sábado, 24 de marzo de 2012

Ventajas de tener estafilococos en la garganta

Antes de empezar con esta entrada, me gustaría disculparme por lo del otro día. Ya sabéis, os dije que la infección de mi garganta era estreptocócica, cuando en realidad mis nuevos inquilinos son estafilococos. No sé por qué os mentí, tal vez por vergüenza, por miedo a ser juzgado. Sé que sois especialmente estrictos cuando se trata de bacterias. Me responderéis que no puedo escribir "antes de empezar con esta entrada" mientras empiezo la entrada sin infringir las reglas de la lógica e incurrir en aporía dolosa, pero no pediré perdón por eso. ¡Viva la aporía! ¡Abajo la ucronía!

Dicho lo cual, paso al asunto central del post. Ventajas de tener estafilococos en la garganta: 

-No hay fiebre. La fiebre siempre es un fastidio que te obliga a sudar, esa ordinariez que no deberíamos tolerar en pleno siglo veintiuno, al menos entre las personas respetables que engrosamos las clases altas y jugamos al dominó en el Casino de Personas Respetables que Engrosan las Clases Altas, donde vamos los sábados por la tarde con nuestros bigotes, nuestros puros y nuestras congestiones cerebrales.

-Puedes decir que estás malo, y la gente te cuida y te da golosinas, o cruasanes de chocolate, o trocitos de pechuga de pollo, mientras te cogen de los mofletitos con ambas manos y te dicen cosas como: "aaaaay, en cuanto te pongas bueno te voy a dar golosinas, cruasanes de chocolate o trocitos de pechugas de pollo exactamente igual que hago en este momento".

-Te sientes acompañado. Los estafilococos son bacterias que, pese a lo que se diga de ellas, muestran una lozanía y una alegría envidiables. Siempre de buen humor, raro es el día en el que no me sorprenden con un detallito. Ayer mismo me encontré encima de la mesa un cassette con grandes éxitos de Mocedades que me trajeron de El Corte Inglés antiguo Galerías Preciados. 

-Puedes pedirle a una señorita que te pinche dos veces en la misma nalga. Esta conducta, que nuestra sociedad hipócrita censura con sus melindres y su doble moral, está permitida si tienes estafilococos en la garganta. La señorita interpelada, en estos casos, dejará lo que esté haciendo en ese momento y tendrá que pincharte hasta un máximo de dos veces al día en la misma nalga. La Ley prevé para la omisión de este deber sanciones que pueden oscilar entre los doce hombres sin piedad y las dos mil leguas de viaje submarino.

Hay más, pero me las guardo para una entrada que se va a llamar "Inconvenientes de no tener estafilococos en la garganta".

viernes, 16 de marzo de 2012

Fauna de gimnasio (y III): las Mayorías Étnicas

Acabo con esta entrada mi trilogía acerca de los habitantes que pueblan el gimnasio donde bruño mis músculos con fruición. Esta semana, empero, confieso que he descuidado los deberes físicos, mas no tanto debido a la desidia que me inmisericordemente me atribuís, como a unas décimas (o espinelas) que me acompañan desde el pasado sábado y que parecen ser debidas a un grupito de pizpiretas bacterias que hacen largos en las placas de pus que han instalado en mi aparato fonador.

Pero centrémonos. Mi gimnasio, lejos de la univocidad que caracteriza a los vuestros, es de un plurívoco que espanta, y en él no sólo se dan la mano con insólita soltura las transpiraciones cutáneas, sino que igualmente conviven en armónica armonía los miembros de etnias de un montón de colores distintos. 

Así, nos encontramos con señores de raza negra, caracterizados por su piel negra, sus dientes blancos y su asombrosa capacidad para comunicarse entre ellos usando sólo la letra u; con señoras de raza iberoamericana, caracterizadas por su amabilidad y por su intención tan obsesiva como frustrada de perder masa máxima autorizada; y con señores de raza mora, uno de los cuales muestra su tal vez comprensible preocupación por mi vida íntima, y me ofrece valiosos consejos que nunca sabré ni probablemente querré aprovechar.

Y ahora dejamos de hablar de gimnasios, si os parece, y nos ponemos con las cosas que realmente importan.