martes, 29 de mayo de 2012

Carne de vacuna

Durante estos dos meses he recibido muchas amenazas de bomba y muchas bolsitas de té preguntando por mi paradero. ¿Qué fue de aquel bloguero atractivo y pizpireto con cuyas chanzas tanto nos reíamos y al que robábamos la cartera, los anillos y el reloj en cuanto se descuidaba un poco? Os cuento rápido, que tengo que llegar tarde a varios sitios.

Si el miércoles pasado hubierais estado en el centro de vacunación internacional, que es donde teníais que estar y no por ahí, vacunándoos en otros centros, me habríais visto inyectarme virus de todos los colores, sabores y orientación de voto. En el brazo derecho he contraído la hepatitis A y el sarampión, las paperas y la rubeola. Por el contrario, en el izquierdo sólo padezco de fiebre amarilla. Y a ver si me acuerdo de levantarme una hora antes de despertarme para tomarme las tres pastillas en días alternos de las fiebres tifoideas, de todas y cada una de ellas.

Y lo mejor de todo es que me comunicaron, en perfecto castellano, que dispongo de un plazo de diez días para morirme por los efectos secundarios. Ahora porque no tengo tiempo, pero en cuando encuentre un ratico, de aquí al sábado, me pongo manos a la obra.