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Mi estado de ánimo por las mañanas podría calificarse con un cuatro, siendo cero "nefasto" y diez "funesto". Me levanto gruñendo, con náuseas prenatales y un estado de duermevela que me sitúa en el linde que separa la terrorífica pesadilla nocturna con la horrible realidad matutina. Sólo la ducha diaria es capaz de reanimarme y convertirme en un ciudadano civilizado con derecho a voto y a acariciar arenques.
No obstante, el efecto de las abluciones no siempre causa completamente su efecto benefactor. A veces, no muchas, aún salgo de casa pensando en el maldito momento en que a la raza humana se le ocurrió estigmatizar la idea de desplazarse reptando. Hoy ha sido uno de esos días.
Andaba yo meditabundo y cavilante, sopesando la posibilidad de reparar mi máquina de afeitar para interrumpir el proceso involutivo que me está devolviendo al Pleistoceno Medio, cuando, aún mecido por el hipnótico Morfeo, he salido de casa, he cogido las llaves, he cerrado con cuatro vueltas y he dejado absoluta e irremisiblemente encerrada a la señora de la limpieza.
Si no llega a ser por el berrido que al salir del portal le he oído a un albañil y que me ha devuelto a la realidad, ahora estaría escribiendo esto desde comisaría, acusado de detención ilegal con toda la razón del mundo.
Mi estado de ánimo por las mañanas podría calificarse con un cuatro, siendo cero "nefasto" y diez "funesto". Me levanto gruñendo, con náuseas prenatales y un estado de duermevela que me sitúa en el linde que separa la terrorífica pesadilla nocturna con la horrible realidad matutina. Sólo la ducha diaria es capaz de reanimarme y convertirme en un ciudadano civilizado con derecho a voto y a acariciar arenques.
No obstante, el efecto de las abluciones no siempre causa completamente su efecto benefactor. A veces, no muchas, aún salgo de casa pensando en el maldito momento en que a la raza humana se le ocurrió estigmatizar la idea de desplazarse reptando. Hoy ha sido uno de esos días.
Andaba yo meditabundo y cavilante, sopesando la posibilidad de reparar mi máquina de afeitar para interrumpir el proceso involutivo que me está devolviendo al Pleistoceno Medio, cuando, aún mecido por el hipnótico Morfeo, he salido de casa, he cogido las llaves, he cerrado con cuatro vueltas y he dejado absoluta e irremisiblemente encerrada a la señora de la limpieza.
Si no llega a ser por el berrido que al salir del portal le he oído a un albañil y que me ha devuelto a la realidad, ahora estaría escribiendo esto desde comisaría, acusado de detención ilegal con toda la razón del mundo.
18 comentarios:
Eso en el mejor de los casos, en el peor a la pobre señora le entra el síndrome de Estocolmo y no eres capaz de echarla nunca más de tu casa.
Con los tiempos que corren, tal vez haya entendido que se le hacía un contrato fijo en el domicilio.
Saludos.
Gesualdo, pues estaríamos todos más limpios que los chorros del oro.
Alejandra, no había pensado en esa interpretación. No creo que me vuelva a olvidar.
Podría haber sido peor... podrías haberla echado a ella a la calle y haberte quedado tu encerrado dejando la casa como los chorros del oro... y claro ¿te vas a pagar a ti mismo por hacerlo? Vaya mañana mas improductiva... aunque limpia, eso si.
"Nihil obstat. Imprimatur". ¿Qué moderneces son estas, Ángel?
Jajaja, pobre señora!
Tengo pendiente escribir un artículo a tu manera, pero es que sé que no voy a estar a la altura...
Renter, no hubiera podido salir, porque ya se sabe que las señoras de la limpieza son inalterables.
Nils, pequeños guiños a los muchachuelos.
Ace, pues sí, me debes una, sí. Te puedo pasar luego el tutorial.
Pobres arenques, mira que acariciarlos. Me estoy partiendo de risa Ángel, es que lo tuyo no es normal. Pobre señora de la limpieza. Cuatro vueltas de llave, no una ni dos. Tiene que ser delito a la fuerza. Despiértate con la Cope, tú verás que de la mala leche te espabilas de golpe :)
Muaks.
Eso mismo hice un día con mi madre. Menos mal que ella tiene llaves, por supuesto. Eso sí, al volver a casa me echó un buen chorreo.
Tortugaboba, pobres arenques, pobre señora de la limpieza... ¿he despertado tu sentimiento de compasión?
Rickisimus, y la operación inversa es igualmente divertida. Llegas tarde a tu casa, de noche, cierras con tres vueltas y dejas la llave puesta, y cuando llega tu hermano aún más tarde tiene que llamar al timbre. Da una risa...
En ocasiones Ángel, siento compasión, he de admitirlo, sí.
:P
Si algún día te detienen puedes aducir en tu defensa que eres un ser limpio y aseado que se ducha y afeita diariamente antes de salir y encerrar a la señora de la limpieza.
Aunque eso de que sólo te despierte totalmente el berrido de un albañil fuertote y grandullón no sé yo cómo lo vas a explicar.
Tortugaboba, ahora todo encaja.
María, además, es la pura verdad. Tan verdad como que por las noches me lavo los dientes, me pongo el pijama y me echo sustancias químicas en el pelo antes de ponerme a hablar con casi completos desconocidos.
Falta saber si la señora de la limpieza se parece a Elsa Pataki y te falló el subconsciente.
Yo siempre he desconfiado de quien se ducha y afeita todos los días sin falta. Suelen ser los mismos que pelan una manzana en una sola monda helicoidal.
Filomela, si se pareciera a Elsa Pataky la hubiera dejado encerrada conscientemente y me hubiera cambiado de ciudad.
Paul, yo la pelo en una sola monda, pero icosaédrica. Por eso llevo barba.
Jo, yo soy de los que siempre pela las frutas en una sola monda en espiral :-( ahora me siento un freak de la Naturaleza, e concreto de la naturaleza hortofrutícola...
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