
Acabó ayer el ciclo de cine sobre Ingmar Bergman del que no he hablado en este blog. Peli y conferencia, en ese orden o cualquier otro, durante los lunes y martes de varias semanas.
Teniendo en cuenta que hasta los albores de mi mayoría de edad tendía a confundirlo con Ingrid, no os debería extrañar mi falta de familiaridad con su filmografía. Fue Woody Allen el que me llevó de la mano a su gran maestro, y allí me dejó, solo y desamparado, ante una serie de películas magníficas, desazonadoras y terribles. Si no llega a ser por la compañía de José Miguel probablemente José Miguel no me habría acompañado.
A día de hoy, mis conocimientos sobre Bergman se limitan a "Fresas salvajes", "El manantial de la doncella", "Fanny y Alexander" y "Saraband", si no contamos "Encuentros privados" ni "Infiel", con guión suyo pero rodadas por su ex-señora Liv Ullmann. Eso y unas cuantas conferencias orientativas.
Con lo cual conluyo que sigo sin estar legitimado para opinar sobre Bergman con autoridad moral ni física, pero al menos puedo advertir a los que pretendan inmiscuirse en sus películas que no se deben ver con el estómago vacío.