miércoles, 28 de julio de 2010

Casi casi

Ayer, justo cuando iba a escribir la entrada más interesante de la historia de mi blog, ONO me dejó sin conexión a internet durante el tiempo suficiente como para convertirme en presa del sueño en un cerrar y cerrar de ojos. Hoy me siento mermado y ceniciento, así que no esperéis más que un poco de cine y algo de proyección veraniega.

En efecto, he visto Toy Story 3 y no pienso hacer spoilers, pero creo que, junto a The Road, es la mejor película de este curso. Los señores de Pixar son unos genios. Cuando la hayáis visto todos, me lo decís y ya lo hablamos con más calma. Lo que ocurre es que cada vez es más difícil diferenciar las películas de animación óptimas de las pésimas. En la sección trailers aparecieron ayer tres nuevos largometrajes digitales, ni más ni menos. ¿Cómo saber cuáles siguen la genealogía que inauguró Toy Story? ¿Cómo asegurarnos de no acabar viendo una película sobre autosuperación protagonizada por una ameba que habla?

Por lo demás, el viernes huyo hacia tierras más húmedas primero y más húmedas que las más húmedas después. En efecto, acabaré el verano pasando de la playa a Cambridge y Oxford. Cinco días en compañía de los chicos del coro que culminarán con sendos conciertazos que van a provocar estupor en el flemático y mortecino público anglosajón. Alguna entrada escribiré, ne timeatis, pero vamos, que os dejo las llaves del blog para que comentéis, os peleéis y reguéis las plantas. Cuando vuelva, eso sí, lo quiero todo recogido.

jueves, 15 de julio de 2010

Literatura estival

A José Luis Perales esos días del otoño le ponían triste. No entraré en polémicas. A mí, estos días de verano, si me descuido, me aburren. Es cierto que hay arena, sombrillas, medusas, moluscos, olas, pelotas de nivea y, por las noches, incluso tractores que dejan la playa como los chorros del oro. Todo eso debería bastar para mantenerme enjugascado, es verdad, pero la mayoría de las ocasiones se revelan factores insuficientes para procurarme la felicidad absoluta. Los libros que acopio para el verano sirven para completar la jugada y llegar así a un estado intermedio entre el nirvana y la apoplejía.

Este año va a tocar terminar la segunda lectura de El Silmarillion; Los Inklings, de Humphrey Carpenter, como colofón a mi particular año Tolkien; la selección de Gredos de Tragedias de Sófocles; El libro de las ilusiones, de Auster; las Conversaciones con Woody Allen; La invención de lo humano, de Higinio Marín; los artículos que me quedan de Por qué soy católico, de Chesterton; y Jerusalén y El señor Henri, de Gonçalo Tavares. Cuando vuelva me esperan las Memorias de ultratumba, sobre las que albergo expectativas exageradísimas.

Las fuerzas del mal insisten en que me termine El Golem, de Gustav Meyrink, pero es tan sórdido, onírico y terrorífico que provoca en quien lo lee pánico invencible y mucho han de insistir aún las mencionadas fuerzas para que continúe con su lectura desde la página treinta y tantos, donde lo dejé. Se admiten sugerencias, siempre que provengan de las fuerzas del bien.

ADDENDA: esta misma tarde, un amigo que antes estaba más gordo y ahora ha adelgazado un disparate, me ha dejado La ofensa, de Menéndez Salmón, y El libro del desasosiego, de Pessoa. Otro, sin embargo, ha hecho lo propio con La caverna, de Saramago. Qué pulsión irrefrenable de leerlos todos a la vez, recórcholis.

martes, 13 de julio de 2010

Post inconexo, inconcluso y mártir

El primer fin de semana en la playa ha arrojado los siguientes dividendos:

-Me he quemado. A diferencia del año pasado, esta vez sí he aplicado el contenido del bote de crema caducada en los lugares y con la precisión requerida, y luzco así una superficie damnificada homogénea y envidiable.

-El sábado se me acabó el butano. Es cierto que pude hablar con el portero de la finca y sobornarle para que me subiera otra bombona, pero preferí dejarlo estar y alimentarme únicamente de pizzas y helados Häagen Dazs. El fin de semana que viene consideraré el resto de opciones, si es que existen.

-No he sentido el más mínimo remordimiento por no haberme llevado nada de trabajo, pero ahora que lo escribo me invade la culpabilidad y necesito recuperar el tiempo perdido como sea.

-He leído Seda, de Alessandro Baricco, y me ha gustado mucho. Qué señor más fino.

-No sé si por los efectos del mar o por el cansancio acumulado, creo haber dormido más tiempo que el permitido por ley. Y todo con la tensión alta en dos.

-Sigo prefiriendo el mar menor al mar mayor. El menor es más pequeño, tiene más sal y más ancianos con los que aprender valiosas lecciones sobre la vida. El mayor es mucho más comercial.

-He llamado por teléfono a varias personas con las que hacía tiempo que no hablaba. Con algunas no hablaba desde hacía treinta y un años de edad.

-Compruebo, abatido, que el vendedor pregonero de las tres-toallas-grandes-de-baño-por-tres-euros-señora no se ha retirado de la profesión. Antes bien, sigue pasando por mi casa a una hora lo suficientemente temprana como para despertarme lanzando denuestos contra el gremio textil.

-Celebré el resultado del Mundial en la terraza de un séptimo piso, observando en plano picado una bandera de España pintada en la calva graciosísima del vecino del primero.

¿Veis como yo también hablo de fútbol?

martes, 6 de julio de 2010

Cosas que debo hacer urgentemente y que, por tanto, me dan pereza infinita: las gestiones bancarias

Mis amigos banqueros y empresarios me han convencido de que la Caja de Ahorros donde tengo depositadas todas mis riquezas espirituales y materiales está próxima al cataclismo nu-ce-lar, de que los dineros que guardo para mis exequias corren un riesgo gravísimo, y de un montón de exageraciones hiperbólicas más que os deberían llevar a la extracción de la primera moraleja: no tengáis nunca amigos banqueros ni empresarios. No merecen la pena.

Una vez que te notan suficientemente alarmado, en lugar de aconsejarte la táctica definitiva para conservar intacto el patrimonio, los amigos banqueros y empresarios se van a beber coñac y a fumarse un puro con sus largos colmillos y sus gafas de sol redondas. Y ahí te quedas tú, con la incertidumbre que da el no saber de qué va exactamente la crisis económica pero tener a la vez la certeza absoluta de que descargará toda su furia sobre ti.

En este contexto, lo prudente sería dedicar una mañana a pasearse por bancos y cajas de ahorro, recabar información, contrastarla y optar por lo más conveniente. Pero, una vez más, la prudencia está reñida conmigo. Porque además de no tener ni idea de si lo mejor para mí es un plazo fijo, o variable, o algo con T.A.E., o un plan de pensiones, o una histerectomía, aquí en Murcia estamos a casi cuarenta grados. Y eso, señores míos, es de todo punto intolerable.

domingo, 4 de julio de 2010

Animales domésticos

Todos los años lo mismo. Todos los días lo mismo. Todas las noches lo mismo. Tras las últimas abluciones, las oraciones nocturnas y la lectura de uno o dos capítulos de cualquier obra literaria que me permita mantener el estatus de cultureta livianamente pomposo, apago las luces, bajo las persianas y me dispongo a bucear por mi subconsciente, que últimamente hace unos disparates propios de Don Francisco de Goya.

Pero no. Resulta que cerca de casa, por lo visto, hay una granja de dípteros nematóceros, vulgo mosquitos, vulgo inmundicia voladora. El caso es que el ritual se cumple inexorable: en el momento más inesperado se me acercan y me susurran al oído las últimas noticias del panorama internacional, o me cantan bellas tonadillas que componen durante el día, o se alimentan de mi sangre, azucarillos y aguardiente.

Lo peor es que siguen sin darme resultado los remedios innovadores, y me veo abocado a recurrir al Raid Antimosquitos, vulgo flix, vulgo flí (con tilde para distinguirla de "fli"), que, al ser aplicado en un estado de consciencia maltrecha, provoca, a corto plazo, inoportuna roción de almohada y colcha; a medio, risitas ahogadas de los dípteros; y a largo, propia muerte por intoxicación. Estamos en lo de siempre: ¿algún método infalible?