miércoles, 2 de junio de 2010

I.T.V.

El sábado cogí el coche dispuesto a cometer fechorías con unos amigos en la provincia de Cartagena. De camino, José Miguel, perspicaz como él solo, se preguntó y me preguntó por la razón que me llevaba a hacer ostentación de una pegatina roja en la luna delantera, reveladora de que en octubre de 2009 tenía que haber pasado por la inspección técnica de vehículos, pocos días después de la celebración de mi onomástica. Desde ese momento hasta el regreso a Murcia, tras las fechorías, no pude evitar conducir con precaución extrema y con las manos al volante en posición de dos menos diez, empapado en sudor frío y con síntomas inequívocos de síndrome de Tourette.

El domingo, como tocaba descansar, dejé el coche en el garaje a salvo de guardias civiles y miembros de las Fuerzas Armadas. El lunes, a primera hora de la mañana y sin recordar del todo bien ni dónde ni cómo se pasaba la I.T.V., salí de casa y conduje, con más precaución si cabe que en el párrafo anterior, hacia lo que Google Maps señalaba como taller habilitado para la inspección de vehículos por la Consejería de Universidades, Empresa e Investigación. Lo que allí aconteció daría para varios tratados de Antropología o Gastronomía, a elegir, pero ahora estáis de exámenes y procuraré resumir al máximo.

Comencé haciendo cola durante un cuarto de hora aproximadamente, al cabo del cual reparé en que el pago era previo a la cola y que por eso todos me señalaban con el dedo según mi percepción de la realidad, algo deshilvanada en ocasiones. Bajé del coche y entré en una oficina inhóspita con carteles acerca de la documentación requerida para dar comienzo a los trámites. Intenté entonces acordarme de qué forma tiene un permiso de circulación o cuál era la textura y sabor de la ficha técnica del vehículo, hasta que di con ellos merced a mi paciencia a la hora de dejar pasar a todos los que llegaban después de mí, que observaban cómo yo, a esas alturas, había esparcido por toda la oficina inhóspita el contenido de la guantera del vehículo. Una vez pagados los treinta con diez euros, me retiré al coche e intenté colarme, aviesa intención que habría fructificado de no ser por la admonición del conductor de un Seat Supermirafiori de decoración manierista, que me invitó a posar mis cuatro ruedas ocho coches más atrás. Casi dos horas más tarde, impregnadas de instructivas conversaciones acerca de la crisis económica con un ebanista al que le faltaban cuatro dedos y una señora de cardado rubio y cadera ancha que se quejaba mucho del calor y se apoyaba en el capó de mi coche para combatirlo, salí airoso, con otra pegatina roja y convencido de que tendrán que pasar otros dos años y siete meses para que José Miguel me vuelva a amonestar por no haber pasado a tiempo la I.T.V. en las vísperas de una merecidísima tarde de fechorías.

13 comentarios:

Nils dijo...

qué buen ciudadano estás hecho!

Centro Picasso Vilnius dijo...

Tu empeño en escribir artículos de tres párrafos ha dejado el tercer ídem un poco demasiado intenso.

Por cierto, cada día me alegro más de no tener coche. Qué trajín.

Athena dijo...

Yo le llevo el coche a un mecánico y él se encarga a su vez de llevarlo a la ITV.

En cuanto a plazos, lo mío es peor. Yo iba tan tranquila circulando por ahí con la revisión pendiente de pasar tres años por lo menos :P Fue enterarme y pasarme lo mismo que a usted: sudores fríos.

Ángel dijo...

Nils, no puedo evitarlo. Es mi sino.

Superflicka, reconoce que hay unidad temática, al menos.

Athena, ¿y desde cuándo me habla usted de usted, señora?

AdMiles dijo...

¡Qué peligro!¡Qué insensatez! A Cartagena nada menos que se va el señor en semejante estado de desidia mecánica.

Anónimo dijo...

Yo vivo lejos de la capital de mi célebre país (Argentina, y por cierto, muy lejos de esas I.T.V. que solo estan presentes en las grandes ciudades argentinas. A propósito, no tengo auto), pero he visto en un programa de televisión que las instalaciones de la I.T.V. de la capital están a la vera de una autopista cuyas condiciones no tienen nada que envidiarle al mas accidentado terreno de los altos Himalayas. Los condutores, a modo de gracioso comentario, expresan mas o menos lo siguiente: "hasta que llego a la inspección, el auto ya se me cayó a pedazos con estos baches".

Dori dijo...

mmmmm. No entiendo como puedes olvidarte de pasar la ITV, me has decepcionado profundamenta, te tenía por absoluto cumplidor de toda norma legal, reglamentaria y administrativa.
Quitando eso; ¿en qué consistieron tus fechorías?

Athena dijo...

En la blogosfera, desde (casi) siempre.

Pegaso dijo...

Hoy vi un orco.

Ángel dijo...

AdMiles, Nils dice que soy buen ciudadano, y si lo dice Nils...

Álvaro, nunca dejaréis de sorprenderme con vuestra sibilina inteligencia argentina.

Dori, mis fechorías consistieron en cantar un concierto sin pensar que no había pasado la I.T.V. a tiempo.

Athena, me parece fatal.

Pegaso, ¿no sería un coro?

Irrer Hutmacher dijo...

Ay aun recuerdo mi ITV... hay un post sobre eso...
Y yo cuando entré a la oficina y me pidieron la documentación le di todo lo que había en la guantera a la tía y le dije "tu misma, es que no tengo ni idea de lo que me pides, pero estará por ahí dentro" xD soy taaaaaaaaaaaaaaan petardo para estas cosas...

Alejandra dijo...

Ah, señor Ángel, qué gran momento para explicarle que de mis dos vehículos, el primero pasó la ITV sin rechistar hace una semana y el segundo, no. El segundo no, es un 2CV de hace 40 años que tengo en fase en reciclaje. Lo malo no es eso. Lo malo es que el tipo iteuveriano me dijo: Señora, no pasa porque tiene gases...sin especificar más sujeto. Y eso me lo hizo delante de cuarenta varones (la estadística confirma que en la cola de la ITV siguen pagando el pato los varones como en la cola de espera de un colegio, siguen pagando el pato las señoras). Así que mis gases fueron aireados delante de toda aquella gente. Eso es lo que hay.

Dori dijo...

¿estas en huelga?