Ya sé que intuís que ocurrió algo inesperado hace unas semanas y que ocultáis vuestra indignación porque no os lo haya contado aún. Disculpas postergadas. No retrasemos más lo inevitable.
Imaginad la siguiente situación: son las tres menos cuarto de la tarde, os estáis comiendo un entrecot que habéis elaborado con vuestros propios fogones y cuyo tamaño y grosor bastaría para rellenar tres de los cuatro estómagos de cualquier vaca adulta y carnívora. Para evitar la soledad del entrecot, le habéis añadido una guarnición abundante de patatas a lo pobre de fabricación casera. Y lo estáis engullendo de la única forma en que se puede engullir semejante manjar, esto es, con una fruición que incluso impide que el bolo alimenticio llegue a ultimarse.
Imaginad ahora que, a medio comer, os dicen que ha quedado un hueco libre en el curso de cocina japonesa que tendrá lugar en el Centro de Cualificación Turística una hora y media más tarde, y que si os apetece ir. Imaginad que, quizá llevados por vuestro amor a lo desconocido, quizá por vuestra incapacidad para decir que no a casi nada, aceptáis.
Ahora intentad vislumbraros, a las cuatro y media de la tarde, con el tercer bocado del entrecot a la altura del esófago medio, ante un señor que prepara dashi, una sopa cuyo fundamento es el katsuobushi, que viene a ser bonito desecado, laminado, desmenuzado y avieso. Utilizad vuestra imaginación y contemplaros delante de ese señor, sin escatimar, os lo ruego, en sensaciones olfativas.
Al dashi siguió el sukiyaki, al sukiyaki la tempura (minutos occidentales de cierto alivio), a la tempura el okonomiyaki (llamada también la pizza japonesa, cubierta de abundante ketchup y mayonesa). Os recuerdo un par de cosas por si acaso: las sensaciones olfativas (todo a vuestro alrededor hierve y burbujea) y el entrecot, que a estas alturas atraviesa el cardias no sin ímprobo esfuerzo.
Finalmente, muy al final, llegaron el sashimi y el sushi en sus diversas modalidades, que es lo que más me hubiera gustado ver. Fue una pena no poder disfrutarlo bien, porque cada cuatro o cinco minutos mi aparato digestivo me mandaba mensajes de texto al bulbo raquídeo para que saliera unos minutos de la sala a respirar oxígeno desprovisto de partículas tan orientales como nocivas.
Recuerdo que en un momento dado pregunté si iba a cocinar algún tipo de postre dulce y desintoxicante, pero el chef respondió que no, porque en japón los hombres no toman postre. Ardid fallido.
Lo más gracioso de todo es que a mi alrededor, a la misma hora que yo, los demás asistentes del curso se abalanzaban sobre los platos japoneses como si no hubieran visto un entrecot con patatas en sus vidas.
17 comentarios:
A ver, repite conmigo. La N con la O... NO! Si es que después de un chuletón, solomillo o entrecot, el CÓDICO CIVIL (Ginger, aparece y confirma) impone una buena siesta y tú te vas a un curso. Que te van a detener!
Yo nunca he comido ningún tipo de 'manjar' de la cocina japonesa.
Me duele la pancita sólo de leerte, ugh...
Nils, no sé si Ginger comparecerá o no pero yo, que también hice mis pinitos en Derecho, te digo que no aparece en el Código Civil, pero que desde luego debería aparecer en el Código Penal. Espero que la Educación para la Ciudadanía sirva para evitar este tipo de sucesos.
Jose, pues la verdad es que, coñas marinadas aparte, tienen platos decididamente exquisitos. Y de fácil digestión. El sushi, sin ir más lejos. O la misma tempura, que es verdura rebozada de toda la vida (o casi). Ya te llevaré yo a algún japonés a que me invites.
Tamaruca, me he acordado de Guille, el hermano de Mafalda, al leer tu comentario. Cuánto tiempo sin leer "pancita".
Creo que ya he contado mi experiencia con la cucharada sopera de wasabi en otras bitácoras, así que no me repetiré. Pero la cocina japonesa por lo general incumple casi todas mis normas de comida:
- No como nada que no sepa cómo se llama
- No comería nada que no tocaría si estuviera vivo
- Nada que no sepa de qué está hecho
- Nada que esté en peligro de extinción
- Nada picante
- Ni nada que estuviera vivo en el momento de cocinarlo (ni mucho menos en el momento de comerlo)
Al final mi dieta se reduce a manzanas y mandarinas y eventuales tablas de quesos holandeses. Yo soy feliz así.
No llegaste al té verde sin azúcar. Eso es lo que disuelve los pecados de los diablos extranjeros (*).
(*) En japonés, entrecot.
Me estoy cenando un triste, trístisimo bocadillo de chorizo amenizado con una cocacola, así que podría ser el candidato perfecto a salivar con un post gastronómico, fuese cual fuese su origen, y fíjese, sus descripciones de esos alimentos practicamente me han dado nauséas, y no por creerlos malos, sino por esa insistencia suya de que oliésemos en nuestra imaginación y esa estupidez mía de obedecerle.
Viví varios meses con un japonés, y desde entonces no soporto el olor de sus comidas.
Lástima que no pudieses disfrutar de toda esa comida japonesa...yo habría pagado (y pago) por ello, aunque está claro que después de un entrecot no podría ni haberme levantado para ir...:S Asi que su mérito tiene, chico :P
Superflicka, algunos quesos holandeses pican, no sabes de qué están hechas las manzanas y las mandarinas están en peligro de extinción. Ten cuidado.
Nepo, precisamente ése ha sido mi desayuno de hoy. Té verde japonés, aunque con dos cucharadas de azúcar, como buen amante de las infusiones-jarabe que soy.
Bito, creo que te compensaré en breve con un post que debo desde hace tiempo, y no sólo a ti. A ti lo que te debo es un comentario en tu blog, cuando pueda leer tu última entrada con tranquilidad y cierto sosiego. Desde luego, no ahora.
Cvalda, pues sí, bastante mérito. De haberlo sabido hubiera ido con el estómago vacío, pero chica... Creo que el próximo curso va sobre chocolates. Ese día no pruebo bocado en casa, te lo digo yo.
Tengo varios comentarios:
En general: No entiendo a los japoneses ¿si no toman postres para que comen?
Y acabo de leer lo del curso de chocolate, ese me gusta!!!!!!
Superflicka: Hace tiempo que yo no como nada que hayan tenido que matar antes de cocinarlo. Y soy MAS feliz así.
Angel: Me encanta la tempura de verduras, hay un restaurante en Madrid que la hacen de fábula y además a mi ladito comió una vez la suegra de doña Letizia.
Los japoneses, en efecto, no toman postre. Sí así las japonesas. El postre es una cosa femenina, impropia de señores hechos y derechos.
MUAJAJAJAJAJAJAJA!! 'Ya tengo el boceto definitivo para nuestra camiseta de la Copa Federación, mi querido Ángel, falta que os guste.
A mi me encanta.
Al lado de mi ofi hay un japonese/Korean restaurant. Lo mejor es la hija de la dueña. Bueno, bromas de primero de algebra aparte, el 14 de agosto y en Murcia (y al decir esto, manifiesto la completa calurosa soledad que me invadía)debuté como principiante en tales menesteres. En fin. Creo que puedo intentarlo de nuevo. Es más, invito a los que se atrevan a repetir la experiencia.
Aclaraciones sobre repetir la experiencia:
Esto qué quiere decir? Que vamos a comer al japonese/korean restaurant. No el pasado 14 de agosto (vispera de la Asunción), sino ahora antes de que acabe este año. Venga, anímense Valientes y Valientas!!!
(Las tres famosas uves).
No sé dónde realmente estuvo usted, pero desde luego parece un mundo mucho más aterrador que cualquiera de los míos.
Jose, quiero verlo ya, de inmediado. Suddenly, incluso podríamos decir en un momento dado.
Zurdo, cuando tú quieras. Yo me atrevo con quien se me ponga por delante, siempre y cuando me lo costee algún rico potentado (o potestado, según los casos).
Dr. Espinosa, ojalá fuera un relato producto de mi imaginación.
El entrecot debió de rebelarse ante tanto desperdicio hecho suriyakis, tempuras o lo que sea. Eso , unido a que el 90% de tus sangres estarían ayudando al estómago a realizar tamaño esfuerzo, seguramente trajo como consecuencia que pidieses postre.Haztelo mirar.
Publicar un comentario