El piso en el que he estado viviendo durante casi quince días tenía algunas ventajas: básica y exclusivamente, la puerta daba a la calle y no a un charco de magma incandescente. También contaba con algún inconveniente: el suelo siempre estaba sucio u olía mal (cfr. entrada anterior); era de dos plantas unidas por una escalera casi vertical; no había nexo posible entre mi voluntad y la de mi sistema de calefacción; el congelador tenía polvo (congelado); y olía peor que cualquier cosa que hayáis olido o que, en general, huela.
Hoy, tras exigir mis derechos de ciudadano belga que paga sus impuestos y entre cuyas aspiraciones no figura amanecer un día sin demasiado pulso, me han comunicado que intentarían proporcionarme un nuevo apartamento. Al rato, han mandado unos técnicos a casa, que no han encontrado nada serio. Al (segundo) rato, han llamado a administración para comunicar que había explotado hace días una tubería de agua, la misma agua que se estaba estancando, adquiriendo tonalidades otoñales y desprendiendo unos efluvios que, merced al conducto de ventilación, llegaban convenientemente a mi apartamento.
Seguramente, el nuevo piso tendrá alguna desventaja, pero sinceramente, por ahora no se la huelo.
Hoy, tras exigir mis derechos de ciudadano belga que paga sus impuestos y entre cuyas aspiraciones no figura amanecer un día sin demasiado pulso, me han comunicado que intentarían proporcionarme un nuevo apartamento. Al rato, han mandado unos técnicos a casa, que no han encontrado nada serio. Al (segundo) rato, han llamado a administración para comunicar que había explotado hace días una tubería de agua, la misma agua que se estaba estancando, adquiriendo tonalidades otoñales y desprendiendo unos efluvios que, merced al conducto de ventilación, llegaban convenientemente a mi apartamento.
Seguramente, el nuevo piso tendrá alguna desventaja, pero sinceramente, por ahora no se la huelo.