verdad, no lo sé. Puede que ocurra en cualquier empresa, puede que sea lo más natural y algo a lo que me tenga que habituar, como me aconseja tanta gente bienintencionada, pero si hay algo que deseo en este momento es precisamente no acostumbrarme, no perder nunca la capacidad de asombrarme ante la injusticia y la ruindad moral.

Por lo demás, gracias. Gracias a mi familia, que ha sabido estar en todo momento por encima de la altura de las circunstancias. Gracias a Higinio Marín y a todos mis compañeros; a los que permanecen en la Universidad sufriendo la persecución de los miserables y a los que se marcharon antes que yo por voluntad propia o ajena, que me han cargado con una deuda de cariño que no sé si algún día sabré o podré saldar. Gracias a mis alumnos, que ayer no daban crédito a lo increíble, y que, con sus lágrimas, sus abrazos y sus aplausos, me acabaron de confirmar que todo este sufrimiento no ha sido en balde. Gracias a todos los amigos que, aun sin haber conocido desde dentro la tiniebla institucional, demuestran día tras día la solidez de nuestra unión.

Si rezáis, recordadnos. Sé que algún día se hará Justicia, pero mentiría si negara que deseo que también se haga justicia.

domingo, 18 de febrero de 2007

jueves, 15 de febrero de 2007

Mis memorias, de él

Con permiso, el fragmento de uno de los libros que me sumergió, hace ya mucho, mucho tiempo, en la literatura del absurdo:


"Nuestros abuelillos y nuestros bisabuelazos nos miraban desde el jardín con unos gemelos, y nos hacían arrumacos a distancia; pero nunca nos autorizaban a aproximarnos, por temor a que escuchásemos sus conversaciones y nos enterásemos de las cosas, que por nuestra edad, debíamos desconocer para conservar nuestra pureza.

Yo, por ejemplo, no me enteré de lo que significaba patata hasta que cumplí los veinte años.

Fue mi abuelo quien me abrió los ojos. Recuerdo la escena como si fuera hoy.

Mi abuelo me llamó a su despacho, cerró la puerta con llave y con cerrojo, y mirándome gravemente y apoyando una de sus manos en mi hombro, me dijo:

-Querido niño, hoy has cumplido veinte años y has dejado, por tanto, de ser un mocosuelo. Hasta ahora, debido a tu edad, te hemos ocultado muchísimas cosas, porque los niños deben ser inocentes y cándidos y desconocer ciertos hechos que las personas mayores conocemos. Pero ya tienes edad de que vayas enterándote de lo que es la vida y de que vayas perdiendo tu inocencia.

Mi abuelo, al llegar a este punto, calló. Parecía tener miedo a continuar. Estaba tan avergonzado como yo mismo, que no me atrevía a levantar la vista del suelo.

Pero mi abuelo se rehizo. Me miró fijamente. Y, al fin, habló:

-Querido niño: ¿tú sabes lo que significa patata?
-No, abuelo mío -declaré poniéndome rojo como la grana.
-Pues bien -siguió mi abuelo con voz temblorosa. Patata quiere decir...

Y me contó lo que significaba patata.

Cuando acabó de contármelo, con todos sus detalles llenos de crudeza, yo me eché a llorar, tal era la vergüenza que había pasado, ya que mis oídos eran castos y puros. Sin saber qué hacer, me eché al suelo, y besé conmovido los pies de mi abuelo.

-¡Vamos, vamos! -dijo él-. No debes avergonzarte por saber lo que significa patata. Al correr de los años, aún te enterarás de otras cosas peores, que la Naturaleza te ha ocultado hasta ahora. La vida es así, y así hay que tomarla.

Y me dio un cachete cariñoso y me autorizó para que me fuese de nuevo a tocar el tambor.

Pero yo no toqué el tambor.

Aquella noche no pude dormir. Daba vueltas en la cama, sin poder conciliar el sueño. ¡Sabía lo que significaba patata!

¡Ya era todo un hombre! ¡Había dejado atrás la niñez!

-¡Patata! ¡Patata! -repetía.

Y me consideraba ya un pobre viejo lleno de experiencia...

Y debía ser verdad que ya era un viejo, porque al día siguiente, y ante mi asombro y vergüenza, mis abuelos me llevaron a ver un eclipse, fenónemo astronómico que estaba severamente prohibido dejar ver a los niños".

MIHURA, M., Mis memorias, Temas de Hoy, Madrid, 1998, pp. 34 y 35.

lunes, 12 de febrero de 2007

12 de febrero

Al salir esta tarde a clase de esgrima he descubierto que ha llegado la primavera. Y no es sólo la temperatura, ni la ausencia de abrigos a la vista, ni los gorriones que han depositado sobre mi cabeza una tiara de jazmines mientras entonaban romanzas vienesas. En realidad no sé bien lo que ha sido, pero no me hubiese extrañado nada toparme al doblar la esquina con la cabecera de la procesión del Cristo de la Caridad.

Si os portáis mal, algún día contaré qué significa para mí la Semana Santa. Y tendré que mencionar a un gran personaje que aún no ha comparecido en mi blog.

Predicción móvil

No puedo evitar irritarme cuando, al despedirme en un sms con texto predictivo, aparezca "un cero" en lugar de "un beso". Siempre. ¿Predicción? ¡JÁ!

Anexo I: el otro día concluí con la palabra "rezo", y apareció "sexo". Benditos mis reflejos felinos.

Confidencias

Esta mañana he tenido que enviar un fax desde una papelería distinta a la habitual. Era la primera vez que entraba, pero estaba ya cansado del señor que atiende la más cercana a mi casa. Con su actitud y su bigote siempre hacía que me sintiera tremendamente culpable y tan en deuda con él que llegué a considerar la posibilidad de donarle varios de los riñones de que dispongo.

Así que hoy he cambiado. Los que mejor me conocen saben que soy reacio ante los cambios, pero una vez más, el cambio, como casi siempre, ha sido a mejor. La señora regente de la nueva papelería, no sólo no tenía bigote, sino que me ha contado con todo lujo de detalles, mientras el fax se resistía a entrar, lo que viene aquí abajo.

Resulta que tiene tres hijas. De la mediana no sé casi nada, pero la mayor tiene veintiocho años y es maestra y el sistema educativo, pues ya me puedo imaginar, ahora que ya no se les puede llamar la atención a los críos, que la tratan de tú, que la empujan... y ella que es una cría sensible y que le gusta lo que hace y que es muy inteligente, aunque quede mal que su madre lo diga, pues llega a casa y a llorar. Que qué me parece. Un disparate.

Pero el que la trae loca, por lo visto, es el pequeño: doce años, mucho más alto que yo (poco meritorio), y ahora le ha dado por ducharse todos los días dos veces; y una cosa es higiene, pero otra malgastar agua con la falta que hace; debe de tener alguna novia o algo, porque media hora todas las mañanas poniéndose la gomina delante del espejo no es normal, que antes no sé yo lo que le costaba a la pobre que el crío se duchara, que iba siempre hecho un marrano.

Mal que os pese a muchos, he dado gracias de vivir en una ciudad así, en la que la gente abre su corazón y te hace su confidente durante el tiempo en que tarda en entrar un fax. Echaba de menos estas cosas, y no he podido evitar la comparación con esas otras ciudades en las que la gente hace esfuerzos por evitar el temible contacto visual.

Quizá exista un término medio y quizá en él se encuentre la virtud, pero os prometo que no vuelvo a pisar la papelería del tío del bigote.

domingo, 11 de febrero de 2007

Descuido

No sé cómo os voy a compensar por haber estado más de una semana sin escribiros mis habituales comentarios jocosos y chascarrillos baturros que tanto os alegran el día, la tarde y la noche. Las circunstancias, por desgracia, se han impuesto sobre la renta de las personas físicas.

De todas formas, compruebo que no se puede descuidar esto ni un solo momento. No han faltado quienes, como Paco, se han dedicado a farfullear y a difamar mi buen nombre. Las malas hierbas crecen rápidas en jardín poco cuidado, y a mí me ha salido este cardo borriquero que, además, pincha (dicho sea desde el respeto, el cariño y la veneración).

Al resto os veo bien, os noto bien cenados y limpios, como a mí me gusta. Pronto os contaré unas cosas tremendas.

Gracias por la espera.

viernes, 2 de febrero de 2007

Enfado

Hoy, en el trayecto del gimnasio a casa, me he encontrado con un señor harapiento y andrajoso que, con ojos exorbitados y a voz en grito, exclamaba:

"¡Eso, eso, dáselo todo al tutti!"

He llegado a la conclusión de que se trataba del concertino de la Orquesta Filarmónica de la BBC de Londres, indignado ante la costumbre de Bělohlávek de eliminar en sus arreglos el mayor número de partes para solista.

jueves, 1 de febrero de 2007

Forma Antiqva

Conocí Forma Antiqva gracias a mi buen amigo Toni, un traversista que, tiempo al tiempo, dará que hablar. Poco después, los tres hermanos que la fundaron (Aarón, Dani y Pablo), tuvieron un problemilla con los ya extintos foros de la antigua web y les pude echar un cable. Si es cierto aquello de que "es de bien nacidos ser agradecidos", para los dos nacimientos de estos tres no debió de hacer falta ni anestesia.

Y a raíz de ese feliz incidente surgió una amistad que perdura a día de hoy. A los pocos meses, nos conocimos en la vigésimotal edición del Festival de Música Antigua de Daroca, y aquello se consolidó o, como diría un famoso orador murciano, se solidificó. No sabéis la impresión que causa entrar un nosecuántos de agosto a las once y pico de la noche en una sala y ver a dos hermanos mellizos de 19 añitos interpretando una ciaccona con tiorba y guitarra barroca. En realidad, muchas cosas de las que ocurren en ese curso causan impresión, pero eso es otro tema.

Os cuento todo esto porque estrenan página. Si aún no habéis pinchado arriba, es el momento. Ahora ya son un grupo hecho y derecho, de desconocido prestigio para muchos de vosotros. En su nueva web (menuda web) podréis encontrar todo lo que os hace falta saber sobre ellos.

¡Loor a los Zapico!

Compraventa

No todos tenemos un precio. Lo trágico es que así lo creen precisamente aquellos que sí lo tienen; los más susceptibles, en consecuencia, de ser vendidos.