jueves, 21 de mayo de 2009

A ellas

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Todos los trabajos, incluso los plenamente satisfactorios como el mío (si algún jefe está leyendo esto, que lo tenga en cuenta y me ascienda), necesita de compensaciones o incentivos que lo hagan aún más atractivo y que provoquen que uno salte de la cama pensando en los chococrispis del desayuno y en las aventuras que le deparará la jornada laboral.

En el caso que nos ocupa, nuestras cuatro componentes de la brigada de la limpieza han demostrado con creces merecer una entrada en este blog. Jacinta, Lidia, Loli y Sole. Así, por orden alfabético. Primero, porque son eficientes a tope y lo dejan todo como los chorros del oro. No contentas con eso, en vez de limpiar con productos pestilentes que te obligan a contener la respiración durante media jornada, dejan un inexplicable olor a chicle de fresa allá por donde van.

Y por si fuera poco, no se limitan a hacer estupendamente su trabajo, sino que son simpáticas, te saludan sonrientes, entablan conversaciones entrañables, te enseñan fotos familiares de móvil, te invitan a mandarinas y a barritas de turrón Hacendado e incluso, a mí en particular, me han ayudado tremendamente en mi labor de discernimiento vocacional sacando a colación mi habitual look negro-clerical.

Hoy se me han presentado con un paquetito de regalo: chicles de menta Trident Senses de sabor infinito. De no ser por ellas, seguiría estando encantado con mi trabajo (leed, jefes, leed), pero todo sería un poco menos guay.

9 comentarios:

maría dijo...

Totalmente a favor de las/los componentes de las brigadas de limpieza. La mía también se llama Loli, deja igualmente todo con agradable fragancia y me devuelve sonrisas. Sólo me preocupa un poco que cuando no puedo charlar con ella sigue haciéndolo consigo misma, pero vaya, a lo mejor es un defecto visual.

Últimamente te regalan cosas muy a menudo, ¿no? (Será porque te las mereces o algo...???)

Vaya, soy la primera en comentar. Da un poco de impresión.

Ángel dijo...

Es sólo al principio, María, después te acostumbrarás y no le quitarás el ojo de encima al blog para ser siempre la primera.

ace76 dijo...

En mis trabajos siempre me han caido muy bien las señoras de la limpieza.

Además, hay gente (odiosa) que actúa con ellas como si fueran invisibles. Yo siempre las he saludado y hablo con ellas y se nota mucho que lo valoran.

Nils dijo...

Una norma no escrita en cualquier oficina es que secretarias y limpiadoras han de ser siempre tus amigas porque son ellas las que ostentan el poder tácito.

Paul Spleen dijo...

Cuando he leído que la entrada se llamaba A por ellas, me esperaba cualquier cosa. Aun así, no ha estado mal la referencia a los Trident Senses. Enhorabuena.

Ángel dijo...

Ace, ellas y todos. Pero es que además las de mi trabajo son un encanto.

Nils, pobre del que no se dé cuenta a tiempo.

Paul, ¿cuándo has leído que esta entrada se llamaba A por ellas?

Alejandra dijo...

Yo siempre he tenido mala suerte en esta materia. En muchos lugares, ni había secretarias ni limpieza. O yo hacía un poco de Gracita Morales y hacía lo mío, mientras limpiaba la mesa y me escribía un par de cartas.
Cuando la cosa mejoró, mis trabajos eran solitarios de la misma soledad. Sin compañero alguno de trabajo. Cuando los tuve y hubo señora de la limpieza, la primera no hablaba. No porque no quisiera sino porque sus cuerdas vocales no iban. Luego tuvo una con los brazos entablillados por una enfermedad muscular. Y la actual tiene una mala hostia como un escuerzo. En resumen, que si tengo que limpiar el polvo, ya voy yo. Que me ahorro, al menos, las voces.
El día que me regale un chicle, lo tiro al desagüe. No me fío ni cuando me respira a quince metros. Como para comerme algo que salga de su bolsillo.
Un saludín.

TortugaBoba dijo...

Yo antes iba a trabajar a una oficina donde contaba las horas para que llegase Ana. Ella venía a dejarlo todo ordenado y limpio, y también traía sus historias, su cariño y unas almendras que ella misma tostaba que estaban de muerte. Así da gusto.
Beso!

Ángel dijo...

Alejandra, tú siempre poniendo el contrapunto al bucolismo natural que se desprende de mis entradas. Si es que no puede ser...

Tortugaboba, ¡almendras tostadas! ¿Dónde está esa oficina?