viernes, 11 de abril de 2008

El cuentacuentos. La glándula Mariajosé

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El cuento que sigue a continuación está basado en una leyenda reciente, de hace pocas horas. Como siempre ocurre en estos casos, está ambientado en la América precolombina y se llama "Historia de la glándula Mariajosé".

Mariajosé era una glándula salivar. Pero no una de esas glándulas salivares que vemos a diario, trabajadoras, hacendosas y responsables. Mariajosé fue rebelde y promiscua desde joven. A los quince años había protagonizado un escándalo al hacerse pública su relación con una enzima condenada por exhibicionismo en un epidídimo.

No fue el único comportamiento turbio. Pocos meses después del suceso con la enzima, una conocida revista pulmonar informó sobre su pertenencia a la organización para la liberación del apéndice. Sus padres se preguntaban qué habían hecho mal. Don Amadeo, el padre, diputado conservador partidario de aumento de hierro en sangre, renegó de ella.

Cuando cumplió veinte años, Mariajosé huyó de casa. Durante mucho tiempo nadie conoció su paradero, aunque hubo quien aseguró que la había visto en el hígado, viviendo en una comuna de lípidos adosados. La verdad era otra: Mariajosé se había enamorado de Don Pedro de Ayala, un soldado español que la había engatusado con falsas promesas y que al final, después de problemas relacionados con el abuso de azúcares, la abandonó a su suerte y, lo que es más grave, embarazada de siete meses.

Tras un intento de suicidio mediante ingestión de básicos, Mariajosé acudió al Centro Santa Olalla para Glándulas y Hormonas de Comportamiento Descarriado. Allí se repuso y decidió tener al bebé, que nació sanísimo y, como siempre ocurre en estos casos, no tardó en devorar a su madre con avidez.

Como veis, el cuento acaba bien, pero la vida real es bien distinta. Sed precavidos.

14 comentarios:

Chexpirit dijo...

Una pregunta: ¿En las relaciones sexuales la enzima se ponía encima? y pensándo más allá... ¿Los burros se ponen burros?
¡Mucha suerte en el peligroso terreno del biohumor!

Alejandra dijo...

Bien pudiera haber escrito usted el cuento una semana antes. De ahí que me quedara yo preñada sin quererlo que de todo esto no entendía una ni una palabra.

antonio dijo...

Esta juventud nunca aprende... van a lo loco y al final... ya he entrado en la edad en la que se dicen estas cosas... y por consiguiente tú, ya qu e apenas soy unos meses mayor.
Prepárate para la que te viene, enZima.

Ángel dijo...

Chexperit, no me gusta que la gente se tome a broma historias que, como esta, son motivo de mofa, befa y escarnio. Y jamás he pretendido hacer biohumor. Biofrutas sí me gustaría saber hacer, pero no es algo de lo que vaya presumiendo por ahí.

Alejandra, ¿es usted una glándula salivar? Y de ser la respuesta afirmativa, ¿por qué no?

Antonio, ya conoces mi opinión al respecto. Tu apenas, a duras penas y por pura pena eres unos meses mayor, pero el tiempo todo lo cura.

Don Peperomio dijo...

¿Seguro que era una revista del pulmón y no del corazón? (Patapam pshh)

Ángel dijo...

¡Bravo, Chandl... esteee... Martin!

Anónimo dijo...

Festival del humor...
Esperad, que cuento el chiste del gangoso!!

Ángel dijo...

No, Arévalo. Tus chistes son demasiado zafios, zahirientes y zanahodias.

Mi entrada es un homenaje deconstructivo del mito de la patata Amalia.

Anónimo dijo...

Por la presente, Ángel, le doy un guantazo; vamos, que le abofeteo con un guante fino de señora en todos los bigotes (the iron hand in the velvet glove, ese rollo), que le reto a duelo. Si es hombre de honor no le queda otra que materializarse en el Trivial y jugar conmigo hasta que yo le gane.

Luis dijo...

Hay glándulas que nunca cambian....

Sólo digo una cosa dijo...

Me encantó, Ángel. Hablo en serio cuando digo que tiene más trama que yosoybea. Creo que podría dar para unos primeros cuatrocientos capítulos.

Saludos!

Ángel dijo...

Nicanica, por la presente me ausenté.

Luis, son unas glandulas.

Sólo digo una cosa, dejo para luego la contestación a tu comentario, que empieza "Yo soy Bea".

Antonio Rentero dijo...

BSO del relato: "Me sube la bilirrubina", de Juan Luís Guerra (firmado: uno que tiene síndrome de Gilbert, que se caracteriza entre otras cosas por ocasional bilirrubinosis).

Anónimo dijo...

Che, che. Un respeto. Que la semana que viene me depilo el entrecejo.