El viernes pasado hice algo mal. Es raro, porque yo los viernes no suelo hacer nada mal. Los martes y los jueves sí, cosas malas, malísimas, nefastas... pero viernes no, no es habitual. En cualquier caso, la maldad redundó en un leve dolorcillo en el hombro izquierdo apenas perceptible por el oído humano, que el sábado se acrecentó ligeramente y el domingo me impedía incluso disparar mi AK-47 contra el enemigo capitalista. El lunes no me quedó más remedio que comer salmón al eneldo y, acto seguido, conducir con una mano hasta el Hospital Virgen de la Arrixaca, sección Urgencias.
Al llegar todo fue según lo previsto: la monja con ojo de cristal tras la ventanilla imprimió un montón de pegatinas con códigos de barras y me mandó a la barra de celadores, donde me despojaron de las pegatinas y me aconsejaron la sala de espera. Destacaría la presencia allí de una gitana tamaño hobbit, aspecto enano, lenguaje orco y mente gollum que despotricaba junto con su grupo de proyecciones mentales contra el hospital y contra los médicos. Intervinieron las fuerzas y cuerpos de seguridad del hospital, que consiguieron reducirla (aún más), para acto seguido explicarnos al resto de despojillos humanos que la señora era habitual del antro y que raro era el día que no aparecía por allí para amenizar las tardes con sus chascarrillos.
Del resto, pues lo normal. Cada nueva sala que visitaba, radiología incluida, habrían hecho que el mismísimo Dante añorase el círculo más profundo del averno. Y yo sin más Virgilio que un jueguecito de iPhone de encuentre usted las siete diferencias. Dos horas después abandoné la academia con una radiografía, una distensión muscular de grado 1, un cabestrillo y previsión de convertirme en el adalid murciano del ibuprofeno.
Disculpad la falta de profusión escriturística de esta semana, pero cada vez que levanto la mano izquierda para teclear o alzar el puño a mis camaradas, observo, con sorprendente grado de detalle, el planeta Omicron Persei 8 y sus satélites anexos.
Al llegar todo fue según lo previsto: la monja con ojo de cristal tras la ventanilla imprimió un montón de pegatinas con códigos de barras y me mandó a la barra de celadores, donde me despojaron de las pegatinas y me aconsejaron la sala de espera. Destacaría la presencia allí de una gitana tamaño hobbit, aspecto enano, lenguaje orco y mente gollum que despotricaba junto con su grupo de proyecciones mentales contra el hospital y contra los médicos. Intervinieron las fuerzas y cuerpos de seguridad del hospital, que consiguieron reducirla (aún más), para acto seguido explicarnos al resto de despojillos humanos que la señora era habitual del antro y que raro era el día que no aparecía por allí para amenizar las tardes con sus chascarrillos.
Del resto, pues lo normal. Cada nueva sala que visitaba, radiología incluida, habrían hecho que el mismísimo Dante añorase el círculo más profundo del averno. Y yo sin más Virgilio que un jueguecito de iPhone de encuentre usted las siete diferencias. Dos horas después abandoné la academia con una radiografía, una distensión muscular de grado 1, un cabestrillo y previsión de convertirme en el adalid murciano del ibuprofeno.
Disculpad la falta de profusión escriturística de esta semana, pero cada vez que levanto la mano izquierda para teclear o alzar el puño a mis camaradas, observo, con sorprendente grado de detalle, el planeta Omicron Persei 8 y sus satélites anexos.
9 comentarios:
Seguro que todo esto lo has escrito sólo para presumir de que tú sabes teclear con las dos manos...
A ver cómo te estudias las cantigas con una sola mano... Todo el mundo sabe que para eso hacen falta por lo menos tres.
Madre mía, creo que es la entrada más inspirada que te he leido en mucho tiempo y no es por hacerte la pelota.
Está claro que escribes mejor con una sola mano que con las dos. A mi me pasa lo mismo cuando estoy viendo cangrejas.com y alguien me habla por el messenger, pero eso es otra historia.
Enhorabuena.
Superflicka, si las consigo separar de mis brazos, sí.
José Miguel, con tres manos sólo sé empuñar rifles y afiliarme al partido republicano.
Chexpi, espero que tu otra historia no venga inspirada por mi entrada.
¿Y si no haces esgrima los viernes?
¿Y zoofilia los sabados?
Pues cuando le toque un tacto rectal, cosa que llega más tarde o más temprano, me temo que se le queda a usted pequeño el blog para glosarlo. Para ese entonces, tendremos que haber inventado otra cosa.
Un saludo marroquí.
Supongo que es de ser un poco cabrón reirse del mal ajeno, pero con tu entrada me he descacharro de la risa.
¿Al reducirla más consiguieron una ficha para el parchís?
Saludos.
María, si no hiciera esgrima los sábados, tendría que hacer zoofilia los viernes.
Kurt, si no hiciera zoofilia los viernes, tendría que hacer apartheid los jueves.
Alejandra, esos temas los tracto en privado.
Lore, sí, y estaba a punto de ganarle al equipo de cirujanos cuando me tocó entrar a sala de rayos. Ya es casualidad...
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