jueves, 3 de enero de 2008

Homenaje a los sentidos (sentido homenaje)

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Estamos a finales de mayo, o a principios de junio. Ya ha caído la noche, pese a que los días empiezan a prolongarse más de lo legalmente establecido. Las altas temperaturas tan propias de Murcia van remitiendo, y el calor, entre húmedo y directamente insoportable, va dejando paso a una brisica agradable cargada de monóxido de carbono.

Entras a la casa y cuando abrazas al Anfitrión, te alcanza ese aroma dulce y ligeramente inciensado que sólo puede percibirse, fuera de grandes catedrales, en las ocasiones especiales. La Anfitriona te recibe con dos besos cariñosos y vuelve a la premura inexcusable que le imponen los últimos retoques de la cena. Saludas al primogénito, que está dando voces en su habitación delante de la partitura de un motete, y al viceprimogénito, enfrascado en desenmarañar el árbol genealógico de la familia. Vuelves con el primogénito y empiezas a dar voces con él. Se une el perro, que aúlla casi tanto como vosotros.

Al rato, sales al patio interior. Un patio interior en pleno centro de Murcia. Te da pena no entender nada de botánica para no poder describir algún día el panorama que se presenta ante tus ojos con el grado de detalle que se merecería. Porque el patio es obra de los Anfitriones, y los Anfitriones ponen en todo lo que hacen el cariño de todo lo que aman.

Empiezas a picotear algunos aperitivos mientras van llegando los demás invitados. El Anfitrión propone algo de Mozart para empezar, y a ti te parece bien. Cuando lleguen los detractores será demasiado tarde, y por ahora el único que podría poner objeciones sigue dando voces en su habitación.

Cuando ya estáis todos, comienza un ritual que, como todo allí, adquiere un cariz casi litúrgico. El Anfitrión empieza a encender las velas que hay dispuestas por todo el patio. Te gusta la luz de las velas. Parecen dar aún más vida al patio. Lo animan. Dos o tres, a la distancia justa, desprenden una fragancia a incienso que se mezcla con la de los manjares que empiezan a salir de la cocina.

La cena transcurre rápida, deslizándose entre música, risas y anécdotas muchas veces referidas a un tiempo que te hubiera gustado habitar. Los efectos del vino que has llevado como detalle desproporcionado empiezan a hacer efecto entre algunos, que dan cabezadas al soniquete del repiqueteo del agua que borbotea en la fuente del patio.

Después de la cena, cuando has acabado de ayudar a quitar la mesa entre más risas, pasáis dentro, porque raya la madrugada y empieza a refrescar. Allí os dan las doce y la una, y las dos, y las tres, y sorprendéis a la luna desnuda y envidiosa de esos Anfitriones y esos invitados, que siguen con las risas y las anécdotas, la mistela, las copas y los vinilos de ópera, hasta que el sueño los separe.

Y llegas a casa, con sensación de plenitud, cargado con una deuda que te gustaría poder saldar algún día. Y en casa piensas que tu blog quizá pueda servir, pero lo vas dejando, te dan las uvas, y tres días después escribes esto. Y mientras escribes, te tiembla el pulso. Pero no sólo es el pulso. También te tiembla el corazón, porque con él estás escribiendo.

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16 comentarios:

Nils dijo...

Escribes tan ñoño cuando te pones nostálgico... Pero tuvo que ser genial esa noche.

Ángel dijo...

Mira que he intentado no ponerme demasiado ñoño... Pero es que no fue "esa" noche, sino un montón de noches.

Y las que quedan, espero.

Cvalda dijo...

Después de leerte solo puedo sonreir :) Me alegro de que esa noche (y tantas más, según dices) fuese mágica, así da gusto pasar las celebraciones...¡ojalá yo sea capaz de crear algún día ese clima en mis futuras cenas! ^^

Anónimo dijo...

Gracias, Ángel, por el cariñoso pero inmerecido homenaje. Lo que traes contigo cada vez que vienes a esta tu casa, a este tu patio,-obviando, claro está, los excelentes caldos- no podrá nunca ser pagado como se merece.

Un sentido abrazo.

Anónimo dijo...

¡Magnífico Ángel!

Anónimo dijo...

Qué envidia me das. La próxima cena en casa de SS.MM. manda poner una copa por mí.

Ángel dijo...

En realidad esas cenas y esas reuniones se producen con frecuencia.

Son noches, o días, o mañanas, o meriendascenas, mágicas, y debería ser obligatorio conocer a gente como los Anfitriones.

Os lo digo yo.

Centro Picasso Vilnius dijo...

¡Qué bonito! A mí también me gustaría que me invitasen a sitios T_T

Luis dijo...

Si, que corazón debe de temblar entre 50 y 80 veces por minuto en reposo...si no...vamos mal, muy mal.
:)

Peter dijo...

Marrano, con el corazón no se escribe.

Ángel dijo...

Superflicka, si no te invitan a sitios, ¿dónde te invitan?

Luis, a veces cuando se está mejor es cuando late a más de ochenta.

Peter, qué confianzas... Vas a hacer que prefiera a Leonard.

Stepario dijo...

Oigo de fondo la banda sonora de Nobody's fool, de Howard Shore, me inunda el sueño y en la calle ya no hay sol, como no queda plazo para el artículo que todavía no he escrito.

Yo también tengo corazón. Feliz año.

Ángel dijo...

Igualmente, Stepario. A mí tampoco me queda tiempo para enviar la comunicación al simposio que tú ya sabes.

Siempre nos quedará el corazón.

El artista antes conocido como Bosco dijo...

Pues a mi me ha gustado como lo has descrito y escrito

Antonio Rentero dijo...

Muy bonito. Momentos así nunca se olvidan pq no se guardan en la memoria sino en el corazón.

Antonio Rentero dijo...

Muy bonito. Momentos así nunca se olvidan pq no se guardan en la memoria sino en el corazón.