jueves, 15 de febrero de 2007

Mis memorias, de él

Con permiso, el fragmento de uno de los libros que me sumergió, hace ya mucho, mucho tiempo, en la literatura del absurdo:


"Nuestros abuelillos y nuestros bisabuelazos nos miraban desde el jardín con unos gemelos, y nos hacían arrumacos a distancia; pero nunca nos autorizaban a aproximarnos, por temor a que escuchásemos sus conversaciones y nos enterásemos de las cosas, que por nuestra edad, debíamos desconocer para conservar nuestra pureza.

Yo, por ejemplo, no me enteré de lo que significaba patata hasta que cumplí los veinte años.

Fue mi abuelo quien me abrió los ojos. Recuerdo la escena como si fuera hoy.

Mi abuelo me llamó a su despacho, cerró la puerta con llave y con cerrojo, y mirándome gravemente y apoyando una de sus manos en mi hombro, me dijo:

-Querido niño, hoy has cumplido veinte años y has dejado, por tanto, de ser un mocosuelo. Hasta ahora, debido a tu edad, te hemos ocultado muchísimas cosas, porque los niños deben ser inocentes y cándidos y desconocer ciertos hechos que las personas mayores conocemos. Pero ya tienes edad de que vayas enterándote de lo que es la vida y de que vayas perdiendo tu inocencia.

Mi abuelo, al llegar a este punto, calló. Parecía tener miedo a continuar. Estaba tan avergonzado como yo mismo, que no me atrevía a levantar la vista del suelo.

Pero mi abuelo se rehizo. Me miró fijamente. Y, al fin, habló:

-Querido niño: ¿tú sabes lo que significa patata?
-No, abuelo mío -declaré poniéndome rojo como la grana.
-Pues bien -siguió mi abuelo con voz temblorosa. Patata quiere decir...

Y me contó lo que significaba patata.

Cuando acabó de contármelo, con todos sus detalles llenos de crudeza, yo me eché a llorar, tal era la vergüenza que había pasado, ya que mis oídos eran castos y puros. Sin saber qué hacer, me eché al suelo, y besé conmovido los pies de mi abuelo.

-¡Vamos, vamos! -dijo él-. No debes avergonzarte por saber lo que significa patata. Al correr de los años, aún te enterarás de otras cosas peores, que la Naturaleza te ha ocultado hasta ahora. La vida es así, y así hay que tomarla.

Y me dio un cachete cariñoso y me autorizó para que me fuese de nuevo a tocar el tambor.

Pero yo no toqué el tambor.

Aquella noche no pude dormir. Daba vueltas en la cama, sin poder conciliar el sueño. ¡Sabía lo que significaba patata!

¡Ya era todo un hombre! ¡Había dejado atrás la niñez!

-¡Patata! ¡Patata! -repetía.

Y me consideraba ya un pobre viejo lleno de experiencia...

Y debía ser verdad que ya era un viejo, porque al día siguiente, y ante mi asombro y vergüenza, mis abuelos me llevaron a ver un eclipse, fenónemo astronómico que estaba severamente prohibido dejar ver a los niños".

MIHURA, M., Mis memorias, Temas de Hoy, Madrid, 1998, pp. 34 y 35.

3 comentarios:

Franciscus Alonsus dijo...

Libro de lectura obligada para cualquiera que quiera entender lo absurdo (y despilfarradamente gracioso) que puede llegar a ser el humor del absurdo.

Y para reírse como nunca.

Anónimo dijo...

Ángel, por favor, comenta ya de una vez la humillante derrota a que me sometiste el viernes, porque estoy que no vivo esperando el momento en que lo hagas público urbi et interneti.

Ángel dijo...

Todo a su tiempo. El escarnio es un plato que se sirve más frío aún que la venganza.

Y, a ser posible, con pruebas.