sábado, 31 de octubre de 2009

Informe findesemanal

Como la semana que viene se avecina repletita de estupendo y suculento trabajo, no voy a poder hablaros de mi fin de semana, así que os adelanto toda la información de primera mano y sin azúcar añadido:

-El viernes asistí a la quedada de blogueros que, inserta como era ella en la Feria del Libro, fue exitosa y acudimos de tres (según estimaciones policiales) a seiscientos millones de personas (según la organización). Hablamos de literatura, de nuestros blogs y de lo azul que estaría todo si no fuera por el resto de colores.

-El sábado por la mañana, con setenta y dos grados centígrados y dos amigos, me tomé unas copichuelas aperitivescas en zona céntrica de Murcia. Todo bien, casi no hizo falta que usara mis superpoderes.

-El sábado por la tarde, a eso de las siete, con marejadilla interior y vientos de componente norte-nordeste, me imbuí en el papel de sushiman y estuve preparando sushi, sashimi y demás delicias japonesas con arte inusitada. Cuando vengáis a Murcia os voy a cocinar una sopa de miso que os vais a chupar las meninges.

-El domingo por la mañana, sin embargo, descansé y, tras un sueño reparador, acudí a la misa más temprana y merodeé por Murcia en busca de churros, chocolate, nuevas, apasionantes y aventuras. Como no encontré más que desolación y parejas de Testigos de Jehová, volví a casa y comencé a hacer ejercicio bucodentales hasta el momento de la refacción.

-El domingo por la tarde acabé mi fin de semana cantando polifonía renacentista, que es la mejor forma de cantar polifonía: acabando el fin de semana. Grandes momentos con el Puer natus est nobis à 4 de W. Byrd. ¿Vendréis a oírme al concierto?

¡Bien!

martes, 27 de octubre de 2009

Mens sana in corpore insepulto

Como sabéis, la semana pasada sufrí una lesión en el hombro izquierdo; mi primera lesión, la protolesión, que me ha obligado a guardar reposo y durante cuya convalecencia han pasado por mi mente, a cámara lenta y como consecuencia de la ingesta masiva de ibuprofenos de diversos colores, olores y texturas, los grandes logros deportivos de mi vida. Narraré uno, pero en tercera persona del singular, como mandan los tratados internacionales en vigor.

Corrían los años ochenta. Mecano triunfaba, los especiales de Martes y 13 aún eran especiales y llevar ropa ochentera no se consideraba retro. En un rincón del patio del Colegio San Buenaventura de Murcia, un joven enclenque ataviado con el riguroso uniforme gimnástico se preparaba para correr los cincuenta metros lisos con un plan perfecto para bajar de una vez su marca personal y pasar de los infames 8'16" a los gloriosos 7'59". Lo importante era que la cabeza sobrepasara la línea de meta, así que una leve inclinación del tronco hacia delante aseguraba un éxito fruto de meses de reflexión pausada y serena.

En efecto, así fue. Aún resuenan los aplausos de los testigos que pudieron contemplar la proeza del compañero que siempre pasaba inadvertido, que se colocaba tras las columnas, que no subía la cuerda ni aunque ardiera por su extremo inferior y que ocupaba siempre misteriosamente el último puesto en la fila para cualquier ejercicio que requiriera espera. Porque no era para menos. Porque no todos los días se ven angulaciones corporales tan paulatinamente decrecientes como aquella, ni aterrizajes de emergencia sin avión, ni el hundimiento moral del urdidor de una trama perfecta sometido a la tiranía del cronómetro, que, ni siquiera así, bajó de los ocho malditos segundos.

jueves, 22 de octubre de 2009

Distenso

El viernes pasado hice algo mal. Es raro, porque yo los viernes no suelo hacer nada mal. Los martes y los jueves sí, cosas malas, malísimas, nefastas... pero viernes no, no es habitual. En cualquier caso, la maldad redundó en un leve dolorcillo en el hombro izquierdo apenas perceptible por el oído humano, que el sábado se acrecentó ligeramente y el domingo me impedía incluso disparar mi AK-47 contra el enemigo capitalista. El lunes no me quedó más remedio que comer salmón al eneldo y, acto seguido, conducir con una mano hasta el Hospital Virgen de la Arrixaca, sección Urgencias.

Al llegar todo fue según lo previsto: la monja con ojo de cristal tras la ventanilla imprimió un montón de pegatinas con códigos de barras y me mandó a la barra de celadores, donde me despojaron de las pegatinas y me aconsejaron la sala de espera. Destacaría la presencia allí de una gitana tamaño hobbit, aspecto enano, lenguaje orco y mente gollum que despotricaba junto con su grupo de proyecciones mentales contra el hospital y contra los médicos. Intervinieron las fuerzas y cuerpos de seguridad del hospital, que consiguieron reducirla (aún más), para acto seguido explicarnos al resto de despojillos humanos que la señora era habitual del antro y que raro era el día que no aparecía por allí para amenizar las tardes con sus chascarrillos.

Del resto, pues lo normal. Cada nueva sala que visitaba, radiología incluida, habrían hecho que el mismísimo Dante añorase el círculo más profundo del averno. Y yo sin más Virgilio que un jueguecito de iPhone de encuentre usted las siete diferencias. Dos horas después abandoné la academia con una radiografía, una distensión muscular de grado 1, un cabestrillo y previsión de convertirme en el adalid murciano del ibuprofeno.

Disculpad la falta de profusión escriturística de esta semana, pero cada vez que levanto la mano izquierda para teclear o alzar el puño a mis camaradas, observo, con sorprendente grado de detalle, el planeta Omicron Persei 8 y sus satélites anexos.

domingo, 18 de octubre de 2009

Por caridad

En cierta ocasión, un pobre de solemnidad y nacionalidad rumana, a la salida de misa de una, se dirigió a mí. Yo, como suelo hacer en ejercicio de precaución cristiana, aceleré el paso y silbé. El pobre me dijo que no me pediría dinero, que frenara la huida y tuviera la bondad de comprarle algo para comer. En especie, pues, no en metálico. Lo que tenía era hambre, sin más, y eso no podía hacer daño ni mal a nadie. Poco después de acceder a su solicitud, me sugirió que invitara también a una pobre fémina que había por allí, y en concreto pidió dos cocacolas y dos bocadillos de lomo a la plancha con tomate de los Hermanos Rubio, un restorán tirando a bastante caro. Nueve euros, para ser exactos, me costó aquel día mi obra de estupidez.

Días después, el mismo pobre me reconoció, me paró por la calle y me pidió, en este orden, un calefactor para su casa, un aparato que reprodujera cedés y un televisor grande. Escarmentado, me negué rotundamente. Las bendiciones con que me obsequió por los lomos del domingo pretérito trocáronse en denuestos e improperios. Y yo hice el firme propósito de no dar más limosna a los pobres de solemnidad de las puertas de las iglesias.

Esta mañana, sin embargo, camino de la céntrica iglesia de San Miguel, un anciano con acento marroquí me ha preguntado la dirección de un hospicio murciano y por la de un famoso tanatorio. Después, educadamente, con buenas formas, me ha dicho que tenía hambre. Le he dado un euro. No llevaba mucho más, la verdad.

No sé si me estaré ablandando con los años o si era ese "nosequé de encíclica papal" que tenía en la mirada, por parafrasear a Mafalda, pero eso sí, espero no encontrármelo la semana que viene porque con esta relajación de costumbres podría llegar a considerar regalarle el iPhone, y eso sí que no.

jueves, 15 de octubre de 2009

Risas garantizadas

Cada año, en los senos abundantes y generosos del EBE o Evento Blog España, se otorgan premios a las bitácoras patrias en diferentes categorías. Que si mejor blog tecnológico, que si mejor blog de humor, que si mejor blog personal, que si mejor blog presocrático, que si mejor blog sobre gallináceas... Una especie de ceremonia de los óscars, pero con premio real: un ordenador portátil y el respeto y veneración de la comunidad internáutica, internetil o internetoide.

Pues bien, llega a mis oídos que a día de hoy este blog va ya el treinta y ocho en categoría blogs de humor (y lo que es más exorbitante y cucurbitáceo: mi twitter se sitúa el tercero en el ranking). Es curioso, porque cuando me preguntan de qué va mi blog, jamás he sabido responder. ¿Es personal? Hmmno. ¿Humorístico? Hmmno. ¿Temático? Hmmno. ¿Entonces? Hmm...

Ahora que sé que es de humor, tendré que contar chascarrillos baturros, hacer cabriolas y colgar vídeos jocosos en los aparezca gente cayéndose de sitios o gatos fuera de contexto.

Mientras no me obliguéis a escribir "xD", todo irá bien.

martes, 13 de octubre de 2009

¡Episodio 3! (post de paso)

Pues sí, damas y caballeros. Aquí tenéis al tercer episodio de "La divina comedia", el podcast sobre cine en el que Chexpirit y yo mantenemos apasionados debates acerca de la condición humana en tanto en cuanto relacionada con la gran pantalla, la mediana pantalla, la pequeña pantalla y la micropantalla (o pantallín).

En esta ocasión, libres de spoilers, llevamos al cielo "Up" y "Malditos bastardos", "Distrito 9" se queda en el purgatorio y "Transformers 2" hierve en las calderas de Pedro Botero.

Cuanto antes lo oigáis, antes llegará la felicidad a vuestras vidas.

sábado, 10 de octubre de 2009

La cosa no funciona

Vista la última de Woody Allen. Y esta vez en V.O.S., como mandan los cánones. ¿Qué me ha parecido? Pues que "Si la cosa funciona" ("Whatever works") es una película floja y mediocre si la comparamos con la gran mayoría de sus anteriores producciones. Como sé que alguno me dará fuerte y flojo (que diría Cuallis), razono mi respuesta.

Larry David interpreta a uno de los mejores woodyallens. Histriónico, hipocondríaco, misántropo, nihilista y chistoso. De hecho, es casi lo único que tiene su personaje: chistes cargados del cinismo habitual, aunque bastante más explícito y menos sutil que en anteriores entregas. Una película de Woody Allen, a estas alturas, no debería ser solamente un monólogo de humor. "Whatever works" es algo más, pero ni demasiado más ni demasiado mejor.

Además, la película adolece, sobre todo en torno a la mitad de su duración, de un guión que se vuelve previsible, tontorrón y plagado de los clichés de los que tanto se despotrica durante el metraje. Al final, para coronar, una moraleja innecesaria y demasiado obvia que a mí, al menos, se me empalagó.

Mi opinión: una película prescindible y, desde luego, incomparable con las genialidades que solía rodar, con más o menos acierto, hasta "Match point", su, hasta ahora, última gran película.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Madrit

Ayer dio comienzo el LIBER. Todo bien. Muchos libros, muy bonito todo, moqueta gris, impresores, diseñadores, cruce de tarjetas y suficiente zumo de mango.

El viaje en tren fue, quizá, lo más reseñable. Me situaron en el vagón más solitario y gélido de todo el tren. Pregunté al revisor si era posible evitar mi muerte por congelación, y éste, al ver que mi aparato fonador aún no había colapsado, bajó el aire un par de grados más. Como es lógico, emigré hacia el sur en busca de vagones más cálidos.

Durante la ruta me encontré con dos conocidas y opté por sentarme junto a la segunda, por notarla más desvalida y falta de compañía masculina. Curiosamente, desde el momento en que me senté junto a ella la temperatura del nuevo vagón también comenzó a bajar. Era obvio que el avieso revisor percibió mi estratagema y continuó con su maquiavélico plan.

A la altura de Albacete subió al tren Ernesto Sevilla. Como pensé que nada le haría más feliz que firmarme un autógrafo, me acerqué a él, pero tan tímido y trémulo me hallaba, que en vez de "autógrafo" dije "micrófono", y todo ello hablándole de usted sin explicación aparente. La próxima vez todo será distinto.

Antes de que me diera cuenta, tras más de cuatro horas de viaje, había llegado a la capital. ¿No lo notáis?

domingo, 4 de octubre de 2009

La ley del feriante

"Mes de ferias, año de nieves", reza el refranero popular. Hoy ha concluido mi labor de azafata monísima y ligera de ropa tras el stand de mi editorial en la Semana de la Edición Independiente de Blanca. Hoy debería haber concluido, más bien, pues ciertos elementos patógenos y febrículos me han retenido en casa en contra de mi voluntad, presa de moqueos y demás síntomas del resfriado, que ya remiten, ya retoman su brío, por rachas.

Pasado mañana seguimos la marcha. El año pasado fue en Barcelona y ya os conté. Este año, el LIBER se celebra en Madrid, Villa y Corte. Me podré codear con las grandes editoriales, mirar con altivez a las pequeñitas y prender fuego a Anaya, Santillana o Vicens Vives, origen y fuente de todas las desdichas de cualquier niño que tuviera el valor de nacer en los ochenta. Desde el martes hasta el viernes viviré en vuestra capital, lo cual significará que mis ya exiguas fuerzas irán paulatinamente agostándose en pleno mes de octubre. Madrid, mi némesis, con su superpoder de absorción de energía. Algún día la venceré, y ostentaré el puesto de capital de España que hace tanto me fue arrebatado.

He de aprovechar para animar a mis lectores madrileños interesados en libromaquia que, si apetecen de visitar las instalaciones guiados por el que suscribe, no tienen más que acudir a la caseta de Murcia en LIBER, allá por IFEMA. Es cierto que le hará falta invitación para entrar, pero supongo que habrá suficientes; no tendrá más que pedírmela a través del correo electrónico que aparece en mi perfil. A veces, un correo electrónico vale más que mil palabras, a no ser que se componga de mil palabras, en cuyo caso vale exactamente lo mismo.

Paradójico, lo sé, pero cuando seais feriantes como yo sabréis a lo que me refiero. Es nuestra ley. La ley del feriante.