Mi coche hace ruidos. Ruidos nuevos que no hacía antes, ruidos por los que no pagué y que no provienen de mi radiocassette integrado, últimamente dedicado a la reproducción exclusiva de motetes no posteriores a 162o.
Anteayer lo llevé al taller. En los talleres se lo suelen pasar muy bien conmigo, porque soy automovilísticamente tontico y no puedo disimularlo. Luego me pasan unas facturas morrocotudas y muy desglosadas de las cuales cualquiera extraería la conclusión de que todos los mecánicos del lugar, más algunos refuerzos arios, han tenido que someter a mi Volkswagen a una operación de microcirugía con laparoscopia. Sin embargo, esta vez lo llevé a un taller de confianza donde el engaño quedaba excluido.
Excluido, al menos, por parte de los empleados. El coche, después de casi un mes con el ruidito, no emitió más que el ronroneo sexy del motor y un poco de CO2. Como cuando tienes un problema con el ordenador, llamas al informático y el ordenador deja de darte problemas. Con la particularidad de que, debido a mi cara de desesperación y a mi interés porque sonara el ruidito, el encargado se subió conmigo al coche y nos dimos una vuelta por los alrededores por si en movimiento cambiaba mi suerte. Nada. Le pedí que siguiera, que el ruidito estaría a punto de aparecer. Nada. A la altura de Lugo, creo, nos pareció prudente volver, porque se hacía de noche y no había ruiditos.
Lo bueno de la historia es que la revisión me salió gratis. Lo malo, que bastó un alejamiento prudencial del taller para que se reanudara el ruidito, que he decidido solapar como mejor sé. Si vais por la calle y os cruzáis con un coche que lleva a todo volumen unos motetes estupendos anteriores a 1620, ya sabéis. Saludad, que os invito a algo.
Anteayer lo llevé al taller. En los talleres se lo suelen pasar muy bien conmigo, porque soy automovilísticamente tontico y no puedo disimularlo. Luego me pasan unas facturas morrocotudas y muy desglosadas de las cuales cualquiera extraería la conclusión de que todos los mecánicos del lugar, más algunos refuerzos arios, han tenido que someter a mi Volkswagen a una operación de microcirugía con laparoscopia. Sin embargo, esta vez lo llevé a un taller de confianza donde el engaño quedaba excluido.
Excluido, al menos, por parte de los empleados. El coche, después de casi un mes con el ruidito, no emitió más que el ronroneo sexy del motor y un poco de CO2. Como cuando tienes un problema con el ordenador, llamas al informático y el ordenador deja de darte problemas. Con la particularidad de que, debido a mi cara de desesperación y a mi interés porque sonara el ruidito, el encargado se subió conmigo al coche y nos dimos una vuelta por los alrededores por si en movimiento cambiaba mi suerte. Nada. Le pedí que siguiera, que el ruidito estaría a punto de aparecer. Nada. A la altura de Lugo, creo, nos pareció prudente volver, porque se hacía de noche y no había ruiditos.
Lo bueno de la historia es que la revisión me salió gratis. Lo malo, que bastó un alejamiento prudencial del taller para que se reanudara el ruidito, que he decidido solapar como mejor sé. Si vais por la calle y os cruzáis con un coche que lleva a todo volumen unos motetes estupendos anteriores a 1620, ya sabéis. Saludad, que os invito a algo.