miércoles, 29 de noviembre de 2006

Inicio de monóblogo

¿Se han fijado en que la gran mayoría de monólogos de humor comienzan con "se han fijado en que"?

martes, 28 de noviembre de 2006

Asuntos internos

¿Qué? ¿Cuántos de vosotros habíais perdido ya toda fe, toda esperanza y toda caridad en que volviera a escribir algo? ¿Cuántos me habéis situado como uno más entre tanta gentuza desaprensiva que comienza un blog y lo deja morir de inanición? ¿Cuántos creíais que había fallecido en un accidente automovilístico? ¿Cuántos creeis que mis nuevas gafas de sol son demasiado grandes y horteras?

Prejuicios, prejuicios y más prejuicios. Nada de eso es cierto. Bueno, quizá lo del accidente automovilístico, pero tengo hora para el forense la semana que viene y ya sabéis cómo van estas cosas.

Os quiero y desprecio tanto que no puedo evitar facilitaros el auténtico motivo de mi ausencia: problemas informáticos. Sé que esperabais algo mucho más poético, pero es lo que hay. ONO me ha tenido sin Hotmail, sin messenger, sin Gmail y sin blog desde el jueves. Probablemente les dedique un cariñoso post mañana o pasado. Por ahora dejémoslo estar.

Sabed que estoy de nuevo con vosotros, y que se acerca el día. Preparaos.

viernes, 24 de noviembre de 2006

Aforismo económico

Los que suelen hablar mal de Bancos y Cajas de ahorros, que piensen que tanto unos como otras atienden la humanitaria tarea de hacerse cargo de los préstamos sin intereses.

jueves, 23 de noviembre de 2006

(S)obra de teatro

Hace tres años, o, para ser más exactos, el curso pasado, encontrábame yo en actitud vigilante mientras un grupito de alumnos septembrinos se mordían las neuronas para superar la asignatura de Humanidades en segunda convocatoria.

No sé si en alguna ocasión habéis tenido la oportunidad de cuidar del orden público en un examen ajeno. Existen pocas experiencias tan gratificantes, y cuando digo "gratificantes" quiero decir "tediosas hasta el paroxismo", como inferís. El caso es que empecé a garabatear sobre un folio, con ese gesto adusto tan característico de los profesores que garabatean sobre folios, y de ahí nació este pequeño engendrillo teatral. Mi propósito era representarlo en un cumpleaños inminente, pero al final, lo de siempre... fuese y no hubo nada.

Quede aquí, pese a todo.




HUMANIDEDOS

Ángel


(La acción transcurre en una sala cualquiera donde B espera impaciente, consultando constantemente su reloj con gesto de visible intranquilidad. Aparece en escena A, llevando consigo un maletín y con el dedo meñique de su mano izquierda recto y estirado)

A.— Buenas tardes, ¿es aquí la representación?
B.— (Recriminatorio) En efecto, aquí es, llevo dos horas esperándole y empezaba a impacientarme. Llega usted con media hora de antelación.
A.— Es que para venir más rápido he dejado el coche en el garaje y he venido a pie.
B.— Ustedes los representantes siempre encuentran excusas.
A.— No crea usted esos rumores. Los crean otros.
B.— (mirando el dedo meñique de A) ¿Qué le pasa en el dedo?
A.— No, nada, que se me ha sostenido en el fa del piano y durante tres días lo tengo que llevar así o no habrá más remedio que amputarlo.
B.— ¿El dedo?
A.— No, el piano.
B.— Vaya…
A.— (Levantándose) Voy.
B.— No, mejor quédese. Bueno, ¿lo trae usted?
A.— ¿El piano?
B.— No, el dedo.
A.— (sorprendidísimo) Ah sí, claro, el dedo. Precisamente lo apunté en la agenda para no olvidarlo, pero al final se me ha olvidado.
B.— ¿El dedo?
A.— No, la agenda.
B.— ¿Y el dedo?
A.— ¿Qué dedo? (por segunda vez y en el mismo tono sorprendidísimo) Ah sí, claro, el dedo. Sí, aquí lo traigo.
B.— Pues es una lástima, porque ahora mismo no necesitamos dedos. Si tuviera usted detergente ya sería otra cosa.
A.— Claro, sería detergente.
B.— No necesariamente.
A.— (Tras meditar) Ahí lleva usted razón, pero en lo de antes no tanta.
B.— Por cierto, ¿usted qué representa?
A.— Obras de teatro de cumpleaños.
B.— ¡Oh, los cumpleaños! En cualquier caso, convendrá conmigo en que los cumpleaños de ahora no son como los de antes. ¡Aquello sí que eran cumpleaños! Eran tiempos de abundancia y prosperidad, y la gente cumplía los años que quería. Sin ir más lejos, recuerdo el último cumpleaños de mi abuelo, que cumplió seis años el mismo día, y no contento con eso, magnánimo como era, cumplió otros dos para un amigo suyo que era pobre y no podía cumplir. ¡Qué tiempos! ¡Qué abuelos! (momento de gran añoranza, en que ambos miran al vacío con expresión sonriente). Lo que pasa es que ahora lo que necesitamos son dedos. Hace falta mucho dedo de obra.
A.— (Corrigiendo prudentemente, con cierta timidez) Querrá usted decir “mano”.
B.— Sí, es cierto. Hace falta mucha mano de dedo. Tiene usted razón, pero yo no tanta.
A.— Pues ahora mismo dedos, dedos… no tengo, pero si quisiera detergente u obras de teatro…
B.— (Repentinamente muy ofendido) ¿Se está usted riendo de mí?
A.— Sí, claro.
B.— (Mucho más tranquilo) Ah, bueno, era por saberlo.
A.— Es fundamental saber reírse de uno mismo, ¿no cree?
B.— Personalmente, opino que es mucho más fundamental saber reírse de los demás.
A.— (Tras meditar) Ahí lleva usted razón, pero en lo de antes no tanta.
B.— (Cambiando de tema, aunque tremendamente interesado) ¿Ha visto usted las noticias?
A.— No.
B.— ¿Y qué han dicho del tiempo?
A.— Que transcurre inexorablemente.
B.— Vaya, habrá que coger el paraguas. ¿No tendrá usted un paraguas por casualidad?
A.— No, sólo llevo dedos y paraguas.
B.— Qué rabia, con la ilusión que le hubiera hecho a mi mujer una obra de teatro. Hoy cumple años, ¿sabe?
A.— ¡Enhorabuena! ¿Cuántos?
B.— Hoy sólo uno.
A.— ¿Y cómo se llama su mujer?
B.— Margarita.
A.— (Indignado) No me gusta nada, tiene nombre de pájaro.
B.— Entonces José Miguel.
A.— (Comprensivo y casi paternalista) Mucho mejor, ¿ve cómo no es tan difícil?
B.— Sí… (tras meditar), ahí lleva usted más razón que yo, pero no tanta como antes.

(Momento de pausa, un poco incómoda)

A.— (De nuevo un poco molesto) Bueno, pues si no le interesa nada, yo me voy a ir.
B.— Ah, ¿pero no se había ido usted ya?
A.— Sí, pero poco.
B.— (Reparando en la maleta) Oiga, ¿y qué lleva usted en esa maleta?
A.— ¿Aquí? (eufórico, casi gritando, como loco) Dedos, millones de dedos.
B.— Se los compro todos. Todos. Son para un cumpleaños.
A.— ¡Hombre, en ese caso se los regalo! Lástima que no tenga usted por ahí un poco de detergente; me han dicho que ahí fuera el tiempo está pasando inexorablemente.

—FIN—

miércoles, 22 de noviembre de 2006

El Bedel

Un homenaje a tantos y tantos profesores enrollaos murcianos que, día a día, nos esforzamos por metérsela doblada a nuestros alumnos.

martes, 21 de noviembre de 2006

Testimonio reflexivo

Esta tarde he visto a mi monitor de gimnasio un tanto desmejorado e ictérico. Según me dice está incubando un virus gástrico. Para evitar contagios la sesión ha transcurrido entre intentos suyos de acercamiento e imperceptibles estrategias evasivas de mi parte. Confío en que no haya notado demasiado los golpes que le he ido dando con un atizador de chimeneas cada vez que percibía inferior al adecuado el espacio que nos separaba.

No obstante, estoy empezando a notar síntomas de botulismo y síndrome premenstrual.

Recordatorio para futuro ensayo: ¿Es la hipocondria compatible con la caridad? De ser así, ¿cómo hacer para guardar varias manzanas de distancia preventiva llegado el caso?

lunes, 20 de noviembre de 2006

Aforismo telefónico

Una de las grandes ventajas de los teléfonos móviles, en la que nadie ha parecido reparar, es que nos permiten hablar solos por la calle tranquilamente sin que la gente piense que hemos perdido la cabeza.

domingo, 19 de noviembre de 2006

La boda

Sé que estáis deseando que os comente lo que me pareció la boda de ayer entre Tom y Kat. ¿Por qué no me lo decís y ya está? Cómo os cuesta a veces coger confianza...

Como sabéis, conozco a Tom desde hace ya mucho tiempo, de nuestra época de colegiales. No era entonces tan abierto como se muestra ahora. Se le podría calificar de "bicho raro", siempre con sus gafas de culo de vaso y sus tirantes, también de culo de vaso. Se alimentaba únicamente de carne de rododendro, que untaba bien de salsa de almizcle. Recuerdo, como anécdota, que en cierta ocasión le pedí prestado un microscopio para la clase de Latín, y me respondió, con aquella timidez evasiva: "lo siento, Ángel, me lo he dejado en casa". Eran cosas entre Tom y yo.

Fue años más tarde, unos treinta o cuarenta años, cuando lo volví a ver tras su huída del colegio. Lo suyo no eran los estudios. No digo que no fuera bueno, sino que el hecho de suspender todas las asignaturas le causaba cierto desasosiego. Pasaba más tiempo en el despacho del director que en clase, y más tiempo dentro de la chimenea del cuarto de estar que subido al quicio de la puerta. "Alejaos, no me gusta que la gente me mira mientras juego con la carbonilla", nos solía decir.

La fama lo convirtió en el Tom que todos conocéis, alegre, desenfadado y acrobático. Quizá en esto último su madre tuvo algo que ver, pues cuando aún era un bebé le desarticuló todos los huesecillos y lo entregó a una familia de gitanos que se dedicaban a la especulación financiera. No hace falta que os cuente más sobre Tom; la prensa se ha encargado de poneros al día. Y él, como es lógico, me olvidó completamente.

Sin embargo, hace un mes recibí noticias suyas. No me malinterpretéis, nunca le guardé rencor. Yo sabía que su infancia no había sido precisamente feliz, y la fama y el dinero no fueron más que un camino corto y placentero hacia lo que algunos han dado en llamar felicidad y yo, sin embargo, llamo Felicidad. Me encontré en el buzón con una invitación en la que podía leerse "me caso con Katie en Roma. Si vienes, hazme una perdida". Decidí ir, aunque me proveí de un picahielos por si acaso.

Le regalé un ramo de geranios y una caja de lacteol, como siempre. La ceremonia transcurrió sin incidentes, según el rito de la Cienciología. Su religión merece un comentario aparte, puesto que, contra la voluntad de sus padres, que siempre le procuraron una esmerada educación basada en los principios fundacionales de la Iglesia de la Cienciología, Tom nunca cambió de religión.

Katie iba sencilla, vestida únicamente con un traje de novia. En la mano izquierda sostenía una vara de madera de ciprés con una vejiga de cerdo y unos penachos dorados en el extremo superior, que simbolizan fidelidad a casi todos los hombres que no sean su marido. La música corrió a cargo de un ensemble instrumental, que interpretó deliciosas melodías. Fue muy aplaudida la decisión de incluir entre ellas fragmentos destacados de la zarzuela "Agua, azucarillos y aguardiente", cuidadamente censurados para evitar los pronombres posesivos, sancionados con la excomunión según la doctrina de la iglesia ciencióloga.

Durante el banquete tampoco hubo incidentes fuera de los habituales, salvo quizá el lamentable espectáculo que ofreció el padrino, que se mantuvo sobrio todo el tiempo y no hizo más que permanecer sentado en su silla, comiendo y hablando educadamente con sus compañeros de mesa. Copas, baile, rito de la incineración... Me aburrí un poco, sobre todo al final, cuando empezaron a tirarme a la piscina del hotel. No hay mucho más que contar.

Si queréis, mañana hablamos de cuando Pierce Brosnan me advirtió de que pronunciaba mal la palabra "escurridizo".

viernes, 17 de noviembre de 2006

Relato breve

Cuando despertó, el dinosaurio.

PS: ¡chúpate esa, Monterroso!

Geografía

¿Alguien sabría decirme por qué España está situada entre Corea del Sur y Sri Lanka en la lista de ubicaciones de blogspot, tras países que ni siquiera existen, como Yibuti o TP, conocida revista de programación televisiva esta última?

Aquí os dejo mi interpretación: los ordenan según criterio de volumen de exportación de productos derivados del níquel.

Contra y desde mi voluntad

Incluso desde antes de su creación, los blogs siempre me han parecido inventos del Maligno para fomentar la soberbia, la pereza, la ira, la envidia, la lujuria, la avaricia y la gula, entre otros muchos pecados capitales. Sed sinceros: en el fondo, ¿a vosotros qué os importa que yo esta mañana, al volver de comprar el periódico, haya visto una nube con forma de propietario de unos grandes almacenes y que sienta la necesidad de compartir con el Cosmos los sentimientos de ternura y nostalgia que ha despertado en mí tal fortuita contemplación? Si tuvierais que responder, lo haríais sin duda embadurnándome de brea y emplumándome acto seguido. No os culpo.

Pese a lo cual, esta mañana me he despertado con ganas de abrir un blog. Un blog sencillo, sin pretensiones, sin más aspiración que la de controlar vuestras mentes para poder formar el ejército que me convierta en Dueño de la Humanidad para acabar de una vez con Ella y sustituirla por crêpes de dulce de leche. ¿No habéis acariciado alguna vez vosotros también ese sueño, al menos cuando os encontráis con uno de esos tenaces repartidores de periódicos gratuitos?

Está la cosa muy mala, amigos míos. Un blog para mí, para mí solo, sólo para mí. Creo que me siento como esos exploradores que, creyéndose perdidos, descubren ante sí una pequeña vereda que les conduce a un precipicio oculto tras dos arbustos. También siento hambre. Tenía que haber desayunado algo más que una barrita de cereales Dia, pero me ha vencido el poder de fascinación de los caracteres cirílicos que adornaban su envoltorio.

Otro día os cuento lo de la nube. Y por qué creo que la semana que viene me visitarán los Testigos de Jehová.