Me conmueven las quejas sinceras y amargas de un alumno que manifiesta, vía Twitter, que acabará la carrera de Derecho sin conocer la diferencia entre iusnaturalismo y iuspositivismo. Confiesa a continuación que se muestra desolado y que mañana no, porque le viene mal, pero pasado mañana pondrá fin a su vida o a la de cualquier otro, lo que ocurra antes.
Y yo, que tengo un corazón que no me cabe en el pecho, consecuencia de lo cual me tuvieron que someter a cirugía de urgencia para alojarlo en un recipiente metálico que conservo en la despensa, he decidido aclarar aquí la cuestión.
Aquí van las principales diferencias:
-En cuanto a la apariencia: son palabras distintas, no se pronuncian igual y también se distinguen al olfato, al gusto y al tacto, aunque a primera vista resulten idénticas y en muchas ocasiones se haga imposible diferenciarlas antes de oírlas hablar.
-En cuanto a sus partidarios: el iuspositivismo es una escuela defendida por señores con amplios bigotes y barbas, que visten levita y fuman en grandes pipas. El iusnaturlismo, por el contrario, encuentra afiliados entre miembros de clases obreras, provistos de cascos, gafas de sol, pantalones bombachos y botines negros. Ejemplos de iuspositivistas: Fernando el Católico, Fernando Torres, Fernando Alonso y Andy (de Andy y Lucas). Ejemplos de iusnaturalistas: Arquímedes, Poseidón, Herodes Antipas y Lucas (de Andy y Lucas).
-En cuanto al concepto: mientras que el iusnaturalismo defiende la existencia de un Derecho no escrito previo al Derecho positivo (aunque no demasiado previo, quince o veinte minutos a lo sumo), los postulados iuspositivistas no conciben más Derecho que el escrito, salvo si está escrito con mala letra y resulta difícil de entender (cuando esto ocurre, se genera un clima de tensión que sólo termina cuando alguien cambia de tema, diciendo, por ejemplo, "pues vaya, parece que al final se ha quedado buena noche").
Existen más diferencias, pero o bien no son importantes, o bien viven en las afueras y raras veces se dejan ver por los grandes centros comerciales. Prescindimos de ellas. Las desdeñamos, incluso.
Suyo afectísimo,
Ángel.