Mi amigo Marcos ha estado casi un mes de vacaciones en la India. Como las postales ya no están de moda pero, hasta hoy, entre amigos sigue llevándose eso de estar en contacto, ha aprovechado los pocos momentos de asueto que ha disfrutado con conexión a internet para darme puntual informe de sus avatares vía e-mail. Tras su atenta lectura puede concluirse que, mientras que las zonas turísticas son demasiado turísticas, las localizaciones recónditas se antojan antros de bacilos, estreptococos, suciedad y, básicamente, mierda. Me cuenta que no es raro encontrar gente, no ya orinando en un muro, sino defecando en mitad de la calle, por no hablar de la gastronomía local, capaz de provocar úlceras irrevocables en un estómago de adamantium.
Sin embargo, mi amigo Marcos es de esas personas que, como todas las que no son yo (casi todas, lo admito), te narran las desgracias viajeras para, acto seguido, recomendarte la experiencia, hablarte de lo bien que se lo han pasado y decirte que ha sido inolvidable. En este último extremo, he de admitir, yo también coincido con ellos: esos viajes suelen ser inolvidables. Pero, ¿de ahí a recomendar semejantes vivencias kafkianas? ¿No es más sencillo descolgarse con un sincero "mira, Ángel, ha sido un viaje horrible, que no te deseo a no ser que sientas la vocación a misionero de la caridad o a misionero humanitario de la ONU" o incluso, si se desea encubrir el desastre, mentir cual bellaco y contar sólo la parte en la que encuentras la paz interior en el Taj Majal?
No. Por lo visto, lo que se lleva es mostrarse abiertamente esquizoide o masoquista. Yo, urbanita irredento, practicante del sedentarismo precoz y mileurista resignado, guardo para mis escasos desplazamientos la sinceridad que da el apostar siempre sobre seguro y dejar cuantos menos cabos posibles a las caprichosas manos del azar. Puede sonar aburrido, pero, creedme, lo prefiero a verme en la delicada tesitura de tener que llegar al hospital más próximo, víctima de una gastroenteritis vírica, sorteando excrementos de vaca sagrada.
Sin embargo, mi amigo Marcos es de esas personas que, como todas las que no son yo (casi todas, lo admito), te narran las desgracias viajeras para, acto seguido, recomendarte la experiencia, hablarte de lo bien que se lo han pasado y decirte que ha sido inolvidable. En este último extremo, he de admitir, yo también coincido con ellos: esos viajes suelen ser inolvidables. Pero, ¿de ahí a recomendar semejantes vivencias kafkianas? ¿No es más sencillo descolgarse con un sincero "mira, Ángel, ha sido un viaje horrible, que no te deseo a no ser que sientas la vocación a misionero de la caridad o a misionero humanitario de la ONU" o incluso, si se desea encubrir el desastre, mentir cual bellaco y contar sólo la parte en la que encuentras la paz interior en el Taj Majal?
No. Por lo visto, lo que se lleva es mostrarse abiertamente esquizoide o masoquista. Yo, urbanita irredento, practicante del sedentarismo precoz y mileurista resignado, guardo para mis escasos desplazamientos la sinceridad que da el apostar siempre sobre seguro y dejar cuantos menos cabos posibles a las caprichosas manos del azar. Puede sonar aburrido, pero, creedme, lo prefiero a verme en la delicada tesitura de tener que llegar al hospital más próximo, víctima de una gastroenteritis vírica, sorteando excrementos de vaca sagrada.
22 comentarios:
¡Pero qué desvergonzado tu amigo! Intentando expandir la peligrosa idea de que en el mundo hay dolor y situaciones kafkianas...tsss :D ("pintorescas", que no "kafkianas", según dice a Mafalda un señor en el tren).
Es un tema, y sobre él aconsejo vivamente la lectura carlosalvareziana de "El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos", de Gilles Lipovetsky (Anagrama).
No es de lectura fácil. Por ejemplo, en él se describe a los urbanitas como "una cultura inédita que prefiere las normas del bienestar a las obligaciones supremas del ideal, que metamorfosea la acción moral en show recreativo y en comunicación de empresa, que alienta los derechos subjetivos, pero reniega del deber desgarrador"...
Gente que yo llamo "viajeros de resorts", que disfrutarán de los lujosos complejos hoteleros del Caribe, África o Sudeste asiático, pero jamás sabrán que afuera del resort hay tustis masacrando hutus o prostitutas tailandesas de 9 años.
Te aguantas por plantear temas difíciles en el blog :p
Ayy... (suspiro)
Guisela, mira cómo te pones tu nombre verídico cuando se trata de injuriarme y vejarme... ¡Mal! ¡No has entendido nada del post! ¡Me parece estupendo el nomadismo, sea solidario o masoquista! ¡¡Lo que no puedo aguantar son todos esos malditos días de clase!! Ehm... ¡¡Lo que no puedo aguantar es que se lo pasen fatal y genial a la vez!! (vulnera el principio de no contradicción formulado por los escolásticos en la Alta Edad Media).
MLuisa, ¿qué? ¿te has hecho daño? ¿te doy un masaje?
A veces los humanos resultamos ser bipolares sin remedio, y esa bipolaridad, la vivncia de los distintos extremos, es lo que nos despierta el alma.
¿He soltado un rollo incomprensible?
¿Rollo incomprensible? ¡En absoluto! ¡Creo que es el mejor rollo incomprensible que he leído en mi vida!
Ruin sería de mi parte decir esas cosas y no poner mi verdadero nombre, pardiez!
Y si no entendí que en tus escasos viajs apuestas por lo seguro (que excluye a todo lo que se le opone), tonses no sé qué entendí.
Whatever, has respondido a una hora en que sólo están despiertos los ebrios y/o los asesinos. Me sirve más la respuesta del bipolar ése.
Ahora resulta que la bipolaridad es eufemismo de extremismo, tssss... digan que tengo la peor migraña de mi vida, que si no...
A menor escala tenemos en España a los famosos peregrinos del Camino de Santiago, que muestran orgullosos sus fotos con las caras desencajadas por el dolor, el frío y más situaciones adversas, y que hablan sin pudor de las carnicerías que sus pies sufren, o las compañías que se soportan en los albergues....y lo llevan a gala!
¿No sería mejor, infinitamente mejor, montarse un viajecito a Compostela, en coche, abusando de la gastronomía gallega y descansando en buenos hoteles?
A no ser que tu objetivo sea perder 15 kilos en dos semanas...yo lo prefiero.
Guiselkar, yo lo que denosto es el proselitismo de la experiencia nefasta. El resto son exornos y alharacas.
Simón, los olvidé en el post, pero sí, creo que son el arquetipo de todo lo que quería decir. Yo haré el camino de Santiago cuando reúna el suficiente dinero como para costearme el precio de los hoteles de cuatro estrellas que pillen de paso.
De una hiperestésica a un hipocondríaco:
Mi querido Ángel... cómo es posible que aparezca la palabra "mierda" en el post. Primero, porque hablando de semejante lugar quizá se quede pequeña. O por zonas puede que grande. Segundo, porque no te imagino yo pronunciándola, y mucho menos cantándola. Y tercero, porque lo va a leer tu madre... y no es plan.
Y lo de "kafkiano" a mí tampoco me suena nada bien. Sobre todo porque soy fan, y a Franz que no me lo toque nadie.
Seguramente no sigues Pekín Exprés, pero ahí hay una pareja urbanita que iría mucho contigo.
Yo sólo digo que la mierda no existe, sólo existe lo que es diferente, pero lo confundimos con mierda. Ahí queda eso para que hagas con ello lo que quieras.
María, perdón, no volveré a escribir más la palabra "mierda".
Superflicka, la mierda sí existe, y es el producto final del proceso excretor (ergo, nada demasiado diferente a no ser que se padezca megacolon). Tan literal como suena.
No!
Bueno, yo he hecho el camino de Santiago y varias rutas más de varios cientos de kilómetros a pie...y lo único que puedo decir es que lo hago porque me gusta. Se puede ver la vida desde otro modo, se aprecia más lo que se tiene, se disfrutan más los paisajes y se conoce más gente...quien habla así del camino de Santiago es porque no lo ha hecho. Además, no es incompatible: se puede hacer el camino de santiago a pie y también pegarse atracones gastronómicos..no sé por qué cojones hay que etiquetarlo todo.
Guisante, ¡Sí
Luis, era una forma de hablar, ya sabes que en este blog la hipérbole está a la orden del día (y la hipérbaton, pero esa menos).
mmmh, no sé si la cosa está tan mala como CALIENNNNTE.
No soy de comentar en blogs, pero esta vez me han llegado al túetano.
A ver..., es complicado en pocas palabras, pero creo que la síntesis es esta: Ángel propone "dejar cuantos menos cabos posibles a las caprichosas manos del azar", y yo creo que las manos del azar (caprichosas para nosotros, pero no para ellas mismas) trabajan en cualquier situación. Y es más, creo que en los viajes más "kafkianos", según la adjetivación del post, uno puede preveer mejor todo tipo de contingencias, pues está yendo sin dudas hacia sitios en los que sabe que puede haber riesgos.
He viajado muchísimo por América Latina (vivo en Buenos Aires, el corazón más macilento de la mugrienta y desvencijada Letrinoamérica), y entonces me ha tocado comer fritadas en la calle de Bolivia, pescados de dudosa procedencia en mercados de Perú, he viajado en autobuses infectos por el interior de México, he remontado ríos amazónicos en balsas que no me atrevería a mirar si estuvieran en la esquina de mi casa, etc.
Desperté una noche en un tren Madrid-Barcelona, en segunda clase, mientras un ladrón intentaba sacarme el reloj de mi muñeca; pasé una noche terrorífica en la estación de trenes de Gante por un error de combinaciones, y huí de pandilleros extraños en otra noche de espera en Niza.
Y por si fuera poco... hice el camino de Santiago, desde los pirineos (sin ninguna ampolla, pero sí con el cansancio y el sol en mis espaldas, y una felicidad inconmensurable).
Y LAS MANOS DEL AZAR ME HAN ARAÑADO UN POCO, PERO HASTA AHORA NO PUDIERON AGARRARME.
También he viajado en otras condiciones supuestamente "mejores", comiendo centollas en hoteles de mil estrellas en el Canal de Beagle, navegando el Caribe colombiano en barcos perfectos, durmiendo en camas doradas de hoteles mega-deluxe en Miami, alojándome en un palacio barroco del centro de Roma o tomando el desayuno más delicioso de mi vida (sic) en un cinco estrellas de Quito.
Y saben qué???? ME QUEDO CON LOS VIAJES A PIE y en trenes de cuarta, con el cansancio y con la alegría de la conquista de los logros, con el sol sobre mi cabeza y la sencillez de un pan untado con Leberwurst con ayuda de mi Victorinox.
Y no lo recomiendo, pues comprendo que hay gente para todo. Pero sí sostengo que son experiencias magníficas.
En mi blog (www.ramiroalbino.blogspot.com) estoy posteando mis relatos del camino jacobeo. Bueno... ahí tienen algo. Y si quieren más, visiten www.revistateatrocolon.com.ar, donde hay una nota mía, una pequeña exégesis estética sobre el camino (empieza en la pág 78 de la revista).
Bueno, les he dado mucha lata. Perdón.
Los dejo con una cita de Lope, que sintetiza todo esto:
"QUIEN LO PROBÓ LO SABE"
Saludos!
Que sí, que tienes razón, yo ya con la edad que tengo he perdido toda vocación de Dr. Livingstone, a mi eso de dormir en un sito lleno de tíos roncando, oliendo a pies y "disfrutando" de otros ruidos y olores como que no, yo me puedo meter una tunda de 8 horas de bici, pero luego tengo que ducharme y dormir en una cama como la gente de bien.
Ramiro, qué honor, tenerte por estos lares. Me quedo con "Y no lo recomiendo, pues comprendo que hay gente para todo. Pero sí sostengo que son experiencias magníficas." He ahí el quid. Bravo.
Gesualdo, menos mal que tengo aquí a un lector al menos que me entiende. Y mientras quede aunque sea uno, no destruiré el blog.
Desde luego, en cuanto a uno le tocan la madre, la patria, el "Jakobsweg", enseguida proliferan las críticas a los que osan tener una perspectiva distinta de tales experiencias.
A mí, amigo Luis, no me enseña a valorar más lo que tengo, ni a conocer más gente (vete a saber qué necesidad hay), ninguna caminata ni ninguna experiencia de sufrimiento o esfuerzo que sea voluntaria, pero esta es mi opinión.
Que conste que mi comentario no pretendía etiquetar nada, y además estaba escrito en un tono humorístico bastante perceptible, aunque con el humor ya se sabe.
Pero aquí lo importante es la contradicción existente entre querer recomendarte algo y pintártelo como un infierno...
¿No es, cuanto menos, extraño?
Quizás la respuesta, la solución al enigma de "la contradicción existente entre querer recomendarte algo y pintártelo como un infierno" esté en el enamoramiento con que miramos o vivimos las cosas. Vuelvo al mismo soneto de Lope, esta vez aumento la cita.
"huir del rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño,
esto es amor: quien lo probó lo sabe".
Prefiero, y espero que Lope no se revuelva en su tumba, "recordar el provecho y odiar el daño", aunque quizás esto esté en mayor sintonía con el Amor según Erich Fromm que con la visión de Lope...espero que se me perdone por no ser tan barroco.
Yo mismo, amigo Albino, creo saber qué es "el enamoramiento con que miramos o vivimos las cosas". Los músicos sabemos mucho de este amor por las cosas...porque nuestra profesión no es nada fácil y exige constantes sacrificios por lo que se ama. Ayer mismo durante un concierto de órgano que escuché, me maravillé de ver la seriedad y el amor invertidos por el intérprete en un concierto que, muy posiblemente, no sería remunerado...(ya pagará sus facturas en otra ocasión, pensé yo)
Yo siempre recomendaría ser músico, ennumerando las incontables virtudes que hay en ello, nunca los defectos. Los defectos me los guardo para desaconsejarlo, que también lo hago si tengo un día aciago.
Pues yo me voy a poner borde, para varíar: estuve hace dos años en Bangalore y cuando me monté en el avión de regreso a Madrid, vía Londres, me juré a mí misma que nunca más volvería a pasar hambre. Fui porque tenía que ir y si me tocara volver, sería en la misma circunstancia. Ni harta de vino bajo otro concepto.
Ahí queda dicho.
A mí siempre me ha apetecido viajar a la India... pero claro, soy consciente de toda esa parte "no turística" del país y me da como repelús. Uno al final no sabe si es demasiado urbanita o demasiado escrupuloso...
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