sábado, 9 de diciembre de 2006

La extraña aventura

No entiendo cómo me pudo pasar. Yo, que siempre había sido un amante de la decencia y del orden establecido, que siempre había guardado la compostura hasta un punto que rayaba el escrúpulo, de repente, rodeado de mujeres que susurraban a mi oído palabras que omitiré por pudor -por el pudor que aún conservo-, de jóvenes núbiles de entre cuyos brazos intentaba escapar en vano, mientras buscaba con cierta reticencia una forma de hacerles comprender que todo aquello no era más que un malentendido.

Me preguntaba cómo había llegado a aquel lugar. El aroma del sándalo resultaba casi narcótico, y la música, aquella música de suave cadencia y melodía deslizante... Aún hoy no encuentro palabras para describir lo que sentí. Cuánto menos en aquel momento, allí. Mis sentidos hipertrofiados habían sobrepasado todos los umbrales que conocían. Cuando desperté de nuevo en casa, sin saber cómo ni quién me había devuelto allí, la conjetura incisiva fue mi única alevosa compañía.

No fumo. No tomo drogas ni suelo beber más de lo que cualquier chico de mi edad. ¿Un sueño? El fuerte olor a sándalo entremezclado con fragancias cuyo origen desconocía que desprendía mi camisa me hizo descartar esa posibilidad. No era lógico. ¿Pero había de ser lógico? Mi cabeza aún bombeaba recuerdos difusos, voces femeninas, sensualidad exacerbada.

Opté por el pragmatismo. Me sentía bien y no había sido un acto consciente, lo cual evitaba el engorro de la culpa. Procuré no dar más vueltas al asunto y me reincorporé de nuevo a mi trabajo en la gerencia de la empresa de mi padre. Tampoco di importancia a la factura que llegó a casa tres meses después, con pormenorizado desglose de servicios vergonzantes. Tras la demanda y la citación judicial por impago, espero en casa la llegada de la policía judicial. He optado por el traje gris oscuro y la corbata de seda. Dicen que la primera impresión a los ojos del tribunal puede condicionar el resultado del juicio.

Y ése es, en síntesis, el argumento de una película que me contó un amigo el otro día.

5 comentarios:

John Virut dijo...

enhorabuena por el blog, es muy ingenioso.

Por cierto, si al igual que yo eres fan de viruete no te pierdas www.cinecutre.com

Franciscus Alonsus dijo...

Bah, bah, si crees que me lo había creído, vas bueno. Sobre todo por la corbata de seda: eso no me pegaba.

Ángel dijo...

Ni te pegaba ni te pega, Francis. ¿Tú con corbata de seda?

;-)

Anónimo dijo...

Tanto, para nada. Podría haber sacado usted aqunque fuera una teta al final de la historia. Así no se hacen las cosas, hombre

Ángel dijo...

Paco, en cuanto escribiré una entrada llena de tetas, caca, culos, pedos y pis, pis, pis.

Y si eres bueno te la dedicaré.

PS: por cierto, Jaime, muchas gracias por tus elogios. No puedo ver tu perfil blogger; ¿tanta pornografía hay?