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Viernes.
2.00: montamos en el autobús.
2.01: vitoreamos a España por haber ganado, hacemos chanzas, piruetas y todo el mundo se queda profundamente dormido menos yo.
2.30: sigo sin dormir.
3.30: sigo sin dormir.
4.30: sigo sin dormir, y el conductor pone una emisora de flamenco.
5.30: duermo un poco, hasta que un compañero me informa de que el punto de llegada es Algeciras y no Tarifa, como todos (yo) pensábamos (pensaba) y como se lo habíamos (se lo había) hecho saber a la empresa de autobuses que contratamos (contraté).
5.33: el conductor y su GPS sufren tres isquemias ventriculares y yo intento explicarles con buenas maneras que todo es debido al cambio climático. Acepta a regañadientes y empieza a tomar las curvas con una precisión perceptiblemente menor. Lo achaco al sueño, a las horas de viaje y a que quiere matarnos.
9.00: llegamos al puerto de embarque de Algeciras con dos horas exactas de adelanto sobre la hora prevista.
9.10: desayunamos a cámara lenta y ni así conseguimos reducir la sensación de eviternidad.
11.08: montamos en el ferry. No me mareo, quizá porque me duermo instantáneamente.
12.13: llegamos a Ceuta, donde nos esperan varios miembros del coro anfitrión o matriz, que nos conducen hasta el hotel de cuatro estrellas desde cuyo ordenador cuatro ocho seis escribo estas crónicas.
14.00: después de un agradable paseo por la ciudad y de constatar los tópicos exigidos por real decreto, comemos en un restaurante donde nos ofrecen un menú basado en los diferentes usos del vinagre y el ajo.
16.12: llego al hotel con la intención de descansar un poco.
19.01: me despierto creyendo que estoy en Murcia, es de noche y soy el Patriarca de Constantinopla.
20.23: llegamos a la iglesia y cantamos unos motetes que se escuchan atenuados por el sonido del abanico con amplificador de una señora sentada en primera fila.
22.16: cenamos con fruición.
0.43: acabamos de cenar y salimos de marcha.
0.44: decido marcharme al hotel después de quedarme dormido sobre mi copa de café irlandés.
1.07: llego a la habitación, practico las abluciones pertinentes y mañana (hoy) será otro día.
13 comentarios:
La verdad es que hay que ser despistado, ¡si en Tarifa no hay puerto de pasajeros! Además, sólo hay barcos para África desde Algeciras en toda la provincia de Cádiz. Ya veo que tu viaje es un no parar...
Se equivoca, caballero. Desde Tarifa salen unos ferries hasta Tánger que son una auténtica preciosidad.
Como cronista extraterrestre no tiene usted precio.
¿Duraste un minuto de marcha? Vaya record...:P
Le voy a tener que dar un intensivo de viajes a la morería y aledaños que le veo yo muy flojito y biodraminoso. El caso es que me vengo preguntando en qué momento cantaron aquello tan hermoso que dice así: De Marbella a Casablanca, paseando por la playa, me encontré una muchacha, lalala (con su correspondiente en árabe). Es copla propia de desplazamientos y excursiones al sur de Tarifa.
Que el Profeta le guíe en su regreso y no le falle la Transmediterránea ni los Santos Arcángeles. Amén.
¿ Y encontró usted a Gurb?... sería una pena que no....
Nicanica, en efecto, como cronista extraterrestre no valgo nada.
Cvalda, me quedo exhausto enseguida. Soy exhaustivo.
Alejandra, al final no hizo falta biodramina. Bastó con sentarme y quedarme dormido en el mismísimo ferry.
Bosco, sí, lo encontré. Estaba estupenda disfrazada de Marta Sánchez.
Enhorabuena por la supervivencia, que es lo único que queda en estos casos. Como patriarca de Constantinopla podrías hacer algo para recristianizar aquellas tierras (aparte de cantar motetes).
Nunca he sido Patriarca de Constantinopla, aunque siempre ha sido el sueño de mi vida.
Y sí, creo que he vuelto.
Pero al final ¿has visto el partido de España o no?
Ya sé lo que faltaba para hacer creíble su relato, Ángurb. Tenía usted que haberse dado un atracón de churros.
Renter, he visto el partido de España con uno ojo abierto y el otro cerrado de forma alternativa y simultánea.
Nicanica, yo prefiero los bocadillos de calamares encebollados del tocador de señoras.
¿Y el otro?
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