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Cuando no era más que un niño o dos, corrían tiempos difíciles. La ropa era reversible, pagábamos con monedas extranjeras y no podíamos permitirnos conducir un tanque. A base de esfuerzo, tesón y el correcto uso de las tildes aprendimos que los chistes de médicos suelen dar buen resultado y que no conviene crecer más rápidamente que el virrey de Nápoles.
Así se forjó mi generación. No nos hacía falta tecnología punta ni complicados artefactos para divertirnos. Con un puñado de piedras y una esponja pasábamos la tarde, aunque nuestros familiares no nos dejaran creer en la existencia de las reglas de tres. Eso nos ponía tristes y recuerdo una vez en la que incluso llegué a pensar en recuperar la salud.
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En cierta ocasión, tuve la oportunidad de contener el aliento. La respuesta de mis tutores legales fue unánime, aunque se refirió a un asunto completamente distinto que siento no recordar, acerca del contorno de los arbotantes de la Catedral de Santiago de Compostela, entonces conocida como Angkor Wat.
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Nadie me creyó cuando les mentí sobre mi verdadera identidad. Aún no sé si hicieron bien, porque para aquel entonces el inspector de Sanidad había dejado de peinar a la llama y todo se volvió mucho más confuso.
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12 comentarios:
Deberías soltar una de estas en tu lectura de tesis. Triunfarías.
Y digo yo, siguiendo con estos post nostálgicos en plan, que bonita era mi vida de pequeño, una vez solté en medio de una pequeña reunión de 4 personas que yo de pequeña jugaba a romper los termómetros y juntar el mercurio en bolitas, luego rompia la bola grande y empezaba otra vez, me miraron con cara de loca, como... ¡¡asi te has quedado!!
¿alguno hacíais eso o era solo producto de mi mente calenturienta?
Gracias por la información
Cvalda, ¿y quién te ha dicho que no vaya a hacerlo?
Vainilla, es todo producto de tu mente acostumbrada a amedrentarse ante pectorales desprotegidos.
Me acabo de quedar de piedra. Son preciosos. Véndelos.
Tiene usted un toque Groucho (y un toque Allen-'Cómo acabar de una vez por todas con la cultura') que se agradece bastante.
Sí, ya, me tomo algo a su salud.
Sá, ¿qué tengo que vender? ¿mis pectorales desprotegidos?
Nicanica, pues efectivamente, soy deudor de Woody Allen y de sus cuentos sin plumas, y de sus películas, y de Mihura, y de Jardiel, y de Ionesco, y de otros muchos a los que les dedicaré un post en cuanto me des tu permiso.
Cualquier día de estos, me hago un copy/paste con lo que usted escribe, le cambio el título y digo que es mío. O le dejo el título. Tampoco voy a herniarme en la tarea, digo yo.
Tú ponte chulo y provoca que cuando aparezcamos todos en la lectur de tu tésis vestidos de animadoras, calzados con aletas de buceador, con una guitarra de plástico a lo Chikilikuatre colgando en el pecho, con gafas "Groucho" de las de narizota y bigote pegado, y a mitad de tu turno de palabra nos levantemos y empecemos a gritar DAME UNA A, DAME UNA ENE, DAME UNA GE, DAME UNA E, DAME UNA ELE... ANGEL!!!! te vas a reir menos.
Eso sí, lo contarás en tus memorias y tampoco lo creerá nadie.
Alejandra, siempre y cuando me pague los derechos de autor correspondientes a cualquier autor de reconocido prestigio.
Renter, nadie se creerá mis memorias. Y haréis bien, porque no pienso escribirlas.
Bueno, los pectorales son cosa tuya, yo me refería a los textos.
Sá, pues... no sé, por ahora os los regalo y si veo que os generan adicción, empezaré a vendéroslos. La forma tradicional, vamos. Gracias por el cumplido, en todo caso :-)
¿A cuánto está el cuarto y mitad de derechos de autor?. Igual con el cambio del euro y el redondeo, se me pone por un pico.
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