martes, 30 de octubre de 2007

El chico del coro


Ya está bien de rodeos. Se acabó. Ha llegado el momento de que sepáis cómo me convertí en una de las figuras más prometedoras del panorama musical afroamericano.

Comienzos de los ochenta. 1983 o así, diría yo. Mi progenitor A y mi progenitor B inscriben al primogénito heredero en una academia de música y en un club de natación. Al poco tiempo, observan cómo empieza a mostrar una habilidad con el solfeo sólo comparable con su capacidad para recorrer una piscina olímpica en diagonal.

El adorable niño de cinco años que cantaba como los ángeles y se ponía triste cuando oía el Claro de Luna de Beethoven, no obstante, crece. Crece y se convierte en un prepúber tirando a mastuerzo que prefiere jugar a la Megadrive que estudiar violín (algún día os cuento por qué creo que el estudio del violín fomenta la agresividad infantil y la inadaptación social), mientras su profesor se aficiona a las técnicas budistas de relajación para evitar convertirse en un infanticida.

A los trece años, deja definitivamente la academia de solfeo y, cuando sale por la puerta, le parece oír llantos de alegría incontenible y un par de sonidos de botellas descorchadas. Hasta los diecinueve mantiene su mente ocupada en otras actividades de variada índole, por las que me preguntaréis en los comentarios.

Y a los diecinueve, acude a un concierto de "El Mesías" de Handel y sufre un shock anafiláctico que le hace comprender que debe hacer algo por la música a la que ha dado el costado durante años. Algo que no incluya el tener que tocar el violín, lo cual agradecen especialmente sus vecinos, que suelen encontrar más relajantes los maullidos de un gato al ser desollado que los ejercicios de repentización del chico del tercero izquierda.

Desde entonces hasta hoy he pasado por varios coros hasta dar con mis huesos y mis cuerdas vocales en Ars Mvsica, un coro especializado en música antigua donde he encontrado compañerismo, paz, sosiego, largueza, templanza y diligencia.

Nuestro próximo concierto en Murcia, el día 20 de diciembre a las 20.30h en el Archivo Regional. Va a molar que te inclinas, así que espero veros a todos allí desprovistos de huevos, tomates y otras armas de destrucción masiva.

PS: si queréis ver un vídeo, hay una entrada del mes de julio donde se nos puede contemplar en actitud polifónica.

domingo, 28 de octubre de 2007

Entrada con guiones sobre viaje confitado

Este fin de semana he estado en una casita rural en la Sierra de Cazorla llamada Casa Gilico. Éramos once, como once eran las varas de la camisa u once los cuatro jinetes del Apocalipsis.

Os tendría que relatar todo en forma de entrada interminable, porque es mi deber como alcalde vuestro que soy, pero voy a resumiros un poco lo que ha venido siendo la estancia en código pop-art:

- El viaje hacia allá estuvo bien. Perdí la cuenta en la curva número ochocientos tres, pero el paisaje era bonito y el Toyota Corolla de José Miguel tiene un detector de lluvia que nos amenizó el viaje con algunos chistes de dudoso gusto.

- La cena consistió en una frugal colación consistente en comida de todos tipos que ingerimos con fruición hasta que notamos que se nos bifurcaban las arterias propias y las venas cavas.

- La temperatura era tan baja como la luná, como la luná, como la luná. Y vestidos al anochecer nos sorprendió el mencionado satélite, cantando tonadillas y zarzuelicas mientras nuestros sistemas inmunitarios sacaban la bandera blanca.

- El sábado amaneció soleado y con malas rachas de aire frío. Pasamos la mañana en Cazorla, y comimos carne de caza junto a un precipicio hasta que nuestros poros comenzaron a rezumar cérvido.

- Por la tarde hicimos senderismo. Intentamos llegar a una antena que había sobre una colina pero nos lo impidió una verja construida por los otros. Jugamos a que éramos los de Perdidos y yo me pedí Sawyer. Al final Jack pisó una hez de vaca.

- Hoy, en Úbeda, la señora que nos ha enseñado la capilla funeraria de El Salvador me ha preguntado por mi posible vocación sacerdotal. El pueblo muy bien, muy limpio, muy curioso, se podía comer sobre él.

- El viaje de vuelta ha cobrado un sesgo intelectual cuando ha surgido el tema de la posible despenalización del aborto con efectos retroactivos.

Luego editaré el post y pondré unas fotos para que veais ilustrado lo que ahora sólo vuestra imaginación apenas atisba.

jueves, 25 de octubre de 2007

Improcedencia

Anteayer despidieron a un compañero de trabajo de un amigo, y para celebrarlo (¿?) le montaron una fiesta nocturna y sorpresa superguay.

La cuestión es que ayer pasé por la empresa de mi amigo a saludarlo y a preguntarle qué tal había ido la fiesta nocturna y sorpresa superguay. En este punto de la narración, debo aclarar que conozco a algunos de los trabajadores de la empresa de vista, a otros de oídas y a otros de olfato, pero con la mayoría no he cruzado más que un par de corteses "buenassss".

Y entonces me dice Antonio, el amigo, que espere fuera que sale enseguida. Y yo espero fuera. Y va saliendo gente. Y empienzan los "buenassss" e incluso algún que otro "¿me podría decir la hora?". Y a todo esto sale uno que me suena remotamente y se produce el siguiente diálogo:

- Antonio dice que sale enseguida.
- Ah, perfecto...
- ¿Qué tal va todo?
- Pues bien...
Naturalmente, yo no tenía ni idea de con quién hablaba.
- Me alegro mucho.
- ...
- ...
- Ayer fue la fiesta de despedida de Cristóbal, ¿eh?
- Sí.
- ¿Estuviste?
- Sí, por allí estuve, sí.
- Anda que... menudo eres tú, no te pierdes una.
Algún día espero enterarme de por qué dije eso.
- Ya te digo.
- Bueno, pues que vaya bien, ¿eh?
- Hasta luego.
- ¡Adiós!

Pues sí, era el propio Cristóbal.

Pero ¿no estaba despedido? ¿qué hacía allí?

Y además, ¿acaso tengo yo la culpa de que se me dé peor conocer que ser conocido?

martes, 23 de octubre de 2007

Post eminentemente anafórico

Había dos televisores de cuarenta y dos pulgadas.

Había dos Xboxes 360.

Había ocho mandos inalámbricos.

Había tres paquetes de pilas.

Había un GRAW 2 y un Halo 3.

Había palomitas saladas y, por otra parte, palomitas dulces y, por otra parte, una caja de galletas que fue devorada con avidez.

Había un perro y un gato.

Había una pizarra blanca y un rotulador negro para las puntuaciones.

Había pizzas de masa pan (o masa frita) y pizzas de masa clásica (o masa hez).

Y había diez amigos deseando dar al resto lo que se merecían en un día otoñal de tonalidades grisáceas.

Puede que muchos penséis que menudos frikis e incluso que a nuestra edad eso es una vergüenza y que deberían encarcelárnos a todos, pero yo os digo que fue una jornada de incursión furtiva en nuestras infancias y que lo pasamos chupi.

Atended, atended...


lunes, 22 de octubre de 2007

La abeja cadáver


Rondaba yo los ocho años, como siempre hago, y usufructuaba una mansioncita campestre en compañía de mi familia. Recuerdo que llevaba una de esas sandalias que nos ponían a los niños pequeños para no pisar las algas, de esas de plástico que se ajustaban con una hebilla.

Aquel día estaba eufórico, porque quizá porque mi niñez sigue jugando en tu playa, quizá porque ese día había ingerido más azúcares que los permitidos por la legislación entonces vigente, cometí la temeridad de descalzarme. Entonces la vi, en el suelo, muerta, boca arriba, patas arriba y aguijón arriba. Era una abeja normal, no tenía pinta de haber sido gran cosa en vida, y pensé: "ja, ja, ja, qué abeja más muerta, qué pringá".

Debí de pasarlo tan bien en la piscina haciéndole aguadillas a mi hermano (a ver si se decide a comentar a base de provocaciones), que a la salida olvidé a la abeja y caminé ufano hasta ubicar el dedo pulgar de mi pie derecho en el aguijón central de la abeja muerta.

Todavía hoy, los inquilinos afirman oír cada noche la terrorífica risa del cadáver de la única abeja a la que no le hizo falta perder el aguijón para morir y picar en ese orden.

jueves, 18 de octubre de 2007

¡Fobia suuuuuperada!



¿Qué pensábais, que nunca iba yo a superar mi auténtico pánico genético e hiperestésico a meterme en un túnel de lavado dentro del coche? Pues menudo soy yo. Después de casi treinta años, ahí estoy, hecho un campeón.

Ahora sólo me quedan las películas de terror, la pandilla basura, la gente que escupe por la calle, las avispas, el tono Nokia de los nokias, los cajones semiabiertos, Adam Sandler, los que usan emoticonos en lugar de palabras por messenger, La hora hache, los restos de tiza que quedan sin borrar en las pizarras, las camisas de rayas azules y blancas con cuello blanco, las bolsas de basura que se rompen, los tópicos que son verdad y algunos cientos de fobias más que iré añadiendo conforme se me ocurran.

Un día os contaré cómo me picó una abeja muerta.

martes, 16 de octubre de 2007

Noticias breves para mentes inquietas

- El viernes pasado estuve en el primer botelleo oficial de mi vida, y he de decir que lo pasé bien, que no bebí nada en absoluto (¡hola mamá!), y que queda mucho mejor "botelleo" que "botellón" o incluso "botellona", como se le denomina en Sevilla y aledaños mártires.

- Leo en DentroCine que Helen Mirren será dirigida por su esposo, pero no especifican a dónde.

- El día 12 de enero, La Casa Azul ofrecerá un concierto en el Auditorio Víctor Villegas de Murcia. He oído algunas canciones de las nuevas y son un tanto peores que las de anteriores elepés. Quizá sea debido a que el porcentaje de palabras esdrújulas utilizadas en las letras ha bajado en un 63% como consecuencia de la caída del IBEX 35.

- Últimamente me topo con blogs que me disparan el ácido úrico.

- Sigo teniendo muchas ganas de grabar un corto, o de interpretar de una puñetera vez al Sr. Martin de "La cantante calva", o de no hacer ninguna de las dos cosas.

- Hoy, en esgrima, me han pegado un espadazo en la espalda, y aún no sé cómo ha podido ocurrir física ni metafísicamente, puesto que estamos uno enfrente del otro.

Y un aforismo para terminar: "en el país de los ciegos, el tuerto está en la cárcel".

Muchas gracias.

viernes, 12 de octubre de 2007

La te con la equis, che

Queridos contertulios, hoy no voy a hablaros del efecto dos mil, tal y como suelo hacer habitualmente. Hoy, por ser el día de la hispanidad, vamos a distraernos un poco departiendo sobre empresas en general y franquicias vascas en particular.

Confesad que alguna vez habéis comido en el Lizarrán. Por si no, el Lizarrán es un sitio donde los camareros molan y hay un montón de gente acetxante alrededor de la barra en busca de nuevos pintxos que llevarse a las fauces. Cada pintxo lleva un palillo. Cada palillo pintxa un pintxo. Además, hay carteles supertxulos colgando de las paredes con bromicas y fotos de señores fornidos cortando troncos.

A mí me gusta, como dice Jaimito en el txiste del amoníaco. Hoy he vuelto a ir con cuatro amigos. Y ha llegado el camarero molón: dos botellines de agua, una cocacola, una cerveza con alcohol, otra de las normales, cuatro fuentes de patatas bravas (sí, cuatro) y algún pintxo residual para ir abriendo boca.

Ahora imaginad que sois hombres españoles como Dios manda y que leeis en una pizarra que con cincuenta pintxos adquirís el derecho de propiedad sobre una camiseta negra que pone "I love txistorra". ¿Qué haríais?


Ahí los tenéis. Cincuenta justos. Daba igual que fueran de boquerones con salsa tártara que de sobrasada con paté de deshechos humanos. Claro, cuantos más llevabas más náusea vital sentías, pero más cerca estabas de los cincuenta. Cedían los agujeros del cinturón, pedíamos más bebida para acompañar la ingesta, se nos nublaba la vista, pero somos hombres españoles como Dios manda y teníamos que rendir homenaje a nuestros antepasados. Sobre todo a tantos y tantos que han muerto de indigestión y que la Historia ha relegado a la sima del olvido.

De postre, brownies de chocolate sobre letxo de nata confitada. Total, ya...

Mis padres están cenando. Yo escribo este post en ayunas desde las tres y media y con claros síntomas de congestión cerebral, pero la camiseta es nuestra y eso es algo que ya nadie nos podrá arrebatar.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Hoy empieza todo


Con ese gracioso título que os evidencia lo muchísimo que sé sobre el cine de Bertrand Tavernier os comunico que esta noche empezamos con El Ciclo.

La cosa va a ir de remakes. Hemos considerado aquellas propuestas que no nos hicisteis, porque las que hicisteis nos parecieron demasiado inexistentes. Salvo Chú, que nos propuso a Tarantino, y Bito, que escanció un poco a Jarmusch y a los dogmáticos, el resto de comentarios iban dirigidos a dilucidar acerca del personaje masculino de "Lost" sobre cuyo torso estaríais dispuestos a tomar té con pastas (vid. comentarios).

Aunque hemos previsto ya los suficientes pares de películas como para mantenernos ocupados hasta fechas navideñas, estamos abiertos a sugerencias, siempre y cuando versen sobre películas y no sobre torsos de personajes de "Lost".

Ya sé que el concepto de remake es amplio y excedentario. No hace falta que las películas se basen en el mismo guión, pero tampoco queremos poner películas simplemente parecidas.

Habrá improvisación sobre la marcha, pero hemos pensado en

"El quinteto de la muerte" y "Ladykillers",
"Solaris" de Tarkovsky y "Solaris" de Soderbergh,
"Los siete samurais" y "Los siete magníficos",
"Breve encuentro" y "Deseando amar",
"Drácula" de Browning y "Drácula" de Coppola,

"La guerra de los mundos" ha quedado descartada por Real Decreto.

Esta semana toca "Lolita", y la semana que viene, "Lolita".

¿A que queda de lo más repetitivo?

martes, 9 de octubre de 2007

Notas para una futura reinvención de "La gata sobre el tejado de zinc"

- Ni hablar.
- Me empieza a cansar tu costumbre de responder espontáneamente a preguntas que nadie te hace.
- Anteayer mantuve una discusión telefónica con tu madre. Dice que quiere verte más, que desde que te fuiste nadie le susurra la palabra "estupor" al oído, y me culpa por ello. Creo que estoy empezando a volverme loca. Esa mujer acabará conmigo.
- No le hagas caso, siempre ha sido así. Aún recuerdo cuando éramos pequeños. Tenía la costumbre de operarnos de apéndice cada semana sólo por el placer de vernos el intestino delgado.
- Pero Auguste...
- Son cosas de la edad. Se le pasará. Mañana cumple dieciocho años y ya sabes cómo se pone.
- No, no lo sé. Yo ya no sé nada.
- Se pone vertical. Es el único sentido que tiene. Sentido vertical.
- Déjalo ya, no quiero volver a oír hablar de esa mujer. ¿Sabes lo que me dijo la última vez que la vi? Insinuó que no soy suficiente mujer para ti, que tengo los codos demasiado convexos, ¡que disfrutas acariciando panecillos!
- ...
- ¿Por qué ese silencio?
- Tengo que decirte algo, mi pequeño ruiseñor.
- ¿Qué? ¿Qué es?
- Anteayer contraté una póliza de seguros para mi peine.
- ¡No! ¡No puede ser verdad!
- Me temo que sí, y creo que esta vez no hay marcha atrás.
- Ahora se explica tu extraño comportamiento, ahora entiendo por qué te azoraste tanto cuando te sorprendí intentando sumergir un candelabro en salsa bearnesa. Dios... ¿cómo he podido estar tan ciega?
- No te culpes. Culpa a Ángel, que esta noche está desquiciado y se le ocurren entradas como ésta.

(Dedicado a 4102, que hoy cumple mi edad y en el fondo se siente muy identificada con ese tipo de personajes femeninos y masculinos)

domingo, 7 de octubre de 2007

Pura anarquía


Ayer terminé de leer "Pura anarquía", el último libro de relatos cortos de Woody Allen. Ya había leído "Adulterios", "Cómo acabar de una vez por todas con la cultura", "Sin plumas" y "Perfiles". Me ha parecido, hasta ahora, su libro más flojito. Como libro de relatos cortos funciona tirando a mal, pero ni siquiera creo que acabe de gustarles del todo a la mayoría de fans de Woody. A mí, por lo menos, no.

Quizá sea debido a un estilo ampulosote y a la reciente adquisición estilística de unos juegos de palabras cómicos y perifrásticos que me recuerdan más al humor de Eduardo Mendoza en su trilogía de Barcelona, por ejemplo, que al surrealismo deconstructivo que esperaba encontrarme.

Creo que pasa con sus libros algo parecido a lo que ocurre con sus películas. Ahora son más accesibles y menos inaccesibles, pero la carga posmodernoide que destilaban las primeras películas ("Bananas", "Toma el dinero y corre", "Zelig", "Manhattan"...) se va diluyendo. Y yo, particularmente, la echo de menos.

No obstante, para que no me tachéis de maniqueo y estúpido, os voy a dejar con un fragmento de uno de los relatos que objetivamente sí tiene gracia:

"Ahora bien, cuando apareció otro fiambre en el SoHo dos días después, también sin el menor indicio de juego sucio, y un tercero en Central Park, saqué la Dexedrina y avisé a la Inmortal Amada de que trabajaría hasta tarde durante un tiempo.

- Es asombroso -dijo mi compañero, Mike Sweeney, mientras extendía la habitual cinta amarilla en el lugar de los hechos. Mike es grande como un oso y fácilmente podría pasar por un oso, y de hecho varios zoos se han puesto en contacto con él para proponerle que sustituya al oso auténtico cuando se pone enfermo-. La prensa sensacionalista dice que es un asesino en serie. por supuesto, los asesinos en serie se quejan de la parcialidad y de que siempre son los primeros a los que acusan cuando mueren tres o más víctimas de la misma manera. Desearían que elevaran el número a seis".

jueves, 4 de octubre de 2007

Entrada nostálgica de día lluvioso


Hoy ha llovido mucho. No sé de qué color será la alerta, pero intuyo que tirando al rojo. Y además, por un dolorcillo de cabeza provocado por la tesis o una tesis provocada por un dolorcillo de cabeza -no lo sé aún-, he pasado todo el día en casa frente al ordenador, oyendo el repiqueteo de la lluvia contra las ventanas y mirando de vez en cuando el cielo nublado y el característico ambientillo de prisas y paraguas.

Y de pronto me he acordado de la infancia y del cole. No sé por qué, será porque en los ochenta llovía más.

He pensado en las botas de agua. El otro día vi a un crío en la panadería con botas de agua; pensaba yo que ya no existían. Las botas de agua y los charcos previstos para ser saltados, con los pantalones bien metidos por dentro no fueran a mojarse los calcetines. Recuerdo que yo era de los niños de clase B que siempre llamaban a los niños de clase A para ver si iban a llevar botas de agua y no hacer el ridículo.

- Oye, parece que va a llover, ¿te vas a llevar las botas de agua?
- No sé, ¿tú?
- ¿Sí?
- Venga.
- Pero seguro, ¿eh?
- Seguuuuuro.

Y luego llegabas a casa y merendabas galletas con mantequilla. No seguí al niño de las botas de agua hasta su casa para ver si merendaba o no galletas con mantequilla, así que no puedo garantizaros que sigan existiendo. Nosotros veíamos Los Caballeros del Zodíaco tan absortos que se nos acababan por blandear las galletas, que acababan hechas un amasijo en el fondo del vaso de leche con colacao, con la superficie llena de pompitas flotantes de mantequilla derretida.

Todo eso después de salir de clase por la tarde y justo antes de que empezaran los programas de vanguardia con que los programadores catalanes nos vacunaron a los niños de los ochenta contra varias tipologías de enfermedades psiquiátricas. Darwinismo puro y duro, porque muchos niños de clase C se quedaron en el camino. Recuerdo sobre todo El planeta imaginario, que daba un miedo que te morías.

Menos mal que existían las actividades extraescolares para liberar la tensión que acumulabas con tantas horas de tele experimental. Mis padres me matricularon a los cinco años en una academia de solfeo de la que salí nueve años después con nueve años más, las nociones básicas de solfeo para sobrevivir tras un naufragio, y un violín cuyas cuerdas sirven ahora de agarre para los columpios de alguna araña.

No se puede intentar abarcar en un post con el límite de la paciencia del lector todo lo que fueron aquellos años, pero tampoco es necesario. Cuando salga el sol se me volverán a ocurrir las tontunas de siempre.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Teruel existe más

Escucho unos cuartetos para flauta de Telemann que me acaba de regalar Eduardo. Aún no os he presentado a Eduardo; es un amigo que se caracteriza principalmente por poseer un coche en el que jamás se ha escuchado nada posterior a 1750, salvo un leve acceso de tos en diciembre de 2001.

Telemann me hace caer en la cuenta de que hace varios días que no os cuento esos chascarrillos que tanto regocijo os procuran. Voy a espolvorearos algunos relacionados con el mundo de televisivo, mientras llegan al rabillo de mi ojo izquierdo imágenes sueltas del telediario de Antena 3.

Cada día que pasa me doy más cuenta del ambiguo papel que desempeña Murcia en los telediarios, informativos o incluso noticiosos, llegado el caso. No aparece nombrada más que en la sección de sucesos, esa parte que compone el 99'6% por ciento del tiempo que dura el informativo, incluyendo los deportes y el parte meteorológico, y dejando a salvo el 0'4% de las cortinillas y en los títulos de crédito. Por ahora.

Antes de lo que nos esperemos,

Jefe de Redacción
Pedro Barceló (cuyo hijo menor ha fallecido recientemente por combustión espontánea tras ingerir néctar de piña no homologada)

Presentadora
Josefa O'Donnell (la presunta asesina del batiscafo, sorprendida mientras mantenía relaciones ilícitas con una fotografía de Ramón J. Sender)

En los sucesos deportivos sólo aparecemos cuando el Murcia C.F. sube a primera, acontecimiento que sólo se puede equiparar en regularidad a mis transmigraciones de espíritu.

¿Y el parte meteorológico? Es donde Murcia menos existe. Incluso con los veranos murcianos, en los que la temperatura mínima de cualquier día de agosto bastaría como para caldear todo el año la cosa oeste de Noruega. Es lo mismo. La provincia donde se han alcanzado máximos históricos siempre será Córdoba. O Sevilla. O las dos a la vez.

Incluso los encargados del parte meteorológico, que ahora tienen todos un desparpajo y una chispa que para sí los quisieran cualquier Oompa Loompa, suelen ubicar sus coxis sobre nuestra Región, no sea cosa de que se vea algo.

- ¡Nene! ¿Han dicho qué tiempo va a hacer?
- Pues no sé, mamá, espera, espera... me parece que nubes con sol.

Ahí los pronósticos arriesgan poco. Nubes con sol. Así también pronostico yo. Además fijaos en que ahora hay un simbolito nuevo de nubes con sol y una chispa de lluvia. Les falta uno donde además aparezcan copos de nieve y algún rayo, para acertar seguro.

Menos mal que todavía se mantiene el hermanamiento entre Murcia y la ciudad polaca de Lodz. Si no, a ver quién nos iba a conocer.

lunes, 1 de octubre de 2007

Mi coche


Obtuve el carnet de conducir a los veinte años. Aprobé el teórico a la primera y el práctico a la segunda, después de que me suspendieran la primera vez sin faltas graves, sin lesiones físicas ni psíquicas, sin más delito que "exceso de prudencia", según el examinador. Es verdad que no pasé a tercera ni una sola vez, y que cuando atisbaba con mis prismáticos que alguien tenía intención de cruzar el paso de cebra sobre el que casi estaba, paraba el coche cortésmente, pero eso hubiera debido ser motivo de galardón, no de vil suspenso.

La segunda vez, el examinador padecía una obesidad mórbida que intuyo le inducía episodios de narcolepsia, sin los cuales no me hubiera pasado un frenazo tras el cual mi profesor sufrió un aneurisma cerebral.

Cinco años más tarde, sin conducción intermedia, me compré el coche. Necesitaba ir al trabajo de alguna manera que no incluyese en el pack la sudoración compartida y el intercambio de vahos. Y con ese planteamiento previo encaminé mis pasos hacia un concesionario Volkswagen y me situé frente a un señor que me estuvo hablando de habanos, de viajes a Cuba y de dónde tenía que firmar exactamente para llevarme el Polo que en su opinión yo siempre había deseado.

La verdad es que ya va para el quinto año y no me ha dado problemas de importancia. Es más, podría afirmarse que se ha portado muy bien y que ha hecho todo lo posible por ganarse mi simpatía. No le niego el mérito, pero tendría que comprender que no me gusta conducir. Nuestra relación está basada en la necesidad recíproca. Él me necesita a mí y yo a él. Sin amor. ¿Conducción sin amor? Existe.

Hoy lo llevo a su primera revisión ITV. Creo que lo intuye, porque cuando lo he cogido esta mañana había dejado entre sus ruedas un charquito de líquido anticongelante. Tiene que comprender que es por su bien y, por tanto, también por el mío. No sé cómo saldrá del chequeo, pero espero que me dure, al menos, otros cinco años más.

Y que no se le ocurra reprocharme nunca que todas sus revoluciones por minuto eran fingidas.