El jueves pasado, camino de casa de mi hermano y de su exnovia, provisto como de costumbre de cuatro pasteles de carne y una botella de vino, divisé en la lontananza a un señor con túnica marrón, largas melenas grises y abundante cabellera en idénticas tonalidades. Completaba el conjunto un báculo de peregrino, un cíngulo bien ceñido y unas sandalias zarrapastrosas.
Cuando nuestros caminos se cruzaron, se dirigió hacia mí y me preguntó por un hostal que quedaba a unos cincuenta coma ocho metros de dónde nos hallábamos. Decidí acompañarlo, porque me pillaba de paso y porque además a ver quién es el guapo que le dice que no a alguien con un cíngulo bien ceñido. De camino, me interesé por su existencia. Me comentó, con marcado acento norteño peninsular, que estaban grabando una serie por los alrededores y que de ahí su mamarrachería. Ya en la puerta del hostal, decidió agasajarme y yuxtapuso dos de las clásicas muestras verbales de cortesía:
"En serio, muchísimas gracias, de verdad que te daría algo, pero no llevo nada encima ahora mismo."
Y, acto seguido:
"Bueno, hasta otra, y muchas gracias, que si no nos ayudáramos entre los locos no sé quién nos iba a ayudar".
Proseguí mi camino. Y fue poco después, a la altura del segundo pastel de carne, cuando decidí quitar del blog la publicidad, los premios y el arbotante.
Cuando nuestros caminos se cruzaron, se dirigió hacia mí y me preguntó por un hostal que quedaba a unos cincuenta coma ocho metros de dónde nos hallábamos. Decidí acompañarlo, porque me pillaba de paso y porque además a ver quién es el guapo que le dice que no a alguien con un cíngulo bien ceñido. De camino, me interesé por su existencia. Me comentó, con marcado acento norteño peninsular, que estaban grabando una serie por los alrededores y que de ahí su mamarrachería. Ya en la puerta del hostal, decidió agasajarme y yuxtapuso dos de las clásicas muestras verbales de cortesía:
"En serio, muchísimas gracias, de verdad que te daría algo, pero no llevo nada encima ahora mismo."
Y, acto seguido:
"Bueno, hasta otra, y muchas gracias, que si no nos ayudáramos entre los locos no sé quién nos iba a ayudar".
Proseguí mi camino. Y fue poco después, a la altura del segundo pastel de carne, cuando decidí quitar del blog la publicidad, los premios y el arbotante.
12 comentarios:
Jajajaja, ¡esta vez sí que me he reído! Qué ojo el monje; es que los locos son como los masones, que se conocen unos a otros (y espero que ahora estés pensando en el sketch "Cómo reconocer a un masón" de los Monthy Python...)
No sé si me siento más dolido por lo de "esta vez sí que me he reído" o por tu duda sobre mis conocimientos montypythonianos. ¡"Cómo reconocer a un masón", justo después de "The Architect sketch"!
De ser tu, a mi me habria dolido que no me haya dado propina. La coartada de la locura no anula la propinez. Ese era un listo, no un loco.
A mí lo que me duele es que cuando vienes a mi casa no me traes pasteles de carne, ni vino ni ná de ná.
¿No se te ocurrió pensar que era Gandalf? Sólo que de incógnito con una túnica marrón.
No se si lo he dicho antes, Angelucho: ya tienes anécdotas como para escribir tus memorias: "Memorias de mis mocedades", o, "Confesiones de un solista murciano" o algo pro el estilo, no me vengas ahora con que ya se ha escrito eso.
Palabra para verificar: rhemme, me deja estupefacto.
"a ver quién es el guapo que le dice que no a alguien con un cíngulo bien ceñido"
Ese es mi Mayordomo de Viernes Santo... ¿llevaba por ventura perez mariño guantes de piel de cabritilla?
Si le hubieras contestado a la primera muestra verbal de cortesía "no te preocupes, ya me han dado comida y bebida para hoy y mañana"; y a la segunda aquello de "insanire iucundum est", habría sido él el que quitara el arbotante.
Es que me gustaba el arbotante.
Josevisente, la inteligencia no está reñida con la locura. Lo decía un powerpoint que recibí hace seis años.
José Miguel, por eso dejé de ir.
Álvaro, en todo caso habría sido Radagast el Pardo, pero no podía serlo, porque era Gandalf.
Rentero, no menciones los guantes de piel de cabritilla en casa del ahorcado.
Maríal, tenía ya ganas de deshacerme de él, pero necesitaba a un señor con túnica como pretexto.
Una pregunta tonta: ¿Llevabas tú también túnica y sandalias zarapastrosas? Es que no se me ocurre porque querría darte propina un monje loco con cíngulo bien ceñido O_o
He ahí el quid de la cuestión. Yo llevaba túnica y cíngulo, pero estaban límpidos e impolutos.
Hasta el comienzo del segundo párrafo, creí que era una versión actual y personalizada de Caperucita Roja. No es que me haya decepcionado, pero estaba ilusionada pensando en la escena del zarrapastroso vestido de tu abuelita.
Por algún motivo que no alcanzo a comprender, este post se duplica en mi feeder.
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