domingo, 19 de noviembre de 2006

La boda

Sé que estáis deseando que os comente lo que me pareció la boda de ayer entre Tom y Kat. ¿Por qué no me lo decís y ya está? Cómo os cuesta a veces coger confianza...

Como sabéis, conozco a Tom desde hace ya mucho tiempo, de nuestra época de colegiales. No era entonces tan abierto como se muestra ahora. Se le podría calificar de "bicho raro", siempre con sus gafas de culo de vaso y sus tirantes, también de culo de vaso. Se alimentaba únicamente de carne de rododendro, que untaba bien de salsa de almizcle. Recuerdo, como anécdota, que en cierta ocasión le pedí prestado un microscopio para la clase de Latín, y me respondió, con aquella timidez evasiva: "lo siento, Ángel, me lo he dejado en casa". Eran cosas entre Tom y yo.

Fue años más tarde, unos treinta o cuarenta años, cuando lo volví a ver tras su huída del colegio. Lo suyo no eran los estudios. No digo que no fuera bueno, sino que el hecho de suspender todas las asignaturas le causaba cierto desasosiego. Pasaba más tiempo en el despacho del director que en clase, y más tiempo dentro de la chimenea del cuarto de estar que subido al quicio de la puerta. "Alejaos, no me gusta que la gente me mira mientras juego con la carbonilla", nos solía decir.

La fama lo convirtió en el Tom que todos conocéis, alegre, desenfadado y acrobático. Quizá en esto último su madre tuvo algo que ver, pues cuando aún era un bebé le desarticuló todos los huesecillos y lo entregó a una familia de gitanos que se dedicaban a la especulación financiera. No hace falta que os cuente más sobre Tom; la prensa se ha encargado de poneros al día. Y él, como es lógico, me olvidó completamente.

Sin embargo, hace un mes recibí noticias suyas. No me malinterpretéis, nunca le guardé rencor. Yo sabía que su infancia no había sido precisamente feliz, y la fama y el dinero no fueron más que un camino corto y placentero hacia lo que algunos han dado en llamar felicidad y yo, sin embargo, llamo Felicidad. Me encontré en el buzón con una invitación en la que podía leerse "me caso con Katie en Roma. Si vienes, hazme una perdida". Decidí ir, aunque me proveí de un picahielos por si acaso.

Le regalé un ramo de geranios y una caja de lacteol, como siempre. La ceremonia transcurrió sin incidentes, según el rito de la Cienciología. Su religión merece un comentario aparte, puesto que, contra la voluntad de sus padres, que siempre le procuraron una esmerada educación basada en los principios fundacionales de la Iglesia de la Cienciología, Tom nunca cambió de religión.

Katie iba sencilla, vestida únicamente con un traje de novia. En la mano izquierda sostenía una vara de madera de ciprés con una vejiga de cerdo y unos penachos dorados en el extremo superior, que simbolizan fidelidad a casi todos los hombres que no sean su marido. La música corrió a cargo de un ensemble instrumental, que interpretó deliciosas melodías. Fue muy aplaudida la decisión de incluir entre ellas fragmentos destacados de la zarzuela "Agua, azucarillos y aguardiente", cuidadamente censurados para evitar los pronombres posesivos, sancionados con la excomunión según la doctrina de la iglesia ciencióloga.

Durante el banquete tampoco hubo incidentes fuera de los habituales, salvo quizá el lamentable espectáculo que ofreció el padrino, que se mantuvo sobrio todo el tiempo y no hizo más que permanecer sentado en su silla, comiendo y hablando educadamente con sus compañeros de mesa. Copas, baile, rito de la incineración... Me aburrí un poco, sobre todo al final, cuando empezaron a tirarme a la piscina del hotel. No hay mucho más que contar.

Si queréis, mañana hablamos de cuando Pierce Brosnan me advirtió de que pronunciaba mal la palabra "escurridizo".

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Mire Vd. qué cosas, andaba yo googleando para encontrar datos de la ceremonia tomcruisiaca y me tropiezo con un invitado y real y genuino del feliz cienciólogo. Encantado de conocerle, y le alabo por su presente de geranios, no se merecía menos el placentóvoro y su desconcertada esposa. Aclárame una cosa, si no es pedir de más: pudo Vd. besar a la novia, o debió conformarse por pasarla por la piedra? Ansioso aguardo los detalles

Anónimo dijo...

Zapp, señor, no cree que debería haber un link de Futurama en su registro personal en línea, o blog?

Tom era un adelantado a su tiempo. Ya por aquellos días de bárbaros humanos (¡solo humanos!), tenía el don de la cocina con gusto: vejigas de cerdo, jugoso almizcle. ¡Ah! los platos más demandados en la Nimbus.

Oh, señor, creo que deberíamos hacernos con su cabeza.

Ángel dijo...

A Casualete: pude besar a la novia, pero finalmente opté por no hacerlo debido a su empeño en abrirme la cabeza con el Ego de Tom bañado en plomo. Y si me permites un consejo, procura no beber drygins tras ingerir placenta humana.

A Kiff: no encontré ningún link oficial. ¿No se supone que debías estar buscándolo tú?

Jen dijo...

jajajaja qué grande!

emilcar dijo...

Mayestático

Agus Alonso-G. dijo...

Es bueno, tío.

(Disclaier: a mí no me paga por la alabanza)

Anónimo dijo...

Oiga usted, no nos ha dicho nada de los fantasmas del castillo. Cuente, cuente.

Ángel dijo...

No había tales, misceláneo. Estuve toda la noche fingiendo constantes salidas al aseo para intentar dar con ellos, pero lo único que conseguí fue mis compañeros de mesa me subvencionaran un año de tratamiento de diálisis.

Eso sí, había unos zombies deconstruidos y unos hombres lobo chiquiticos que daba gusto verlos. Pero nada más.