Como estoy yermo de inspiración, parco en palabras y corto de miras, os voy a dedicar una crítica de la novela Tokio Blues, del escritor Haruki Murakami. Por descontado ya os digo que es una de esas críticas con spoilers, hipérboles, sinécdoques y que además es baja en calorías y tiene un corazón de oro.
Antes de empezar, me gustaría carraspear, decir que fue el primer libro que leí en mi propio iPad, volver a carraspear, dormir unas ocho horas al día y hacer un poco de deporte. Y así es como llego a la conclusión de que Tokio Blues es una tomadura de pelo cuyo meollo podría asimilarse a la versión porno de El guardián entre el centeno donde quien no fornica muere y viceversa. Eso sí, contado todo muy a la japonesa, muy finamente, y adornado con esa gran virtud de la literatura y el cine oriental que consiste en despertarme el apetito.
Espero que los miembros de la Academia que corresponda lean esta entrada, recapaciten y se guarden su próximo Nobel de Literatura para el beato Juan Duns Scoto, cuyos aportes a la cultura japonesa son mucho más notables y numerosos que los del simpático protagonista de esta conspicua entrada.
Antes de empezar, me gustaría carraspear, decir que fue el primer libro que leí en mi propio iPad, volver a carraspear, dormir unas ocho horas al día y hacer un poco de deporte. Y así es como llego a la conclusión de que Tokio Blues es una tomadura de pelo cuyo meollo podría asimilarse a la versión porno de El guardián entre el centeno donde quien no fornica muere y viceversa. Eso sí, contado todo muy a la japonesa, muy finamente, y adornado con esa gran virtud de la literatura y el cine oriental que consiste en despertarme el apetito.
Espero que los miembros de la Academia que corresponda lean esta entrada, recapaciten y se guarden su próximo Nobel de Literatura para el beato Juan Duns Scoto, cuyos aportes a la cultura japonesa son mucho más notables y numerosos que los del simpático protagonista de esta conspicua entrada.