miércoles, 29 de abril de 2009

Se busca

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Y entonces, justo ahora, justo cuando me propongo escribir una entrada diaria en plan narrativo, descriptivo o neutro, me encuentro con que las imágenes que adornaban mi blog han desaparecido por completo. Llevo cuatro días buscándolas. He pegado carteles por toda la ciudad, e incluso ofrecido precio, recompensa o promesa a aquel que me pudiera orientar acerca de su paradero desconocido. Nada.

Al final, lo que veis. Una resolución severa, escueta y luterana: la vuelta a la plantilla prefabricada de toda la vida.

No lo veo mal, pero me resisto. Pagaré lo que haga falta y como haga falta a quien sepa aplicar su enorme talento en el campo del diseño pop al lenguaje HTML.

Obsta decir que cualquier referencia a pagos en este blog es meramente anecdótica y, por qué no decirlo, absolutamente falsa.

Vosotros lo habéis querido.

miércoles, 22 de abril de 2009

Por si a alguien que no soy yo le pasara

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Facebook se ha puesto de moda. Casi todo el mundo tiene cuenta y es público ya que aquel que no la tiene existe un poquito menos y no se le permite tener ardillas amaestradas. En Facebook hay, como sabéis, personas, pero también grupos y páginas. De las primeras te haces amigo, de los segundos te haces miembro y de las terceras te haces fan. Ejemplos prácticos:

- Personas: Arístides Rinaldini Coscolleda. Basta establecer un vínculo de amistad para que los amigos puedan verse fotos, estados de ánimo, vídeos y, en definitiva, absolutamente todo, porque los amigos son amigos y eso comporta lealtad y acceso a las intimidades sean cuales sean.

- Grupos: Partidarios de la gastroenteritis vírica. Uno se une a la causa, que se muestra en forma de miniportal, con su tablón de anuncios e incluso pequeños foros de debate. Los grupos son seres inertes en los se opera, y por tanto ni sienten, ni padecen, ni tienen acceso a los perfiles de sus miembros.

- Páginas: Donuts de almizcle. Uno se hace fan. Fan de lo que sea. La imaginación vuela (es incluso probable que la de "donuts de almizcle" ya exista). Normalmente tienen un componente retrofrikipopiguayochentero muy del agrado de mi generación. Muy parecidos a los grupos, e igualmente inertes: uno puede escribir en ellas pero ni ellas ni sus administradores pueden cotillear los perfiles de sus fans.

El problema viene cuando llega el Alcalde del Municipio o la Red de Cines de Autor Guays y le declara a uno su amistad incondicional. Entonces uno, sin persárselo mucho, acepta porque piensa que así pagará menos impuestos y por fin sus amigos lo considerarán gafapasta y le dejarán mirar la sección Cultura de los magazines. ¡¡Pues mal!!

Si habéis llegado hasta aquí, si habéis leído punto por punto, si habéis aceptado solicitudes de amistad de gente que no son amigos ni lo podrían ser nunca por inaccesibilidad o por no ser personas, y que más bien deberían ser grupos o páginas, sabréis que el funcionario municipal encargado de Facebook y el becario en prácticas de quinto de audiovisual, por seguir con nuestros ejemplos, se estarán partiendo sus respectivos bazos viendo las fotos denigrantes de vuestra última fiesta de pijamas.

Por mí, que no quede.

domingo, 19 de abril de 2009

Asesino en serie

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Mientras no llega Lost, el plato fuerte de los jueves, sacio mis hambres con series de menor cuantía, es decir, absolutamente todas las demás. No me refiero a telecomedias o sitcoms en formato veinte minutos con o sin risas enlatadas. Los grandes descubrimientos este año y pico en ese campo de investigación fueron The big bang theory, The IT Crowd y, sobre todo y muy por encima de todas, Arrested development. Ahora hablo de asuntos serios que interpelan a la propia mismidad del ser humano en cuanto ente dotado de libertad, dignidad y posibilidad de suscribir una póliza de seguros. Asuntos, en definitiva, como los que aborda Lost.

Decepcionado profundamente con Heroes y su facilidad para convertir un guión con superhéroes en el entramado societario de RUMASA, busco cobijo en las aventuras asesinas de Dexter, y por ahora palian mi apetito a modo de tabla de patés y quesos. De los siete capítulos que llevo todos mantienen el ritmo necesario para mantenerte en vilo. No la calificaría de serie didáctica, pero tampoco es, como algunos flanders han sugerido, el manual del perfecto psicópata. Original y con un planteamiento entre lo dramático y el suspense, con ráfagas de humor negro que amenizan la trama principal y las secundarias.

Y si la empezáis a ver y no os acaba de gustar, siempre podéis volver a las series de producción patria e intentar nacionalizaros en Ulán Bator.

viernes, 17 de abril de 2009

Testigos de Jehová 1 - Ángel 0

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Hace menos de un año, un testigo de Jehová bien encarado y otro mal encarado llamaron a casa. Les dije que no, que ya tenía, pero insistieron y tuve que refutarles cada uno de sus postulados y artimañas con el escolasticismo que me caracteriza. El conciliador se mostró simpático (y viceversa), pero su partenaire iba enfureciéndose cada vez más hasta que en un momento dado llegó a decir algo así como que el Papa es un borracho que se bebe el vino de misa. Lo llamé al orden y su compañero le reprendió soterradamente. Eso bastó.

Tres días después, al aparcar el coche frente a la casa de un buen amigo que vive pared con pared con el Salón del Reino de los testigos, vi al testigo hostil, y nos saludamos como si tal cosa. Al salir de casa de mi amigo, horas después, mi coche había sido retirado por la grúa. Multazo de 95 euros por estacionamiento en lugar donde se dificulta el tránsito circulatorio. Ni qué decir tiene que el aparcamiento era impoluto. Es más, suelo aparcar allí, había una fila entera de coches de la que sólo sustrajeron el mío y estábamos en plenas afueras de Murcia tirando a huerta, donde las normas circulatorias se desvanecen como Marty McFly en "Regreso al futuro". Mis sospechas, al poco, se vieron confirmadas: el testigo hostil había llamado a la grúa.

Tras cuatro recursos fallidos y a las puertas ya del contencioso-administrativo, he pagado esta misma mañana el importe de la sanción. Ahora, lejos del amor por el derecho de libertad religiosa que siempre ha impregnado mis acciones y pensamientos, busco el modo legal más sutil de tomarme la revancha. ¿Alguien tiene ideas o, en su defecto, una palanca abrecoches termodirigida?

jueves, 16 de abril de 2009

La semana de la horterada sin fuste

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En Murcia, las vacaciones no se acaban cuando empieza la Pascua, ¡qué va! Hay fiestas para seguir. Siempre y cuando, claro, el concepto que se tenga de fiesta sea tan amplio como para englobar una sesión de reparto de doce mil pasteles de carne en plaza pública.

Algo así, que podría resultar grotesco en cualquier sociedad terrestre, y en general cualquier otra práctica contraria al orden natural de las cosas, puede llegar a aparecérsenos como costumbre cortesana versallesca si el día antes se celebra el Bando de la Huerta y el sábado siguiente, el Entierro de la Sardina. Por partes.

El Bando de la Huerta, día de conmemoración de la murciandad y del espíritu morconero, ha devenido con el paso de los años y la derogación de la ley seca, en una jornada consistente en el consumo hortera de alcoholes, trajes regionales y sustancias estupefacientes, tóxicas y psicotrópicas, bajo la vidriosa mirada de coleguis ebrios y la vista gorda de autoridades civiles y militares. Este año no he podido sustraerme geográficamente al Día de la B12, pero cerré a cal y canto mis ventanas de sucedáneo de PVC y adelanté en unas pocas horas el trabajo que tenía previsto para toda la semana.

El Entierro de la Sardina, por su parte, es el día en que Murcia pretende convertirse en Río de Janeiro y termina convirtiéndose en el cuarto círculo del averno, pero con purpurina y regalos cutres. El gran acto es un desfile, el mismo sábado, cuyo mayor atractivo radica en salir indemne de una marabunta humana que se despedazaría, llegado el caso, por conseguir un balón de plástico. La cosa tiene su gracia porque, el día siguiente, todos los periódicos sacan la correspondiente foto de un nonagenario mordiéndole un pezón a unas señoras presuntamente brasileñas que habilitan anualmente a tal efecto.

Yo, mientras tanto, en mi cubículo, sigo con mi vida, riego mi curriculum y veo Lost con la misma fruición de los nonagenarios suprascriptos.

domingo, 12 de abril de 2009

Pause!

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La Semana Santa concluye, como de costumbre, con el domingo de Resurrección, vulgo hoy. Nada se ha salido de lo deliciosamente previsto. Las costumbres que me recuerdan anualmente quién soy, de dónde vengo y a dónde voy han permanecido incólumes e incluso me han hecho olvidar los rigores de la primavera, estación malévola y deletérea.

Ha sido una semana intensa, llena de esos momentos en los que a uno le apetecería pulsar pause y dejar las cosas así. O como en "Fuera de este mundo", juntar los dedos y detener el tiempo un rato, en una de esas sesiones de oro en las que cuatro o cinco amigos, con el vaso generalmente al alcance de la mano, hablamos y reímos, seguros en la certeza de que el mundo entero, y algo más allá del mundo, se abre a nuestra mente, y nadie tiene ninguna querella ni responsabilidad alguna frente al otro, sino que todos somos libres e iguales, como si nos hubiéramos conocido hace apenas una hora, mientras al mismo tiempo nos envuelve un afecto que ha madurado con los años.

Y con ese parafraseo de C.S. Lewis, que da a esta entrada ese tonito discrepante por el que pido disculpas hasta cierto punto, me despido considerando injusto no dar las gracias a José Miguel, Andrés, Antimo, Eduardo, Emilio, Manuel y todos los que habéis contribuido a que todo vaya a seguir siempre así.

À tout à l'heure!

martes, 7 de abril de 2009

Semanasán

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Seis días os tengo a pan y agua, a dos velas, a media luz y a tres cuartos de libra de ternera. La Semana Santa, en casa, siempre ha sido momento de revuelo cofrade, de túnicas al viento, de traslados, pitos y flautas y, sobre todo, de un regreso al pasado en forma de reencuentro con un montón de tradiciones festivolitúrgicofamiliares que funcionan como punto de retorno. Uno va digievolucionando y un buen día se pregunta: ¿quién soy? ¿a dónde dirijo mis pasos? ¿que fue de aquel niño, líder carismático, que arrastraba multitudes tras de sí y del que todos esperaban tanto? ¿y de mí?

Así, en Semana Santa vuelvo a ser el mismo nazareno que empezó a los cinco años a circular en procesiones. Más experimentado y anciano, pero igual en esencia a fin de cuentas. O si no, al menos sí en estatura. Estos días he estado sacando túnicas, capuces, saliendo de tapeo y de vermuses, mezclando lo religioso, lo cultural y lo lúdico en dispar proporción. Compenso ahora mi descuido con una jugosa anécdota real como la vida misma que ilustraré y probaré en cuanto llegue a casa, coma y duerma una siesta de dieciséis horas.

Como sabréis después de leer este párrafo, en las procesiones murcianas los nazarenos tienen por costumbre repartir caramelos, chucherías, monas, huevos duros y estampitas o libritos que se distribuyen entre amistades y muchachada en general. No sé cuál es el origen de esta costumbre, la verdad. En cualquier caso, da gustico estar viendo una procesión y que se te acerque alguien para saciar tu hambre y provocarte unas cuantas caries estupendas.

Este año, en lo que llevamos de Semana Santa, me ha dado tiempo a salir en una procesión y a ver otra. En esta segunda, un misterioso nazareno anónimo y cubierto me obsequió con una bolsita de algo inclasificable e incalificable. Juzgad vosotros mismos.



Como diría Dexter: "sí, quiero jugar".

miércoles, 1 de abril de 2009

De buena mañana, por decir algo

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Mi estado de ánimo por las mañanas podría calificarse con un cuatro, siendo cero "nefasto" y diez "funesto". Me levanto gruñendo, con náuseas prenatales y un estado de duermevela que me sitúa en el linde que separa la terrorífica pesadilla nocturna con la horrible realidad matutina. Sólo la ducha diaria es capaz de reanimarme y convertirme en un ciudadano civilizado con derecho a voto y a acariciar arenques.

No obstante, el efecto de las abluciones no siempre causa completamente su efecto benefactor. A veces, no muchas, aún salgo de casa pensando en el maldito momento en que a la raza humana se le ocurrió estigmatizar la idea de desplazarse reptando. Hoy ha sido uno de esos días.

Andaba yo meditabundo y cavilante, sopesando la posibilidad de reparar mi máquina de afeitar para interrumpir el proceso involutivo que me está devolviendo al Pleistoceno Medio, cuando, aún mecido por el hipnótico Morfeo, he salido de casa, he cogido las llaves, he cerrado con cuatro vueltas y he dejado absoluta e irremisiblemente encerrada a la señora de la limpieza.

Si no llega a ser por el berrido que al salir del portal le he oído a un albañil y que me ha devuelto a la realidad, ahora estaría escribiendo esto desde comisaría, acusado de detención ilegal con toda la razón del mundo.