jueves, 18 de noviembre de 2010

Mi garaje ha explotado (entrada repugnante)

Cuando ayer me disponía a sacar a pasear al coche, bastó abrir la puerta que da al garaje para recibir una vaharada de realidad en avanzado estado de descomposición. Observé por los suelos las cañerías que solían surcar los techos, amén de un líquido turbio y desasosegante que me cerró el apetito y nubló mi entendimiento.

Tras un examen minucioso con entendimiento nublado, concluí que no es justo culpar al garaje. Ni a las cañerías. Su contenido, hasta entonces oculto en los intestinos del edificio, salió a la luz pública de neón que ilumina la estancia, junto con las costumbres higiénicas de mis camaradas de propiedad horizontal. Papeles de periódico, algodón y compresas, entre otras cosas.

Por ahora, bastante tengo con llegar de la entrada al coche y del coche a la entrada con la respiración contenida y sin desfallecer, ni fallecer. Cuando mis niveles de oxígeno se normalicen, comenzaré las pesquisas. Y en cuanto dé con el los culpables, que se preparen para recibir uno de mis famosos e imperceptibles juicios reprobatorios.

5 comentarios:

ace76 dijo...

Los edificios también padecen enfermedades, todo hay que entenderlo.

De todas formas, el coche también puede dormir en la calle, ¿no? Así te ahorras el paseo por el lado repugnante de la vida.

Ángel dijo...

Sí, todo eso está muy bien, pero entonces ¿a quién repruebo yo?

Miss Trixie dijo...

No se trata de reprobar. Sino de probar. Prueba una cucharada de eso que supuran las cañerías y así nos dices de que esta compuesto!

noonsenses dijo...

Mi humilde opinión es que debería mantenerse alejado de las compresas pase lo que pase.

Ángel dijo...

Gloria, tiene trocitos de piña. Juzgué mal. Gracias.

Noonsenses, te falta una entrada.