lunes, 11 de mayo de 2009

El menú. Manual de supervivencia

---

Los menús, menuses, menúes o menuets de los diversos convites, festejos o fiestukis subsiguientes a actos sociales, ritos de iniciación o saraos socioculturales, merecerían varios posts, una tanda de monólogos y un simposio internacional, además de estas enumeraciones tan polisémicas como carentes de cualquier atisbo de relevancia. Sirva esta breve descripción narrativa o narración descriptiva como aviso para abusos.

El cóctel, basado normalmente en un grupetto de piezas minimalistas con nombre desconocido hasta que te sientas a la mesa y te percatas de que las bolitas crujientes que has ingerido con desmesura son crocantis de amonite, debería servir para distraer el estómago y paliar el riesgo de aneurisma cerebral por inanición, pero en el plano fáctico provoca que llegues al primer plato con la sensación de haber comido nueve veces, y que al olor del vinagre de módena de la ensalada sólo puedas pensar en solicitar los santos óleos al clérigo que, con un poco de suerte y en el caso de previa ceremonia religiosa, andará por alguna mesa aledaña abusando de la capacidad de sus fauces.

Los entrantes suelen caer sin problema. Ayuda el hecho de que sean identificables a la vista y constatables empíricamente. La ensalada puede suponer excepción, pero queda el recurso al trozo gordo de atún que siempre queda enmedio. Con suerte, los desconocidos con los que te ha tocado compartir mesa estarán fumando, saludando a comensales de otras mesas o contando el número de copas, con lo cual es sencillo que no se den cuenta y te puedas hacer con el preciado sucedáneo de ventresca.

El primer plato es pescado. Si no te gusta, no comes, y si te gusta, lo miras con lástima y empiezas a desmigajar a base de apartar espinas y raspas hasta que consigues que el resultado final parezca obra de la turmix de Michael Nyman. Los camareros, siempre al acecho, controlando los tiempos de tu aparato digestivo para servirte el siguiente plato en el momento idóneo para provocar el corte de digestión o el síncope por hidrocución (ojo al agua helada), aparecen entonces con el sorbete de limón y cava que, lejos aún del postre, procura la bajada del condumio consumido hasta el momento. No se ha conseguido aún hallar explicación para esta teoría, pero los invitados, ya al borde del colapso, esperan con ansiedad y tics faciales la llegada del mágico elixir. Es una mezcla de azúcar, alcohol y ácidos, pero baja la comida, que es lo que importa.

Las carnes suelen ser de orígenes más humildes, y, si te queda alguna facultad perceptiva, date cuenta de que en su proceso de elaboración el cocinero ha demostrado cierta desidia rayana en el desdén. Pata de cordero, verbigracia. Desde el cóctel hasta la carne se aprecia un paulatino decrecimiento en la complejidad artística y gastronómica de los platos, que no obstante mantienen los nombres manieristas en la hojita del menú que conservas debajo del plato y que vas siguiendo tan atentamente como si del programa de un concierto de la Filarmónica de Viena se tratase. Este decrescendo sólo se palia con el forte subito de los postres, traca final de la que sólo nos llegan referencias veladas y ecos atenuados por el estado de ligero sopor que precede al deceso.

El café, el baile, los cubatas y el puro que ya no puede uno fumarse más que en los exteriores, cuartos de baño o zonas habilitadas para fumadores (exteriores y cuartos de baño), no tienen cabida en esta entrada tan barroca e hipertrófica como el tema que pretende abordar. Es demasiado. Y además, este año aún no he asistido a ninguna de estas bacanales toleradas.

Ya podríais tener el detalle de invitarme, digo yo.

18 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial, qué recuerdos de varios de esos eventos, y de uno reciente en especial. Sólo que en este último tuve el placer de reírme teniéndote de compañero comensal. Yo creo que hemos sobrevivido con todo honor, así que ya pueden invitarnos a más. Avísame, que me cuelo! El gazpachito merecía su mención dentro del espectro minimalista.

ace76 dijo...

Te olvidas de que, aunque uno haya comido hasta hartarse y bebido durante el baile como si no existiera el mañana, cuando sacan unos snadwiches para picar a última hora de la fiesta, todo el mundo se abalanza sobre ellos como si fueran divina ambrosía.

Gesualdo dijo...

¡Anticlericalismo incipiente en este blog! Por jamás de los jamases pensé ver semenjante cosa.

Has descrito muy bien estos eventos, aunque yo suelo cumplir otro "ritual", una especie de Fallas de Valencia pero con grasa en vez de fuego, y es que con tanto "comerete" salgo a corbata por festejo. Pero es que deambular por la sala, canapé en mano, copa de vino en la otra y tratar de ser simpático y amable con los parientes desconocidos son demasiadas cosas a la vez, patán que es uno.

Ángel dijo...

Anónimo, el secreto del gazpachito con remolacha es el cebollino esparcido. Sin él, nada es lo que parece.

Ace, es que la parte póstuma del evento te la dejo a ti, para cuando me homenajees en tu blog.

Gesualdo, el sano anticlericalismo no sólo es positivo, sino necesario. El truco para no tener que hacer vida social es sentarse rápidamente en la mesa o, llegado el caso, fingir un ataque de epilepsia. Te lo digo yo.

Gesualdo dijo...

Un poco drástico lo de la epilepsia pero me lo apunto.

TortugaBoba dijo...

Lo del peaso de atún en medio de la ensalada es una verdad muy grande. ¿Por qué no lo desmenuzan (me pregunto? Como cierto es el ritual de ir mirando en el menú cuál es el próximo plato que vas a tener que sufrir, porque claro está, el menú no lo han hecho a tu gusto, lo han hecho al gusto del que se casa, se bautiza, hace la comunión o celebra una fiesta porque sí. Con lo cual, yo al menos, suelo sufrir los menús.
En cuanto organice algún evento, te llamo para hacer un menú dijjjjno de ser comido sin pasarlo mal. Evidentemente estarías invitado.
Besooooooo.

Ángel dijo...

Gesualdo, nunca se es demasiado drástico en estas situaciones.

Tortugaboba, yo tengo una gran ventaja e inconveniente. Me gusta todo. Y si me invitan, ya ni te cuento.

maría dijo...

Me falta el comentario sobre los reservas y crianzas acompañantes a todo lo comestible. Sólo hablas del sorbete y los cubatas. Qué poco glamour...

TortugaBoba dijo...

Pues a mí no me gusta la coliflor. Lo sepas :)

Ángel dijo...

María, tengo preparado un post exclusivamente dedicado a los vinicos.

Tortugaboba, a mí sí. Sólo hay algo a lo que me resisto. Adivina adivinanza.

TortugaBoba dijo...

¡¡Espero que no sea el chocolate!!!

Ángel dijo...

Frío frío...

(tú, no el chocolate)

TortugaBoba dijo...

Mmmmmmmmmmmmmmm... ¿La sopa (como a Mafalda)?

Ángel dijo...

No.

Sé más... visceral.

TortugaBoba dijo...

Agggggg: ¿hígado, riñones???

Ángel dijo...

¡Hígado!

¡Bingo para TortugaBoba!

Anónimo dijo...

Oye, que no has nombrao la mojama, que la ponen siempre más tiesa que la mojama.

TortugaBoba dijo...

¿Qué he ganado Ángelllllllllll???
A mí no me gustan ni el hígado ni los riñonesssssss
Besooooo