martes, 29 de mayo de 2012

Carne de vacuna

Durante estos dos meses he recibido muchas amenazas de bomba y muchas bolsitas de té preguntando por mi paradero. ¿Qué fue de aquel bloguero atractivo y pizpireto con cuyas chanzas tanto nos reíamos y al que robábamos la cartera, los anillos y el reloj en cuanto se descuidaba un poco? Os cuento rápido, que tengo que llegar tarde a varios sitios.

Si el miércoles pasado hubierais estado en el centro de vacunación internacional, que es donde teníais que estar y no por ahí, vacunándoos en otros centros, me habríais visto inyectarme virus de todos los colores, sabores y orientación de voto. En el brazo derecho he contraído la hepatitis A y el sarampión, las paperas y la rubeola. Por el contrario, en el izquierdo sólo padezco de fiebre amarilla. Y a ver si me acuerdo de levantarme una hora antes de despertarme para tomarme las tres pastillas en días alternos de las fiebres tifoideas, de todas y cada una de ellas.

Y lo mejor de todo es que me comunicaron, en perfecto castellano, que dispongo de un plazo de diez días para morirme por los efectos secundarios. Ahora porque no tengo tiempo, pero en cuando encuentre un ratico, de aquí al sábado, me pongo manos a la obra.

sábado, 24 de marzo de 2012

Ventajas de tener estafilococos en la garganta

Antes de empezar con esta entrada, me gustaría disculparme por lo del otro día. Ya sabéis, os dije que la infección de mi garganta era estreptocócica, cuando en realidad mis nuevos inquilinos son estafilococos. No sé por qué os mentí, tal vez por vergüenza, por miedo a ser juzgado. Sé que sois especialmente estrictos cuando se trata de bacterias. Me responderéis que no puedo escribir "antes de empezar con esta entrada" mientras empiezo la entrada sin infringir las reglas de la lógica e incurrir en aporía dolosa, pero no pediré perdón por eso. ¡Viva la aporía! ¡Abajo la ucronía!

Dicho lo cual, paso al asunto central del post. Ventajas de tener estafilococos en la garganta: 

-No hay fiebre. La fiebre siempre es un fastidio que te obliga a sudar, esa ordinariez que no deberíamos tolerar en pleno siglo veintiuno, al menos entre las personas respetables que engrosamos las clases altas y jugamos al dominó en el Casino de Personas Respetables que Engrosan las Clases Altas, donde vamos los sábados por la tarde con nuestros bigotes, nuestros puros y nuestras congestiones cerebrales.

-Puedes decir que estás malo, y la gente te cuida y te da golosinas, o cruasanes de chocolate, o trocitos de pechuga de pollo, mientras te cogen de los mofletitos con ambas manos y te dicen cosas como: "aaaaay, en cuanto te pongas bueno te voy a dar golosinas, cruasanes de chocolate o trocitos de pechugas de pollo exactamente igual que hago en este momento".

-Te sientes acompañado. Los estafilococos son bacterias que, pese a lo que se diga de ellas, muestran una lozanía y una alegría envidiables. Siempre de buen humor, raro es el día en el que no me sorprenden con un detallito. Ayer mismo me encontré encima de la mesa un cassette con grandes éxitos de Mocedades que me trajeron de El Corte Inglés antiguo Galerías Preciados. 

-Puedes pedirle a una señorita que te pinche dos veces en la misma nalga. Esta conducta, que nuestra sociedad hipócrita censura con sus melindres y su doble moral, está permitida si tienes estafilococos en la garganta. La señorita interpelada, en estos casos, dejará lo que esté haciendo en ese momento y tendrá que pincharte hasta un máximo de dos veces al día en la misma nalga. La Ley prevé para la omisión de este deber sanciones que pueden oscilar entre los doce hombres sin piedad y las dos mil leguas de viaje submarino.

Hay más, pero me las guardo para una entrada que se va a llamar "Inconvenientes de no tener estafilococos en la garganta".

viernes, 16 de marzo de 2012

Fauna de gimnasio (y III): las Mayorías Étnicas

Acabo con esta entrada mi trilogía acerca de los habitantes que pueblan el gimnasio donde bruño mis músculos con fruición. Esta semana, empero, confieso que he descuidado los deberes físicos, mas no tanto debido a la desidia que me inmisericordemente me atribuís, como a unas décimas (o espinelas) que me acompañan desde el pasado sábado y que parecen ser debidas a un grupito de pizpiretas bacterias que hacen largos en las placas de pus que han instalado en mi aparato fonador.

Pero centrémonos. Mi gimnasio, lejos de la univocidad que caracteriza a los vuestros, es de un plurívoco que espanta, y en él no sólo se dan la mano con insólita soltura las transpiraciones cutáneas, sino que igualmente conviven en armónica armonía los miembros de etnias de un montón de colores distintos. 

Así, nos encontramos con señores de raza negra, caracterizados por su piel negra, sus dientes blancos y su asombrosa capacidad para comunicarse entre ellos usando sólo la letra u; con señoras de raza iberoamericana, caracterizadas por su amabilidad y por su intención tan obsesiva como frustrada de perder masa máxima autorizada; y con señores de raza mora, uno de los cuales muestra su tal vez comprensible preocupación por mi vida íntima, y me ofrece valiosos consejos que nunca sabré ni probablemente querré aprovechar.

Y ahora dejamos de hablar de gimnasios, si os parece, y nos ponemos con las cosas que realmente importan.


miércoles, 29 de febrero de 2012

Fauna de gimnasio (II): los Ancianos Venerables

Si la Primera Edad estuvo protagonizada por Ainur, Valar y Maiar, y la Segunda Edad por Elfos y hombres de Númenor, la Tercera Edad de mi gimnasio se nos revela como un tiempo de Venerables Ancianos que visten camisetas de rejilla, que lucen orgullosos sus egregias calvas y que huelen a la barbería donde nuestro abuelo común iba a leer el ABC.

Los Ancianos Venerables me tratan por lo general bien, aunque no tanto como sus cónyuges, mucho más infrecuentes en el contexto mancuernil, a las que el mero contacto visual conmigo les basta para comenzar a cocinar suculentos manjares allá donde se encuentren y a introducírmelos por todos mis orificios a la vez que exclaman "¡tienes que comer más, que estás muy delgado!" y me pellizcan mis cetrinos mofletes de niño macilento. 

A los Ancianos Alfa, los Ancianos Matriz de los cuales emana el resto, se les escapa alguna vez un mohín de displicencia al verme, como si pensaran: "tan joven y prometedor y sin embargo sus femorales sólo aguantan una diezmilésima parte de lo que los míos". Pero los tolero bien porque se peinan con mucho cuidado y, en las pocas ocasiones en que dicen algo, la sabiduría habla por sus bocas, como cuando la semana pasada uno de ellos decía a otro: "tú ya sabes lo que decían los griegos, que semen retenutum venenum est, juajuajuajua". 

Otros Ancianos son más cariñosos conmigo y se dirigen a mí con apelativos como "tesoro", "cielo" o "glúteosdeacero". Las formas de estos últimos son más melifluas y sus ademanes más cadenciosos, pero yo los quiero igual aunque ellos no me quieran a mí igual que yo a ellos.

De nuevo he de terminar. No quisiera que me cerraran la droguería, que se me está acabando la botella de Old Spice.

martes, 21 de febrero de 2012

Fauna de gimnasio (I): los Metaleros

Os esperabais un arranque más clásico. Que empezara hablando de los musculitos que pueblan las calles del gimnasio. Eso habría fácil e impropio de un chico difícil como yo. Os detesto por cosas como esta.

En mi gimnasio hay Metaleros. Amantes del metal en sus distintas acepciones y ramajes. Son fácilmente identificables porque visten de negro, llevan el pelo largo y se empeñan en convencerme de que la música clásica y el metal tienen tanto en común que basta una leve otitis infecciosa para que el oído humano sea incapaz de distinguir entre el segundo concierto de Brandenburgo de Bach y cualquier hit de Black Sabbath.

Los Metaleros de mi gimnasio son todos de género masculino, y siguen por instinto a su líder nato, un mozalbete alto caracterizado por su barba rala, su brazos cuyo volumen rivaliza con el de cualquier placa tectónica y su notable parecido con Khal Drogo, tanto en físico como en habilidades de interlocución. Lo cierto es que los Metaleros se muestran más amables en ausencia de su Dothraki, pero son por lo general mansos y humildes de corazón, o así los percibo yo cuando, tras la segunda repetición de la ronda de pecho-bíceps, acuso los primeros síntomas de conmoción cerebral.

No diré mucho más sobre ellos, porque aún no los he tratado tanto como para invitarlos a tomar un té con galletas danesas en mi salón. Os mantendré al tanto.


viernes, 17 de febrero de 2012

Volver a empezar

Cada equis tiempo me apunto al gimnasio. Pasado otro tiempo, al que podemos llamar i griega sin temor a equivocarnos, dejo de ir. El tiempo i griega puede oscilar entre unos segundos y un año, que fue mi récord. En aquella ocasión se trataba de coger algo de volumen y llegar a una consistencia corporal tal que me permitiera ponerme un jersey y que no se me deslizara hasta los tobillos por ausencia de hombros. 

Recuerdo aquella época con la nostalgia que da evocar tiempos terribles de angustia, dolor, penuria y nalgas entumecidas. No obstante, hice progresos y pronto noté cambios, hasta el punto de ir por la calle y encontrarme con gente que no me reconocía, si bien es cierto que esto último me ocurría exclusivamente con gente a la que jamás me habían presentado.

Hace tres semanas decidí retomar la tarea de modelado de mi apolíneo físico, y me matriculé en un gimnasio cercano. De él, de su fauna y de su flora os hablaré en sucesivas entradas. Por lo pronto ya os digo que, en caso de que me invitéis a comer, tened siempre preparado un buen puñado de avena y un tarro de sustancia viscosa proteica. Así me las gasto ahora.

jueves, 2 de febrero de 2012

¡No soy yo!

En los últimos dos meses habéis asegurado verme en una avenida de Nueva York, en el Museo Reina Sofía de Madrid, en varios pubs de diversa índole y en en las minas de sal de Wieliczka (Polonia). Incluso mi cuñada, que es familia política y sangre de su propia sangre, hubiera jurado ayer mismo que me vio por la noche, si bien con menos barba que de costumbre, paseando por una céntrica calle murciana.

Desconozco qué intenciones albergará la persona, sociedad o corporación local que hay detrás de todo esto, pero tenéis que creerme: no soy yo. Mi vida transcurre a velocidad de crucero, apacible y sosegada, entre mis libros, mis redes sociales y mis minas de sal distintas de las de Wieliczka. Y la longitud de mi barba es la de siempre: entre dos y cuatro milímetros, siempre dentro de las medida establecidas por los reglamentos comunitarios.

Si admitís un consejo, desconfiad de las apariencias, como hago yo, si es que soy yo.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Este cuatrimestre se merece una entrada

El próximo día 23 de enero, fecha del último examen de Derecho Constitucional Tres, se cerrará un ciclo que comenzó el día 14 de septiembre, día en el que, además de cumplir yo treinta y tres añazos como otros tantos soles, empezó el curso académico dos mil once dos mil doce en la Universidad de Murcia. 

Además, este año he conseguido concentrar mis veinticuatro créditos de docencia en un solo cuatrimestre, con el siguiente erótico resultado: a costa de fallecer varias veces desde que empezó el curso, a partir de febrero -con la rúbrica de las últimas actas- tengo hasta septiembre libre de clases para estudiar, escribir, publicar y daros envidia sin demasiado motivo.

Voy a dejar los propósitos de año nuevo para entradas venideras, y a centrarme en seguir el consejo de Mecano y hacer el balance de lo bueno y malo, académicamente hablando:

-Malo: aún no tenemos Nespresso en el Departamento y el micrófono del aula tres dos hace ruidicos.

-Bueno: este curso me han caído en gracia dos grupos y medio de Derecho y un grupo del Grado en Criminología, además de clases de másteres donde se me conoce como Profesor Moon. Nunca había dado tantas clases, sin un solo día libre, con mis cuerdas vocales al límite de sus posibilidades, extenuación general y una considerable pérdida de Masa Máxima Autorizada. Y sin embargo, me permito el lujazo de ponerme cursi y de afirmar con sinceridad rotunda o rotundidad sincera que estoy muy satisfecho y que en eso han tenido mucho que ver mis alumnos, por su interés en la asignatura, por su atención en clase y por el cariño que me han demostrado hasta el último día. 

Con deciros que alguno, de vez en cuando, me proporcionaba Strepsils para el mantenimiento de mi aparato fonador...